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Carta a D. Mariano Rajoy

Señor Presidente del Gobierno, don Mariano Rajoy Brey:

Permítame que le diga, con todo respeto, lo siguiente:

Cuando Vd habla de un gobierno firme, lo que vemos todos es un gobierno débil que necesita que le den permiso para todo y que, cuando se lo niegan, hace que todos los españoles paguemos tributo a los nacionalistas.

Donde Vd ve un gobierno dialogante, muchos ven otra cosa muy distinta. No escucha Vd a las víctimas del terrorismo, ni a sus propios compañeros, ni al sentido común. Presume de dialogar, pero en realidad adora las alcaldadas. Algo muy propio de quienes carecen de argumentos y se saben débiles.

Durante el tiempo que lleva Vd en Moncloa, no ha atendido más que a dos tipos de personas: los que le bailan el agua y los que le chantajean. De todos los demás no quiere saber nada.

Donde Vd habla de un gobierno transparente, yo veo un gobierno taimado, maniobrero, que huye de la luz, que esconde la verdad y disimula sus intenciones. Esconde Vd la verdad sobre el brazo político de ETA. Esconde usted la verdad sobre los riesgos de la Economía, sobre el déficit, sobre Europa. Esconde la verdad de sus tratos con los nacionalistas. No esconde más verdades porque le falta tiempo.

Usted esconde la verdad de oficio, porque considera que ser sincero es una temeridad, y en su caso sin duda lo es. Le reconozco una capacidad asombrosa para el fingimiento. Tiene usted un arte especial para decir cosas como si dijera algo, pero sin decir nada. Oculta sinuosamente sus intenciones bajo el embozo del buen talante. Y todo esto para no hacer nada, porque donde usted habla de un gobierno eficaz, los resultados denuncian un gobierno mediocre e incompetente... Las contradicciones en el Gobierno, la falta de coordinación entre los ministros y su entusiasmo innovador nos han acostumbrado ya a un continuo baile de propuestas y desmentidos. Se mueven mucho, pero no venden más que aire. Lo que ocurre es que alborotan tanto cada vez que alumbran una iniciativa, la jalean y la aplauden con tal entusiasmo, que todo el mundo la da por hecha. Y con tantos aplausos pareciera que llevan ustedes una actividad frenética, y no es así; en realidad, se limitan a presentar y retirar papeles. Ha dedicado Vd su acción de gobierno a aprobar normas de cara a la galería, que no hacen más que cambiar el nombre a las cosas.

¿Se da usted cuenta de que se pasa la vida hablando de planes y de intenciones? Es usted infatigable inaugurando promesas. Me las cuenta el año que viene, si es que se concretan, que ya nos vamos conociendo.

Se lo diré con el mejor talante: lo que S.S. está haciendo con España es muy grave. Nadie ha conseguido averiguar qué pretende usted, adónde nos lleva y qué quiere hacer con España. Habla poco, como quien no se atreve a confesar sus intenciones, lleva sus cosas a la chita callando y cuando habla lo pone peor... Es usted un monumento a la indecisión que se deja arrastrar por los acontecimientos y por los nacionalistas. No tiene un plan ni alberga una idea realista de España, ni sabe a ciencia cierta cómo acabará esta locura.

Gracias a su talante ha multiplicado las exigencias de los nacionalistas y ha sembrado España de crispación, pero esto no es todo. Lo peor es que usted se ha convertido en parte del problema. No se limita a ser condescendiente con el nacionalismo, se suma a ellos. ¿Contra quién? ¿Cuál es ese adversario que comparte con los nacionalistas? ¿España? ¿La Constitución española?. No me diga que con tal de mantener el poder, es capaz de dar usted satisfacción a los nacionalistas, de renegar incluso de la idea de nación como entorno de solidaridad que ustedes y nosotros hemos compartido siempre. Tienen razón los que dicen que usted ha dejado de pensar en España. Ha puesto usted la nación en almoneda y se propone descoyuntar lo que haga falta con tal de que le ayuden a conservar el poder. No le importa el precio.

Hablemos de la financiación de las comunidades autónomas. Es sabido que Vd. distribuye las mercedes con desenvoltura. Ello responde en parte al desprendido talante que le caracteriza, en parte a su incapacidad para decir que no a sus valedores y sobre todo al horror que le produce cualquier responsabilidad. No se atreve a decir que no. Por eso ni dice ni deja de decir, pero deja creer. Nunca es claro ni tajante y eso alienta determinadas iniciativas de otros por disparatadas que estas sean. Usted es el responsable de que germinen y maduren las peligrosas ensoñaciones que cultiva el señor Mas, usted las deja crecer sin salirles al paso, porque S.S. es muy fuerte con los débiles y muy débil con quienes le chantajean.

La Constitución no considera federalismos, asimetrías o privilegios. Usted, que parece darle la razón al señor Mas, cuando alega que la solidaridad de Cataluña es excesiva, hace como que se distrae, que se olvida de que la cuestión social es un pilar básico de nuestra convivencia. No se distraiga, señoría, porque es cierto que el sistema económico español podría sobrevivir con grandes diferencias de renta en nuestras regiones, lo que no sobreviviría es la idea de España como nación y allí donde no existe un entorno de solidaridad entre personas y territorios no existe nación.

¿Se da usted cuenta, señor presidente, de que sea cual sea el problema que nos ocupa siempre sale a la luz la misma forma de gobernar? No sabe usted a dónde quiere ir, no tiene planes, no asume ninguna responsabilidad, menosprecia a las mayorías y se olvida de los valores. Supongo que es muy duro tener que hacer tantos equilibrios para sujetarse al poder. Debo añadir, a propósito de la financiación, que su sintonía con CIU y la de CIU con usted está contribuyendo a enconar las relaciones entre Cataluña y el resto de España. Me gustaría pensar otra cosa, pero da la impresión de que a usted no le disgusta. Yo, señor presidente, me niego a que ustedes consoliden una imagen negativa de Cataluña y de los catalanes, porque no es justo, señoría. Son muchísimos los catalanes que no comparten los delirios ni la insolidaridad de sus amigos de CIU. Existe una Cataluña abierta, moderada, proyectada al exterior, solidaria y hospitalaria, que nada tiene que ver con esa Cataluña ensimismada, cerrada, egoísta y antipática que los amigos de usted nos ofrecen.

No es Cataluña, señor presidente, no son los catalanes, sino algunos... aliados suyos los que menosprecian a los murcianos cuando afirman que no saben administrar su agua o los que insultan al conjunto de españoles diciéndoles que chupan del bote. Los problemas de Cataluña deben resolverse sin agravios comparativos, sin agresividad y conciliando los intereses de todos. Ni usted ni nadie podrá resolver nada atendiendo a los caprichos y a la irracionalidad de quienes no piensan más que en la confrontación, en el desapego y en la ruptura.

A todo esto, señor Rajoy, ¿qué está haciendo en el País Vasco? ¿Qué oscuros enjuagues se trae con el señor Rubalcaba? Los proetarras han regresado a las instituciones para quedarse y usted, que podía haberlo impedido, no ha hecho nada... Esto es dar mucho el cante, señoría. ¿Será cierto que los ha dejado entrar porque quiere pactar con ellos el futuro de España? ¿Será cierto que usted, Otegui y Rubalcaba se proponen engañarnos a todos? Tal vez por eso utilizan ustedes de repente el mismo lenguaje de Otegui, con sus mismas expresiones: normalización, pacificación, apertura de un proceso de paz, hoja de ruta, definición del marco político. Se han puesto ustedes a hablar en batasuno.

No sé si lo sabe, pero eso para sus compañeros de viaje, los proetarras, significa que usted está dispuesto a saltarse la Constitución, fulminar la Ley de Partidos, deshacer el Pacto antiterrorista, mantener legalizada a Batasuna, indultar a los asesinos, amordazar a las víctimas y entrometerse en Navarra. Sí, señoría, eso es lo que entienden.

Usted ha renunciado a la derrota de ETA. Usted busca una negociación con los terroristas. Usted está dispuesto a que paguemos un precio por la paz. Usted ha decidido cambiar de dirección, traicionar a los muertos y permitir que ETA recupere las posiciones que ocupaba antes de su arrinconamiento. Sí, señor presidente, y de hecho ya ha pagado un anticipo; ha dejado una señal para que los terroristas confíen en usted; ha permitido que los asesinos de ETA comiencen a salir en masa de la cárcel.

Usted pide a los españoles que abandonemos la lucha contra el terrorismo, que le acompañemos a usted, que le cubramos la espalda y que bendigamos su traición a esa lucha. No cuente con eso, señor Rajoy. No cuente con eso. Yo estoy y voy a continuar con el espíritu y en la letra de la lucha por las libertades y contra el terrorismo. Ahí es donde usted puede encontrarme siempre que lo desee y desde ahí le digo que no voy a respaldar que se negocie el futuro de España con los enemigos de España; no voy a recomendar que se pague un precio por la paz; no voy a firmar el armisticio de la derrota y no voy a humillar la dignidad de los españoles. Lo siento mucho, señor Rajoy , pero no puedo acompañarle porque con uno de nosotros dos que pierda la cabeza ya es bastante. No pida usted que la perdamos todos...

Como muchos de los oyentes habrán ya adivinado, en realidad yo no he escrito este editorial. Me he limitado a extraer frases y párrafos del discurso que Mariano Rajoy pronunció en las Cortes el 11 de mayo de 2005, durante el debate sobre el estado de la Nación.

Me he limitado a cambiar nombres de personas y partidos, pero respetando casi toda la literalidad y, por supuesto, el contexto y el espíritu de aquel discurso que Rajoy le dirigió a Zapatero.

Saquen Vds sus propias conclusiones.

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