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INDIVIDUALISMO: EL VERDADERO Y EL FALSO

Hayek o Rousseau, libertad o tiranía

Hay un individualismo que mueve al carnicero, al cervecero y al panadero a ayudar al prójimo desconocido y, velis nolis, servir a la sociedad (hacer país, que diría el otro en catalán); y hay un individualismo de almas exquisitas, tipos sentíos, que a las primeras de cambio o andando un poco más el tiempo lleva al establo y a la aniquilación de la personalidad. Al primero lo canta Hayek; al segundo, Juan Jacobo Rousseau, ese abandonaniños ensalzado por la grey pedaboba.

Hay un individualismo que mueve al carnicero, al cervecero y al panadero a ayudar al prójimo desconocido y, velis nolis, servir a la sociedad (hacer país, que diría el otro en catalán); y hay un individualismo de almas exquisitas, tipos sentíos, que a las primeras de cambio o andando un poco más el tiempo lleva al establo y a la aniquilación de la personalidad. Al primero lo canta Hayek; al segundo, Juan Jacobo Rousseau, ese abandonaniños ensalzado por la grey pedaboba.
Ya lo he contado pero no me importa repetirlo: Antonio Arcones, presidente de la conservadora Fundación Burke, suele decir que los liberales no somos mala gente pero cometemos un "error antropológico": y es que –dice y a veces resigna la cabeza– nos creemos que las sociedades no existen, o que sólo son meros agregados de individuos ligados a nada. Y, claro, ahí nos toca negarle tres y todas las veces, hasta que se le meta en el molondro que el liberalismo no es eso, no es eso. Y se lo juramos por Adam Smith o por Friedrich Augustus Hayek, por poner dos ejemplos que abarquen tres siglos.

No hace falta leerse una biblioteca para sostener tal posición; ni siquiera leer, sino atender al menos común de los sentidos. Pero, ya que estamos en el suplemento "Libros", convendría hablar de alguno que alumbre lo suyo. Y ya que hemos citado a Hayek, y que quizá la vida sea demasiado corta para embaularse la Teoría de los sentimientos morales de Mr. Smith, qué mejor que recomendar Individualismo: el verdadero y el falso, 89 páginas que se quedan en la mitad si renuncian –cuánto bien se harían– al plúmbeo prefacio de Dario Antiseri.

Individualismo: el verdadero y el falso tiene su origen en una conferencia que pronunció el Nobel austriaco en el University College de Dublín el 17 de diciembre de 1945. ¿Que si ha llovido desde entonces? A jarros. Pero por lo visto y por desgracia hay advertencias que parecen no tener fecha de caducidad:
(...) al grito de "ni individualismo ni socialismo", nos estamos desplazando rápidamente desde una sociedad de individuos libres hacia otra de naturaleza completamente colectivista.
En fin, dejemos de lado la faceta profética del maestro y vayamos al meollo de este librito: a la distinción entre individualismo verdadero e individualismo falso, que a la postre nos lleva a la distinción entre libertad y tiranía.

El individualismo verdadero, el de –pasa lista Hayek– Locke, Mandeville, Tucker, Ferguson, Smith y –ojo al dato– Burke, el de Acton y Tocqueville, sabe –palabra de Ferguson– que "las naciones se apoyan en instituciones que ciertamente son resultado de las acciones humanas, pero no de un proyecto humano", y que –de nuevo Hayek– "la colaboración espontánea de hombres libres crea con frecuencia cosas que son superiores a lo que sus mentes individuales jamás habrían podido comprender plenamente". También se podría decir que esta posición
es fruto de una profunda consciencia de los límites de la mente individual, que genera una actitud de humildad respecto a los procesos impersonales y anónimos mediante la que los individuos consiguen crear cosas superiores a las que conocen,
mientras que el falso individualismo
es fruto de una exagerada confianza en los poderes de la razón individual y de un consiguiente desprecio hacia todo lo que la misma no proyecta intencionadamente y que no resulta inteligible por ella.
En las filas de los falsarios militan, además del Abandonaniños, Bentham, los fisiócratas, los enciclopedistas y toda la recua de ingenieros sociales que han pululado, pululan y pulularán por el ancho mundo; esos ungidos tantas veces criminógenos que se creen incomprensibles cuando los demás los sabemos necios, que diría Cadalso (en voz baja en según qué sitios, para no acabar en su apellido).

La distinción es crucial, advierte Hayek y comprende de inmediato quien tenga dos dedos de frente. De un lado se encuentran quienes creen en el individuo, en los órdenes espontáneos, en las asociaciones voluntarias y las instituciones naturales. Del otro, los que atomizan para mejor estabular al personal, los liberticidas; los que, en cuanto tienen un martillo a mano, afrontan todos los problemas –los suyos y, sobre todo, los de los demás– como si fueran clavos; y, claro que sí, los Rescataores, con sus planes a, b, c, d, E...

"Lo que nos enseña el individualismo es que la sociedad es más grande que el individuo sólo en la medida en que es libre. Cuando está controlada o dirigida, está limitada a mentes individuales que la controlan o dirigen", anota Hayek; y remata, y de nuevo advierte:
Si la presunción de la mente moderna, que no respetará nada que no esté conscientemente controlado por la razón individual, no aprende a tiempo dónde detenerse, "podemos tener la seguridad      –como advertía Burke– de que todo lo que se encuentra a nuestro alrededor se hará cada vez más pequeño, hasta que a la larga nuestros intereses se reduzcan a las dimensiones de nuestras mentes".

FRIEDRICH A. HAYEK: INDIVIDUALISMO: EL VERDADERO Y EL FALSO. Unión Editorial (Madrid), 2009, 89 páginas.

MARIO NOYA, director de LD LIBROS. Pinche aquí para acceder al blog del programa. 
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