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José T. Raga

Tiene que haber de todo

¿Acaso el desarrollo físico o intelectual depende exclusivamente de la riqueza o el estatus social?

Así es, y natural es que sea. Probablemente uno de los orígenes más remotos se encuentre en el canto del profeta Isaías –siglo VII a. de C.– a la viña, cuya cosecha no mejoraba, se hiciera lo que se hiciera… (Is, 5, 1-7).

Y es que, frente a la quimérica insistencia de que todos debemos ser iguales, la realidad es que, salvo en dignidad y derechos fundamentales, todos somos desiguales.

En el hombre confluye una dimensión material/corporal, con desiguales aptitudes físicas, y una dimensión espiritual/inmaterial, con desiguales capacidades mentales; ambas, desigualmente desarrolladas –como en Isaías– en el curso de los tiempos.

¿Qué ocurriría si todos fuéramos absolutamente iguales en lo material y en lo espiritual? Reclamen sólo la igualdad en uno de sus aspectos, digamos, el material. ¿A quién otorgar un premio tras una competición? Cualquier premio entraña un reconocimiento a la desigualdad.

Así que, sin más dilaciones, partamos de una realidad patente a los ojos de todos: todos somos desiguales; por ello, la sociedad, formada por esos todos, hace cierto el título de que tiene que haber (y hay) de todo.

¿Dónde está el problema? ¿Acaso el desarrollo físico o intelectual depende exclusivamente de la riqueza o el estatus social? Quien así piense ni siquiera ha iniciado el cultivo del intelecto.

El problema se origina cuando los menos cultivados pretenden imponer modos de vida y de selección a los que lo son más. Sobre todo cuando para acceder a un puesto de gobierno no se exige conocimiento previo alguno; al menos que yo sepa.

Lo que sorprende es que a la concesión de becas para preparar oposiciones a jueces y fiscales, abogados del Estado y letrados de la Administración de Justicia se llame "democratizar la Justicia". La Administración de Justicia no necesita ser democrática, aunque sí, necesariamente, justa.

Ésta no promulga leyes, simplemente, que no es poco, se limita a aplicarlas con rigurosos criterios de justicia. ¿De dónde y quién ha sacado información para la necesaria democratización? ¿O quieren insinuar que los jueces, fiscales, abogados del Estado… no son suficientemente demócratas? En países tan afines al Gobierno como China, Rusia, Cuba, Nicaragua… eso se resuelve con los campos de reeducación, no con becas.

¿Y los técnicos comerciales del Estado, los economistas del Estado, los diplomáticos, los inspectores de tributos…? ¿Están ya democratizados? Lo que necesitan estos cuerpos es un proceso de selección que garantice la más alta preparación.

No puedo garantizarle, señor Sánchez, que las becas propuestas tengan efecto favorable, aunque, en caso contrario, procedería su devolución; lo que sí le aseguro es que las oposiciones light del ministro Iceta son lo más extravagante y necio que he oído.

Si la idea fructificara, el criterio de selección, eliminado el saber, será la ideología, el partidismo o el amiguismo… por lo que deberíamos hablar de corromper la Justicia, no de democratizarla.

En España

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