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LA GUERRA MÁS CRUEL

Desde Rusia sin amor

Así como la metáfora es la madre de la ficción, el símil es el padre de la crítica literaria: el primer libro de Arkadi Bábchenko, que recibió en Rusia el prestigioso premio Debut, ha sido comparado con el Tolstói de Guerra y paz y Hadji Murat, el Isaak Bábel de Caballería roja y el Joseph Heller de Catch-22.

Así como la metáfora es la madre de la ficción, el símil es el padre de la crítica literaria: el primer libro de Arkadi Bábchenko, que recibió en Rusia el prestigioso premio Debut, ha sido comparado con el Tolstói de Guerra y paz y Hadji Murat, el Isaak Bábel de Caballería roja y el Joseph Heller de Catch-22.
Como siempre, las buenas intenciones conducen al consabido lugar, porque resulta que el libro de Bábchenko es mucho más interesante que las melancólicas épicas guerreras del uno o la sátira descarnada y jocosa del otro. Y cabe esperar que su libro o sus actividades como periodista no le valgan el destino de Bábel o, más cerca, el de Anna Politóvskaya, con quien comparte el haber sido testigo (y actor, en su caso) de la guerra en Chechenia y trabajar para Novaya Gazeta.
 
Es una lástima que las traducciones del título al inglés, al alemán y al castellano: One Soldier's War (también One Soldier's War in Chechnya), Die Farbe des Krieges y La guerra más cruel, respectivamente, rebajen a reclamo más propio de un panfleto antimilitarista la clave realista que se impone en el original: Alján-Yurt. Salvo que sea un especialista, el lector occidental nada sabe de geografía chechena, y casi tan poco de las dos guerras que desde 1994 asolan esta antigua provincia de la URSS, y es comprensible que los editores hayan buscado un gancho comercial para el libro de Bábchenko. Pero no deja de ser una lástima, al menos por dos razones. Al ponerle a su libro el nombre de una aldea chechena cercana a Grozni, tristemente reputada por haberse convertido en 1999 en el escenario de una de las mejor documentadas masacres cometidas por las tropas rusas, Bábchenko anuncia, de la manera más económica, los tres temas de su libro: la guerra en Chechenia, los horrores de la guerra y el ejército ruso. La segunda razón es igualmente interesante: Alján-Yurt, el título del libro, recoge el de uno de los veinte relatos que lo componen, que lo es, además, del primero que su joven autor dio a publicar, en 2005. Con lo que a la vez señala el inicio del ciclo y, veladamente, el de su carrera de escritor.
 
Pero lo que ninguno de esos títulos dice es que Bábchenko ha escrito lo que vio y vivió en Chechenia como soldado del ejército ruso. Porque se trata, en efecto, de un relato autobiográfico o, mejor dicho, de una concatenación de relatos, a ratos resuelta en una sucesión de episodios breves, como en el relato "Diez relatos sobre la guerra", que abre el conjunto. No es el menor atractivo de este libro, por cierto, que narrativamente funcione también como novela. El lector puede detenerse en este o aquel relato, o leer el conjunto de cabo a rabo: tendrá la misma impresión de unidad y unicidad. En realidad, es esta funcionalidad del libro, más que las comparaciones al uso con consagrados lugares comunes literarios, lo que lo redime del destino, triste por igual, de la mayoría de reportajes periodísticos, miopes y tributarios de su inmediato contexto, y las ficcionalizaciones de guerras lejanas, más o menos bien documentadas y maquilladas de realismo (piénsese, por poner un reciente ejemplo, en Las Benévolas, de Jonathan Littell).
 
Arkadi Bábchenko tenía 18 años y estudiaba Derecho en la Universidad de Moscú cuando recibió la orden de incorporarse a filas. Un año antes, Boris Yeltsin había ordenado la invasión de Chechenia para evitar que este territorio proclamara su independencia. En 1996 los independentistas chechenos y el alto mando militar ruso firmaron el cese de las hostilidades, ratificado un año después mediante un tratado de paz. En octubre de 1999 las tropas rusas volvieron a la carga, esta vez espoleadas por la campaña contra el terrorismo checheno del recién electo Vladímir Putin. Bábchenko, que con 19 años había presenciado los horrores de la primera guerra y padecido los brutales malos tratos habituales en las filas rusas, volvió a Moscú para descubrir que a sus habitantes les importaba una higa lo que sucedía a dos horas de vuelo de sus hogares:
Llegué a casa y en la tele vi un reportaje sobre un rutilante club nocturno de Moscú en el que se lo pasaban en grande gastando dinero en cócteles, cantantes glamurosos… Algo se rompió dentro de mí.
 
¿El qué?
 
Mi vínculo con Moscú. ¡Sentí que mi país me traicionaba! ¿Cómo podían divertirse así a dos horas de la masacre de tantos chicos moscovitas, tantas mujeres y niños? ¡Les daba igual! No pude soportarlo. Moscú dejó de existir. Regresé a Chechenia.
Así que en 1999 se incorporó de nuevo, esta vez como voluntario. Menos de un año después fue desmovilizado. Y comenzó a escribir, de nuevo movido por la rabia:
Al retorno de la segunda guerra, en el año 2000, vi en la tele otra cosa: un reportaje maquillado sobre la guerra, mera propaganda. La rabia me puso a escribir sobre mi guerra… ¡He vomitado la guerra de mi interior!
Afortunadamente, Bábchenko ha hecho algo mucho más inteligente que vomitar sus recuerdos de la guerra en Chechenia: describir todos y cada uno de sus rostros. No sólo las matanzas, la destrucción, las torturas (perpetradas por unos y otros, por rusos y chechenos), sino también el condicionamiento a la violencia de los soldados rasos por los mandos del ejército ruso. Una tradición invariable desde tiempos soviéticos, pero que nunca antes había sido tan detallada y eficazmente expuesta y analizada. El extraordinario "Mozdok-7", que es el relato más extenso del conjunto, permite comprender, mejor que cualquier estudio académico, por qué el militarismo ruso es una amenaza muy real, y que en primera instancia lo es para los mismos ciudadanos rusos, condenados a padecer uno de los servicios militares más brutales y deshumanizadores. Las descripciones de la dedovschina –las palizas y castigos físicos que rutinariamente reciben los jóvenes soldados– no son menos espantosas que, por ejemplo, las evocaciones de las rituales emasculaciones de soldados rusos a manos chechenas y viceversa.
 
Este libro, sin duda, perturbará a quienes sólo esperan descubrir en sus páginas una denuncia de los horrores cometidos por el ejército ruso. Bábchenko, generoso en la evocación del horror, también fustiga las violencias que los rusos infligen a otros rusos. De hecho, sigue haciéndolo. Ha creado, junto con otro soldado ruso que sirvió en Afganistán, el blog El Arte de la Guerra, consagrado a la publicación de relatos testimoniales de soldados rusos, y el verano pasado volvió a alistarse para poder entrar con las tropas rusas en Osetia del Sur y Georgia. Regresó con un magnífico reportaje gráfico y las ideas muy claras sobre lo peligroso que es el actual régimen de su país (del que dice nada menos que es como "la Alemania de 1934"). Y a fines de 2008 fue invitado a participar, en Berlín, en los talleres del Literarisches Colloquium, donde comenzó a escribir otra serie de relatos, centrados esta vez en la más reciente invasión rusa. Ojalá no se deje seducir por el siempre melodioso canto de las sirenas literarias: más que nunca, ante la violenta realidad del mundo, parece obsceno escribir meliflua o hábilmente.
 
 
ARKADI BÁBCHENKO: LA GUERRA MÁS CRUEL. Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg (Barcelona), 2008, 468 páginas.
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