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Pablo Molina

Bueno para él y para España

Otro vendrá que bueno lo hará y, como es tradición, prometerá en la toma de posesión reformar la Justicia para que sea realmente independiente.

La dimisión de Alberto Ruiz Gallardón era lo lógico tras el último batacazo de su ministerio y, precisamente por eso, lo que menos podría esperarse de un personaje que jamás ha actuado con la dosis de humildad que un paso de esa trascendencia requiere. Gallardón se va y, si hemos de creerlo esta vez, lo hace por no haber podido llevar a cabo una reforma legal que exigía el sector del Partido Popular al que más ha despreciado a lo largo de su vida política. La ironía es notable porque motivos para dimitir, si la razón fuera el fracaso, ha tenido suficientes antes de este último fiasco con la ley del aborto, pero se va justo tras un varapalo a los votantes más refractarios hacia él y su forma de entender la política.

Los conservadores del PP se encuentran desde hoy con la paradoja de que se va el político que más ha traicionado su confianza, y lo hace reclamando su inclusión en el martirologio de los defensores de grandes principios que Rajoy ha decidido traicionar, una inversión de papeles que deja descolocados a unos y a otros y a Gallardón por encima del bien y del mal, como ha ocurrido tantas veces. Su despedida ha llevado incluido el inevitable rasgo de soberbia del personaje, que ha recordado a los periodistas que la reforma legal desdeñada por Rajoy ha contado con el voto favorable de los órganos consultivos más importantes del Estado, señal de que los deberes estaban muy bien hechos, y si no ha recibido la aprobación de profesor es porque le tiene manía.

El momento de su dimisión es también muy significativo, precisamente cuando la Generalidad de Cataluña inicia oficialmente sus trámites jurídicos para llevar a cabo la secesión de ese territorio. En tales circunstancias, el único ministro que no debe moverse de su puesto, junto con el de Interior, es precisamente el de Justicia, de cuyo departamento han de partir las iniciativas legales necesarias para frenar la asonada. Pero Gallardón ha decidido poner tierra de por medio, lo que será sin duda bueno para él en términos de salud y no sabemos si también para los españoles, dependiendo del figura que Rajoy decida poner al frente del esa cartera. Otro vendrá que bueno lo hará y, como es tradición, prometerá en la toma de posesión reformar la Justicia para que sea realmente independiente. Lo del aborto, gracias a Gallardón, ya ha quedado zanjado para siempre.

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