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'CRÓNICAS DE LA GRAN RECESIÓN'

Una mirada al pasado para comprender el futuro

Un popular dicho asegura: un economista es alguien que explica qué va a pasar en el futuro y que, cuando llega el futuro, explica por qué no ha pasado. Aunque a los profesores, los analistas y los columnistas les moleste admitirlo, lo cierto es que de la validez de este tópico pueden encontrarse demasiadas pruebas en las hemerotecas, a poco que investigue uno en ellas. Y ya no digamos en medio de una crisis como la actual.


	Un popular dicho asegura: un economista es alguien que explica qué va a pasar en el futuro y que, cuando llega el futuro, explica por qué no ha pasado. Aunque a los profesores, los analistas y los columnistas les moleste admitirlo, lo cierto es que de la validez de este tópico pueden encontrarse demasiadas pruebas en las hemerotecas, a poco que investigue uno en ellas. Y ya no digamos en medio de una crisis como la actual.

No sólo son legión los estudiosos que nunca previeron lo que estaba a punto de pasar: también forman un nutrido ejército aquellos que ofrecen soluciones equivocadas, apuestan por escenarios futuros que nunca llegan a producirse y apenas son capaces de balbucir una explicación cuando la realidad desmiente sus preciosos modelos teóricos. De hecho, no es extraño ver a todo un Premio Nobel como Paul Krugman pidiendo en 2002 (cuando todavía no le habían concedido el galardón) que la Reserva Federal provocase una burbuja inmobiliaria que sacase a EEUU de la recesión. Y tampoco es excepcional ver al mismo personaje exigir a Barack Obama, para conjurar el colapso, que aumente (¡todavía más!) sus descomunales planes de estímulo.

Así las cosas, uno se pregunta qué necesidad tenía Juan Ramón Rallo de someterse al escrutinio público presentando en forma de libro los ensayos que publicó en el periodo 2007-2009. Como disculpa, asegura que lo hace porque esto de revisar lo escrito "siempre resulta un recomendable ejercicio intelectual". Además, como muchos de los textos se publicaron en internet –la mayoría en Libertad Digital–, quizá pensó que no le quedaba escapatoria: cualquiera que quisiera rebatir sus argumentos sólo tendría que coger lápiz, papel y Google.

El problema es que Rallo acierta. Por eso este libro no se lee con la condescendiente nostalgia con que uno se acerca a otros recopilatorios, en los que se admiten los errores del autor por la cercanía de la actualidad. Al contrario, el lector pasa las páginas con el puntito de envidia del que también vivió aquellos acontecimientos y no supo prever lo que iba a ocurrir. Siente que es una mirada al pasado que le servirá para comprender el futuro.

El volumen no podría tener un título más adecuado. Porque es exactamente una crónica de la Gran Recesión, que cuesta creer fuera escrita antes de que ésta comenzase. De hecho, Rallo ha elegido como apertura un artículo que muy pocos podrían haber escrito: en septiembre de 2007, apenas un mes después de que comenzasen las noticias sobre las primeras inyecciones de liquidez por parte del Banco Central Europeo, y con prácticamente todos los analistas hablando del "aterrizaje suave" que le esperaba a la economía española, Libertad Digital publicaba la columna a que hago referencia, titulada "Se acabó la fiesta". Luego llegaría la resaca.

Desde ese primer artículo, Rallo va desgranando todos los grandes temas que giran alrededor de esta Gran Recesión: la responsabilidad bancaria, el incremento de la deuda pública, el estallido de la burbuja inmobiliaria, los movimientos de los Bancos Centrales, la política económica del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, el euro, los bonus a los directivos, las agencias de calificación... Aunque el criterio de ordenación es cronológico, la obra en ningún caso se lee como una memoria, sino como una continua lección de economía aplicada, en la que no hay campo que no se toque.

Sólo un problema acecha al lector temeroso. El último de los noventa artículos se titula "El crédito desapareció y los gobiernos ocuparon su lugar". Fue la columna que Rallo escribió para el suplemento "Fin de Año" de 2009. En ella, nuestro autor acaba preguntándose si serán capaces los mercados (la iniciativa privada y los empresarios) de "despejar los gravísimos nubarrones que han colocado en el horizonte" los Gobiernos. Y se responde: "Mi apuesta personal es que así será en muchas partes del mundo pero no en España. Sólo los más ricos pueden permitirse el lujo de correr con los gastos de Gobiernos manirrotos". Casi un año y medio después, este jueves 16 de junio de 2011, la prima de riesgo española ha vuelto a su nivel máximo y los comentarios sobre la posible quiebra o rescate de nuestro país se suceden en la prensa y en los mercados.

Ronald Reagan decía que un economista es alguien que ve que algo funciona en la práctica y se pregunta si funcionará en la teoría. El presidente norteamericano no lo hizo mal en el conjunto de sus ocho años, aunque dejó un legado de deuda pública que no habría gustado demasiado a Rallo. También a él le habrían venido bien las lecciones de nuestro autor. El único problema es que este doctor en Economía nació en Castellón cuatro años después de que el republicano llegara a la Casa Blanca. Estaba demasiado lejos y era demasiado joven para poder explicarle a Reagan cómo la teoría y la práctica sí pueden ir de la mano, siempre y cuando se sigan los principios correctos.

 

JUAN RAMÓN RALLO: CRÓNICAS DE LA GRAN RECESIÓN (2007-2009). Unión Editorial (Madrid), 2011, 364 páginas. Prólogo de CARLOS RODRÍGUEZ BRAUN

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