Menú

La Europa miserable vuelve a rechazar a los refugiados

La madrugada del 10 de noviembre de 1938 se conoce con el nombre de "La noche de los cristales rotos". Las turbas nazis incendiaron aquella noche, en toda Alemania, más de mil sinagogas. Siete mil tiendas y edificios propiedad de judíos fueron atacados a pedradas y mazazos. Casi cien judíos fueron asesinados durante aquella madrugada sangrienta y otros treinta mil fueron detenidos a los largo de los días siguientes y enviados a campos de concentración como Dachau y Buchenwald.

Aquella explosión violenta de odio antisemita provocó un intento de éxodo masivo por parte de los judíos alemanes. Aquellos que podían, trataron de huir del país con sus familias, dejando atrás el horror. Pero la mayoría no pudo escapar, porque encontró las fronteras europeas cerradas.

El repaso de los periódicos de la época es desolador. En Inglaterra se abrió el debate de a dónde enviar a los refugiados judíos que huían de Alemania. Se barajaron, entre otras, las posibilidades de enviarlos a la Guayana inglesa o a Nueza Zelanda.

El gobierno polaco (como refleja el periódico La Vanguardia del 20 de noviembre de 1938) no solo se negó a acoger judíos alemanes, sino que aprovechó la ocasión para pedir a las potencias occidentales que, si se encontraba dónde realojar a los judíos alemanes, se realojara también allí a los judíos polacos "sin que Polonia se vea obligada a recurrir a los métodos nazis para librarse de la población judía".

En Suiza, organizaciones humanitarias solicitaron a las autoridades que se permitiera la entrada en el país, "con carácter transitorio", de un “número limitado” de niños judíos necesitados procedentes de Alemania. Petición que fue atendida por las autoridades suizas bajo la condición de que esos niños siguieran luego viaje para instalarse en otro país.

En Estados Unidos, el gobierno americano anunció que iba a presentar un proyecto al Congreso para acoger, a lo largo del año siguiente, un total de… 81.000 refugiados judíos procedentes de Alemania.

El New York Times del 14/11/1938 trae una noticia estremecedora. Da cuenta ese periódico de las escenas terribles que se vivieron el día anterior en la frontera entre Alemania y Holanda, con refugiados judíos suplicando de rodillas a la policía holandesa que les dejaran salir de Alemania. Pero el gobierno holandés duplicó la seguridad en la frontera para impedir "una invasión de refugiados".

En la frontera con Francia, los judíos alemanes sin papeles eran devueltos a centenares hacia territorio nazi.

Estamos hablando de noviembre de 1938, a menos de 10 meses del inicio de la Segunda Guerra Mundial. Estamos hablando de que la opinión pública occidental conocía perfectamente las noticias de lo sucedido en aquella Noche de los Cristales Rotos y sabían de la violencia antijudía en Alemania. Y a pesar de todo, Europa cerró sus fronteras a los judíos que huían del horror. Déjenme que les pregunte: ¿cuántos de esos judíos a los que los europeos no les permitimos huir, morirían después en las cámaras de gas?

Ayer se vivió en la Unión Europea un nuevo episodio de ignominia, cuando las autoridades comunitarias alcanzaron un acuerdo para pagar unos cuantos miles de millones de euros a Turquía, con el fin de limitar a 72.000 el número de sirios refugiados que podrán entrar en territorio de la Unión.

Llevamos meses viendo las escenas del horror de la guerra, del horror de la huida, del horror de la muerte a las puertas de Europa. Padres que pierden a sus hijos en la travesía, niños sin padre huyendo de las matanzas, familias enteras arriesgando la vida en un bote.

Como en 1938, somos perfectamente conscientes de lo que está sucediendo en Siria y del horror del que los sirios huyen.

Como en 1938, varios países europeos han anunciado ya su oposición a la entrada de refugiados musulmanes.

Como en 1938, los que no han anunciado su oposición a la entrada de refugiados, mercadean con los cupos, ridículamente bajos para las necesidades existentes.

Como en 1938, Europa prefiere buscar territorios fuera de Europa donde ubicar a los refugiados que huyen, antes que dejarles entrar.

Como en 1938, Europa ha blindado sus fronteras para impedir "una invasión de refugiados".

Como en 1938, Europa vuelve a hacer oídos sordos a los seres humanos que suplican de rodillas en su frontera poder entrar en su territorio.

Con dos agravantes. El primero es que en 1938 no existía la Declaración Universal de los Derechos Humanos, así que los países no tenían obligación legal de acoger a nadie. Su única obligación era moral. Nosotros, por el contrario, no solo estamos incumpliendo nuestras obligaciones morales, sino también las legales. Porque el artículo 14.1 de esa Declaración Universal de los Derechos Humanos que toda la Unión Europea ha suscrito, afirma el derecho de los perseguidos a encontrar asilo en el país de su elección. Y la Unión Europea está vulnerando de forma flagrante ese derecho

Y el segundo agravante es que, conociendo la Historia, la Europa miserable está haciendo todo lo posible por repetirla.

Herramientas

0
comentarios