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Marcel Gascón Barberá

El aurresku ya no es el baile de ETA

En las 'regiones históricas', los símbolos de las culturas autóctonas han sido secuestrados por los movimientos separatistas.

En las 'regiones históricas', los símbolos de las culturas autóctonas han sido secuestrados por los movimientos separatistas.
Santiago Abascal, en la clausura de 'Voxaventura' (Viva21). | EFE

Muchos españoles, me atrevería a decir que la mayoría, conocemos el aurresku por ser el baile con que se recibe a los terroristas excarcelados (ahora todos los viernes por el mismo juez que les metía en chirona) cuando regresan a seguir chuleándose de las víctimas en las calles, ya limpias de sangre, del País Vasco.

Puede que la asociación resulte simplista, pero es comprensible, y casi inevitable. El interés por los bailes y músicas regionales, sobre todo si son de otros, es limitado entre el común de los españoles. Y durante muchos años los aurreskus han salido en la tele bailados en los comités de bienvenida a los presos.

En las regiones históricas, los símbolos de las culturas autóctonas han sido, además, secuestrados por los movimientos separatistas. Déjenme decir que a esta opa hostil ha contribuido a la deserción de muchos tradicionalistas periféricos que sí se saben parte de España.

En el caso del País Vasco, sin embargo, las cosas han tenido un cariz más dramático. La conquista abertzale y jeltzale de la tradición no puede explicarse sin el éxodo masivo de decenas de miles de vascos, mayoritariamente conservadores y profundamente enraizados a su tierra, empujados a emigrar por la la acción combinada de la estigmatización nacionalista y el terror etarra.

La consecuencia de todo ello ha sido la reducción de las lenguas y demás peculiaridades regionales en Cataluña, Baleares, Valencia, el País Vasco y Galicia a meras armas políticas que las élites locales empuñan contra España, siempre con la connivencia de un establishment madrileño que sigue apostando por el apaciguamiento como forma de aferrarse al poder y calmar las aguas.

Y así hemos llegado a lo que también pasa ya con la raza. A que la lengua o ciertas costumbres denoten un cierto posicionamiento político y extrañe encontrar a alguien que tenga el catalán, el gallego o el euskera como lengua materna y sea partidario de la unidad de España.

A aclarar este malentendido y poner fin a la exclusividad que, al menos en el imaginario colectivo español, tenía la ETA sobre el aurresku ha contribuido enormemente Voxaventura, el nombre que se ha dado en tuiter a la fiesta multitudinaria de Vox.

El líder del partido, Santiago Abascal, fue recibido a su llegada al acto con un aurresku. Al elegir esta forma de darle la bienvenida, quienes concibieron la puesta en escena de Voxaventura no sólo reivindicaron la vasquidad –siempre puesta en duda por quienes quisieron matarle– de Santiago Abascal. También han limpiado al aurresku y a sus dantzaris de una identificación injusta que nos hacía ver este baile inocente como una danza fea y portadora de tortura, acoso, infelicidad y muerte.

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