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Miguel del Pino

Diez segundos con los tigres

Algunos tigres de Bengala han sido verdaderos devoradores de hombres, otros atacan sistemáticamente al ganado.

Han bastado los diez segundos de duración de un vídeo captado por una de las cámaras instaladas en la naturaleza observando la vida salvaje en los bosques de China para devolver las esperanzas sobre la supervivencia del tigre de Amur en el gran país asiático.

El tigre de Amur es conocido también como tigre de Siberia, es la mayor de todas las subespecies del gran felino que aún se conservan Asia. Su espléndido manto de piel provista de abundante pelo largo justifica su denominación científica: Panthera tigris longipilis.

Las siete subespecies sobrevivientes del tigre siguen una regla muy extendida en ecología según la cual las subespecies y razas van disminuyendo en tamaño de norte a sur. En este caso el gran tigre de Siberia es el mayor de todos, y el más pequeño el muy escaso tigre de Bali, mantenido prácticamente sólo en cautividad. Son intermedios en envergadura el de Bengala, el de Sumatra y el malayo.

Hace décadas que el tigre de Amur había desaparecido del catálogo de la fauna silvestre de China; por eso ha causado sensación entre los científicos de aquel país el video al que nos referíamos anteriormente. Son diez segundos que filman los juegos de una tigresa con dos crecidos cachorros de alrededor de año y medio de edad. Tal escena transcurre a más de treinta kilómetros de la frontera rusa, lo que prueba que el gran tigre del norte vuelve a reproducirse en China, y ello no se debe a la casualidad, sino al trabajo.

Recuperar el tigre siberiano era una empresa a la que los zoólogos y conservacionistas chinos llevaban años aferrándose. La caza excesiva de los comienzos del siglo veinte había resultado demoledora, y no solamente por el valor de las pieles, sino sobre todo por las leyendas que atribuyen a los huesos del gran felino propiedades médicas tan imaginativas como absurdas.

En las zonas montañosas más inaccesibles de la Siberia rusa se cree que sobreviven en la actualidad unos cuatrocientos ejemplares de tigre siberiano, o de Amur; se trataba de atraerlos de nuevo a China y para ello ha tenido lugar un ingente trabajo basado en los siguientes apartados: lucha contra el furtivismo, aumento de las presas potenciales (cérvidos sobre todo en este caso), establecimiento de corredores ecológicos protegidos y estrecha vigilancia que incluye la instalación de cámaras ocultas para observar los posibles movimientos de la fauna.

El premio gordo obtenido, la filmación de las tiernas escenas de juegos entre madre e hijos marca nuevos objetivos: consolidar el asentamiento y potenciar la reproducción en libertad.

Es cierto que estos gigantes de la especie del felino de piel rayada se han reproducido bien en cautividad y cuentan con una población floreciente en zoológicos e incluso en circos, pero es muy importante la recuperación de los genes salvajes, especialmente de los más puros, los nórdicos, ya que en el extremo sur de la distribución parece que se habían producido hibridaciones con la subespecie de Bengala.

Si China consigue estabilizar una población de tigres de Amur, le habrá salido un competidor al Panda gigante a la hora de representar simbólicamente el respeto del gigante asiático por la conservación de la vida silvestre. Las autoridades no escatiman esfuerzos a la hora de ofrecer ante Occidente la imagen más proteccionista posible, hasta el extremo de que se ha llegado a decretar la pena de muerte para los furtivos que puedan atentar contra las joyas zoológicas emblemáticas como dicho Panda.

No se sabe con certeza el número de tigres que quedan en la naturaleza en estos momentos, pero contando las diferentes subespecies es posible que no sobrepasen la cifra de dos mil quinientos ejemplares, mil cuatrocientos de Bengala, cuatrocientos de Siberia, y el resto repartido entre las demás subespecies.

Como antes recordábamos al gran competidor del león al aspirar al trono de rey de los felinos, le surgió un dramático problema cuando se vio involucrado en las leyendas de la llamada "medicina popular china". Algunos tigres de Bengala han sido verdaderos devoradores de hombres, otros atacan sistemáticamente al ganado de los campesinos, pero es más fácil sobrevivir con esta carga de "delitos" que ante las supuestas propiedades clínicas o afrodisíacas de los huesos pulverizados, o de cualquier otro resto de tan soberbias criaturas.

Para aumentar si cabe su imponente belleza, algunos tigres de Siberia son afectados por la mutación que convierte su piel en blanca sin perder las características rayas negras, y a veces con el aditivo de unos bellísimos ojos verdes o azules, aunque puestos a presumir de colores bellos no hay que olvidar el tono anaranjado y las rayas muy juntas de los escasos tigres malayos. En tiempos, afortunadamente pasados, de la caza masiva por el interés peletero, algunas criaturas salvajes fueron condenadas a la extinción simplemente por ser hermosas.

Hoy hay que felicitar a las autoridades y a los zoólogos chinos. Una tigresa de Amur y su prole juegan felices a más de treinta kilómetros de la frontera rusa. Son ya chinos de pleno derecho.

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