
Escribió un best seller ácido sobre la educación universitaria (Illiberal Education: The Politics of Race and Sex on Campus) que recuerda en algo la primera obra importante de una de las grandes figuras de la derecha norteamericana: William F. Buckley, que se dio a conocer con un análisis de la educación impartida en Yale, su propia universidad, una de las más elitistas de Estados Unidos y que, paradójicamente, ya antes de los años 50 se inclinaba al progresismo.
D'Souza pasó luego a trabajar para la Heritage Foundation, la gran fundación conservadora de Washington, y colaboró en la Administración Reagan durante los años 80.
Hace poco tiempo ha desencadenado una nueva controversia, con la publicación de The Enemy at Home: The Cultural Left and Its Responsibility for 9/11 (El enemigo en casa: la izquierda cultural y sus responsabilidades ante el 11-S). En realidad, la polémica es doble. Por un lado, es de ésas a las que D'Souza tiene acostumbrado al público, tanto a sus lectores como a sus detractores. Y es que acusa directamente a la izquierda norteamericana (a las universidades, a las organizaciones filantrópicas y a la flor y nata de Hollywood, sin olvidar a la izquierda política) de ser la causante del 11-S y de la "erupción" islamista antiamericana que hoy arrasa el mundo entero.

D'Souza pone el dedo en una llaga sangrante: la alianza entre el islamismo radical y la antigua izquierda más o menos marxista, una alianza presente hoy en todas partes: en las universidades norteamericanas, en las manifestaciones antiglobalización (en realidad, antiliberales y antiamericanas), en la colaboración entre el régimen iraní y los neocastristas como Chávez; o, en España mismo, en la sin igual Alianza de Civilizaciones, promocionada por el nuevo régimen de Rodríguez Zapatero.
Ahora bien, D'Souza va más allá, y es en este punto donde ha saltado la segunda polémica, esta vez en las filas liberal-conservadoras, entre aquellos que lo han venido apoyando hasta aquí. D'Souza mantiene que los progresistas han llevado a cabo un programa de destrucción de algunas de las claves de la identidad norteamericana, en particular del papel de la religión en la vida pública y del de la familia. Es la invención de una nueva cultura norteamericana, laica y sin restricciones morales, lo que ha propiciado la reacción de los musulmanes y ha dado pie al fundamentalismo islámico.
En consecuencia, D'Souza mantiene que, frente a la alianza de la izquierda progresista y los islamistas, es preciso poner en marcha otra que sellaría un frente común entre la derecha occidental y los musulmanes tradicionales, que, según él, no compartirían las tendencias violentas de los fundamentalistas. Los conservadores de ambas religiones recuperarían así la iniciativa en defensa de sus respectivas religiones y de los fundamentos morales atacados por la izquierda y el fundamentalismo.

El análisis no resulta muy convincente. No hay nada que una a los islamistas con una "derecha cristiana" que se reafirma, precisamente, en muchos de los principios y costumbres que repelen a los islamistas. Por mucho que se pueda alegar que la "derecha cristiana" condena, como el islam, el aborto y la práctica de la homosexualidad, ¿cómo podría llegar a aceptar la poligamia, por ejemplo? ¿Y la condena del Estado de Israel? Eso, entre otros muchos argumentos, y sin tener en cuenta que los hechos confirman la realidad de la alianza (asombrosa para muchos, y para unos cuantos, incluidos algunos izquierdistas, incomprensible) entre el propio progresismo y los islamistas.
Más interesante, en mi opinión, resulta la respuesta que a D'Souza se le ha dado desde su propio bando. Vale la pena leer el ensayo que le ha dedicado Stephen Spencer en Front Page Magazine. Spencer sintetiza bien la argumentación en contra de D'Souza. En primer lugar, como dice Spencer, D'Souza hace suyo el argumento, característico del progresismo, según el cual Occidente siempre es culpable de los ataques islámicos o, en general, terroristas. Estaríamos, por tanto, ante una reelaboración de la justificación del terrorismo, que invocaría esta vez la decadencia moral occidental.
Por otra parte, Spencer, como otros muchos, tiene serias dudas acerca de la existencia de un islam tradicional que sea al mismo tiempo moderado, es decir, capaz de condenar la violencia fundamentalista de los islamistas. Si existiera de verdad el islam moderado, dice Spencer, estos moderados no se sentirían aludidos cuando se critica a los yihadistas.
El razonamiento sirve igual para los nacionalistas y sus aliados en nuestro país. La propuesta de D'Souza puede parecer descabellada, pero sobre una muy parecida se ha construido buena parte de la historia reciente de España.
DINESH D'SOUZA: THE ENEMY AT HOME. THE CULTURAL LEFT AND ITS RESPONSABILITY FOR 9/11. Random House (Nueva York), 2007, 352 páginas.
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