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Luis Hernández Arroyo

El ajuste que viene, bravío, a la española

Cuanto más lento y mezquino sea ese ajuste de precios y salarios, más doloroso y prolongado será el ajuste –inevitable–, pues recaerá sobre el volumen de actividad.

Como ya expliqué en artículos anteriores, el ajuste que se nos viene encima va a ser duro por dos razones: no podemos rebajar los tipos de interés y tampoco podemos ajustar el tipo de cambio. Además, el tipo de cambio del euro se está apreciando frente al dólar, lo que nos reduce mercados en Europa a favor de todas las divisas que han seguido a la moneda norteamericana. Carecemos de esas válvulas que actúan de lubricantes en los ajustes.

Pero lo peor no es eso. Lo peor es que España es un país de cultura económica precaria, en la que prima intentar que el "otro" no sepa la verdad. La opacidad es la norma. De la misma manera que ser rico es algo que se oculta, pues la envidia corre libre por las calles aunque de forma simultánea se haga ostentación de bienes de lujo (coches, yates, etc.,) no se quiere decir por cuánto se compra y se vende un piso. El Gobierno, erróneamente, es cómplice de esta actitud al decir que los pisos sólo han caído un 0,3% en el último trimestre.

Un ajuste con los excesos del pasado sólo se acaba cuando los precios relativos de toda la economía se han reequilibrado a su nivel natural. Los precios de los inmuebles deben volver a la ratio histórica con el PIB; los salarios deben ajustarse a unos costes unitarios en línea con nuestros competidores del exterior; el nivel de precios internos, finalmente, debe también alinearse con los precios mundiales. Esto no es fácil si la cultura impone por encima de todo la mentira de que aquí no pasa nada.

Cuanto más lento y mezquino sea ese ajuste de precios y salarios, más doloroso y prolongado será el ajuste –inevitable–, pues recaerá sobre el volumen de actividad. Es fácil comprenderlo: cuanto más reticentes seamos a alinearnos con los precios de fuera, más iremos a comprar a los mercados exteriores. Sin embargo, se trata de lo contrario: que más agentes exteriores vengan a comprar nuestros productos de consumo e inversión y que más empresas vengan a producir aquí. Por lo tanto, la lentitud de ajuste de precios contraerá la demanda de bienes internos y acentuará la deslocalización de la producción hacia países como China. Por ello, el paro aumentará, lo que hará caer el consumo. La simulación de que los pisos no bajan retrasará el vaciamiento de los stocks invendidos en el mercado de pisos.

Esto es lo que hay. No hay vías de escape, salvo pedir cobertura financiera al exterior para suavizar las peores consecuencias, pero que puede ser –y será– mal administrada. Los signos de este Gobierno no son tranquilizadores: Miguel Sebastián dice que es el momento de comprar suelo a las inmobiliarias... ¿A qué precio, al de mercado? Pues entonces que lo vendan en el mercado. ¿A un precio superior? Eso sería un escándalo si no estuviéramos en España. Y, ¿para qué quiere el estado suelo urbano? ¿Por qué no lavadores y coches de los que se queden en paro? No se olvide: es la primera vez que tenemos un déficit exterior del 10% del PIB; y es la primera vez que no podemos devaluar. Y es la primera vez que tenemos un Gobierno tan incompetente, Sebastián incluido.

Estas y otras propuestas dan miedo. La oposición está en un limbo que se ha creado ella misma y no sabe qué replicar a estas locuras No hay liderazgo; estamos en manos de sinvergüenzas corruptos, o de politiquillos con espíritu funcionarial. En definitiva, el ajuste a la española va a ser bravío, con mucho encono, mucha fricción, mucha salida a la calle a manifestar lágrimas, impotencia, o lo que es peor, el chantaje de los que tienen poder para hacerlo. Es decir, muy largo, con precios siempre retrasados respecto al ajuste, mucho paro y malestar.

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