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Pegándonos tiros en el pie

A lo largo de la Historia, ha habido muchas muertes absurdas. Como la del rey Bela I de Hungría, de quien podríamos decir que murió en acto de servicio, porque falleció a consecuencia de las heridas sufridas al romperse el trono sobre el que estaba sentado.

O como la de Hans Steininger, burgomaestre de la ciudad austriaca de Braunau, que murió al romperse el cuello tras tropezar con su propia barba, que medía más de metro y medio.

O como la de Garry Hoy, un abogado canadiense que estaba enseñando su despacho a unos visitantes y se arrojó contra la ventana para demostrar que era irrompible. La ventana era irrompible, en efecto, pero se arrojó con tanta fuerza contra ella, que el marco entero cedió, y Garry cayó, junto con la intacta ventana, desde una altura de veinticuatro pisos.

Una de las muertes más llamativas quizá sea la de George Plantagenet, hermano del rey Enrique IV de Inglaterra. Tras conspirar contra su hermano, George fue encerrado en la Torre de Londres y condenado a muerte. Y cuenta la leyenda que el rey concedió a su levantisco hermano el derecho a elegir la forma de ejecución. Como era un poco borrachín, parece ser que George Plantagenet decidió, ni corto ni perezoso, morir ahogado en un barril de buen vino.

Andamos estos días asistiendo en directo al suicidio del euro, lo que no deja de tener también su interés histórico. Las monedas nacen y desaparecen, por lo que antes o después, el euro habría de dejar paso a alguna nueva moneda, quizá mundial. Pero puestos a morir, existen formas normales y formas absurdas de hacerlo. Y parece que Europa ha decidido que el euro debe morir de la forma más absurda posible: dinamitado desde dentro.

Echando la vista atrás, parece que no se ha desperdiciado ni una sola oportunidad de cometer un error:

1) Se permitió que Grecia entrara en el euro, cuando no estaba preparada para hacerlo.

2) Se permitió que Grecia falseara las cuentas durante más de una década.

3) Al estallar la crisis, se pretendió imponer a Grecia, a cambio de la ayuda financiera, un durísimo plan de ajuste, que condenaba directamente a la pobreza a toda la clase media griega.

4) Cuando Papandreu, el líder del partido socialista griego, quiso hacer un referéndum para que los ciudadanos griegos aceptaran o rechazaran ese plan de ajuste, se dio un golpe de estado palaciego para impedírselo y se le apeó del poder. Y todo para evitar que Grecia impagara su deuda a los bancos alemanes y franceses, deuda que se socializó entre todos los ciudadanos europeos.

5) Se impuso por la fuerza el plan de ajuste a Grecia, sin atender más que a la cuenta de resultados final, dejando en manos de la corrupta clase política griega la implementación de ese plan de ajuste. En consecuencia, no se acabó con la corrupción ni con el despilfarro, pero se hundió a los griegos en la pobreza.

6) En vez de rectificar cuando el paro comenzó a crecer exponencialmente y la economía a contraerse, se persistió en la política de que fueran los ciudadanos de a pie los que cargaran con todo el peso del ajuste, lo que introdujo a Grecia en una espiral de destrucción de riqueza.

7) Lejos de corregir el error cuando las encuestas y las elecciones fueron mostrando que la pobreza empujaba a los griegos hacia partidos extremistas, la Unión Europea siguió apoyando a la corrupta casta política griega y haciendo negocios con ella. Y así, mientras a los griegos de a pie se les exigía austeridad, al gobierno griego se le vendían armas por valor de miles de millones de euros.

Y de esa manera tan estúpida, la Unión Europea se metió ella sola en una ratonera de la que es imposible escapar. Porque una vez que Syriza tomó el poder, puso como condición que no fueran los ciudadanos de a pie los que pagaran el pato. Con lo cual, todas las alternativas de las que disponía la Unión Europea pasaron a ser malas: si empezaba a ayudarse de verdad a Grecia, el populismo podría contagiarse a otros países; y si no se la ayudaba, Grecia estaba condenada a la quiebra, con el consiguiente impacto en el euro.

Así que Europa se puso a jugar a los triles, tratando de ganar tiempo mientras se asfixiaba financieramente al gobierno de Tsipras, para provocar su caída. Pero Tsipras, que puede ser populista pero no tonto, ha desbaratado la jugada convocando ese referéndum que a Papandreu no le dejaron celebrar en su día.

Con lo cual, vamos hacia el choque de trenes. Probablemente Grecia impague su deuda y se vea forzada a salir del euro. Con lo cual sufrirán los griegos (que verán su economía hundirse todavía más y sumergirse en una espiral inflacionaria), sufriremos el resto de ciudadanos europeos (puesto que nuestros países no podrán cobrar lo que los griegos les adeudan), sufrirá la cohesión de la Unión Europea (puesto que quedará demostrado que, a la hora de la verdad, cada país va a lo suyo) y sufrirá el euro (debido a las turbulencias financieras y a que quedará patente que lo del euro no es un camino sin vuelta atrás).

Resulta pasmoso ver cómo Europa se ha venido pegando en los últimos años, no uno, sino varios tiros en el pie. ¡Pero qué le vamos a hacer! Cada cual elige su destino. Y Europa tendrá lo que se ha estado buscando.

Porque no nos engañemos: si los griegos deciden rechazar las condiciones de Europa, tendrán que atenerse a las consecuencias. Pero también Europa tendrá que atenerse a las consecuencias, si finalmente los griegos se ven forzados a abandonar el euro.

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