Oí una vez a Xavier Pericay denunciar el intercambio concierto-inmersión en la enseñanza subvencionada, que es casi toda la privada en Cataluña. Pues bien, ahora, el castellano, ni pagando.
Progresa adecuadamente. Educación y lengua en la Cataluña del siglo XXI es el título de un libro de artículos de Xavier Pericay, profesor, escritor y filólogo catalán. Para el lector despistado, habrá que aclarar que eso de "progresa adecuadamente" no es un invento del autor, sino que pertenece a la evaluación Logse del aprendizaje de los alumnos. Es verdad que no en todas las etapas, y por eso el Ministerio de Educación aprobó hace unas semanas suprimir, allí donde aún se evalúa numéricamente, el cero. Porque, dicen, si la asistencia es obligatoria, algo habrá aprendido el chaval. Éste es el nivel.
Pericay hace su crítica al nacionalismo, lingüístico y de contenidos, y a esa absurda pedagogía que toma al profesor por un imbécil que no sabe enseñar su materia y al alumno más maleducado de la clase por una joya en bruto a la que hay que motivar. Dos cuestiones relacionadas, precisamente porque, en palabras del autor, Cataluña fue el primer y principal campo de pruebas de la Logse. La confluencia entre los intereses del nacionalismo: generalizar la inmersión lingüística y convertir el catalán en la única lengua de la enseñanza, y los del izquierdismo lo hizo posible.
En FAES he coincidido alguna vez con Pericay y con Mercedes Ruiz Paz, autoridades indiscutibles ambos en el desenmascaramiento del timo de la pedagogía progre. En cuestiones de autoridad y disciplina, sus análisis pueden parecer contradictorios. Xavier responde a quienes afirman que no se puede exigir disciplina y autoridad en la escuela porque la sociedad ha cambiado alegando que la escuela debe ser conservadora en ese sentido; es decir, ser un espacio donde se retengan los valores de respeto y estudio que formaron a la sociedad, que supuestamente los ha abandonado, y no dejarse llevar por modas como el antiautoritarismo sesentayochista.
Por su parte, Mercedes critica a quienes, desde dentro de la escuela, pretenden ocultar o encubrir casos de violencia e indisciplina para tratarlos desde dentro (más preocupados por no estigmatizar que por hacer justicia), como si en la escuela no debieran regir las mismas normas con las que se encontrará el alumno en la sociedad en que se supone debe integrarse y pudiera tratarse todo de una forma más pedagógica y menos represiva.
Puede parecer una paradoja conservar en la escuela valores que ya no rigen en la sociedad –Pericay– y exigir que se apliquen en la escuela las mismas normas de la sociedad, no unas de cosecha propia (más suaves que las que recoge la legislación penal) –Ruiz Paz–, pero ambos análisis no sólo se complementan y refuerzan, sino que pretenden evitar, en el plano de los valores y de las normas, que la escuela se convierta en una guardería.
En FAES publicó Pericay por primera vez su análisis sobre el buenismo en el sistema educativo. En él citaba un ensayo de 1954 de Hannah Arendt sobre el sistema educativo estadounidense en el que la autora alemana explicaba que la educación no puede renunciar a la autoridad y la tradición aun cuando esté incardinada en un mundo que haya dejado de sostenerse sobre la autoridad y la tradición. Ya por entonces triunfaba la pedagogía progresista en EEUU; en Europa lo haría a partir del 68. Por lo que hace a España, llevamos quince años tropezando con la misma piedra, pese a los intentos de Aznar por rectificar el rumbo.
¿Qué nos dice Pericay de Educación para la Ciudadanía? Que no es preocupante por sí misma, sino por el contexto en que se va a aplicar, marcado por la erradicación de la autoridad y la tradición. Sin autoridad no hay jerarquía, y sin jerarquía no puede haber transmisión de conocimientos. Y sin tradición no hay conocimientos que transmitir. Por eso el buenismo, la multiculturalidad, los nacionalismos, la Educación para la Ciudadanía y el constructivismo –la chorrada ésa que dice que es el alumno el que tiene, por sí mismo, que ir adquiriendo conocimientos, sin que transmisiones simplistas y contraproducentes aplasten su personalidad– son especialmente letales.
Y si no se enseña, ¿qué pretende el sistema educativo? Cito la respuesta de Xavier Pericay:
¿Un mundo nuevo? Por supuesto, el mundo con que soñó la generación que ahora está en el poder, la que en Cataluña, cuando menos, manda en todos los frentes. La mía, sin ir más lejos. Y tal vez la suya, querido lector. La que vivió en directo, o en diferido, el mayo francés. La de las grandes utopías. La que prometió vengarse de las desigualdades de este mundo imponiendo la igualdad por decreto.
Insuperable.
XAVIER PERICAY: PROGRESA ADECUADAMENTE. Tentadero (Barcelona), 2007, 211 páginas.
ÁLVARO VERMOET HIDALGO, presidente de la Unión Democrática de Estudiantes y autor del blog Cien Mil Objeciones.