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Pablo Molina

El público de La Sexta no sabe preguntar

Fue el pasado domingo, cuando una joven andaluza preguntó a Pablo Iglesias por su medio de transporte habitual.

Fue el pasado domingo, cuando una joven andaluza preguntó a Pablo Iglesias por su medio de transporte habitual.

Los formatos televisivos de la información política experimentan curiosas mutaciones según la temporada. La tertulia clásica, producto radiofónico que las cadenas de televisión explotan hasta la saciedad, deja paso en ocasiones a otras fórmulas que permiten el contacto directo entre los políticos y el respetable, o sea los ciudadanos, es decir los votantes.

Comenzó Televisión Española con aquel espacio al que, en un arrebato de genialidad, le pusieron por título Tengo una pregunta para usted, en el que el público del plató, en efecto, preguntaba al político invitado. Lo presentaba Lorenzo Milá y por él pasaron todos los políticos del momento, sin excepción. Acudieron hasta Fernández Toxo, Cándido Méndez y Díaz Ferrán, tres personajazos, a hablar de los retos de la economía y del mercado laboral. ¿Era o no un programa genial?

Incomprensiblemente, la televisión pública abandonó aquel formato en 2009 y nunca más se supo. Pero para eso está La Sexta, para recuperar viejas fórmulas y revitalizarlas con la pareja Ferreras-Pastor y su acrisolada independencia, tantas veces acreditada a lo largo de los últimos años.

En estos momentos es Ana Pastor la encargada de dar voz al votante de España, para que pregunte al político invitado lo que considere oportuno. Lamentablemente, lo que el público de La Sexta plantea son cuestiones generalmente absurdas, que solo sirven para que el político de turno se luzca tirando de manual. "¿Qué haría usted si fuera presidente para acabar con el paro?" es una pregunta estúpida que, sin embargo, surge en cada programa sin solución de continuidad. Y como esa, otras muchas que evitan al invitado pronunciarse sobre asuntos que de verdad importan a la mayoría de los ciudadanos y ante los que su partido mantiene actitudes ambiguas. Así pues, a ningún político de izquierdas le piden opinión sobre los impuestos abusivos que pagamos todos, especialmente las clases más bajas, ni a los del centro-derecha que se pronuncien sobre el drama del aborto, dos cuestiones complejas sobre las que unos y otros prefieren pasar de puntillas. Ana Pastor tampoco se detiene en estos asuntos que afectan directamente a la credibilidad de nuestros políticos y prefiere seguir la agenda del momento.

En la presente temporada, solo una persona ha formulado una pregunta pertinente al político indicado. Fue el pasado domingo, cuando una joven andaluza preguntó a Pablo Iglesias por su medio de transporte habitual. A Iglesias le cambió la cara, porque tuvo que reconocer ante los de abajo que es un castuzo de primera división abonado al coche oficial. Sus amenazas a la convivencia cívica, su cerco a la democracia, lo disparatado de su programa económico o sus relaciones directas con las peores dictaduras son asuntos que a sus votantes les traen sin cuidado. Ahora bien, si comienzan a sospechar que su líder máximo viaja con chófer, una gran mayoría comenzará a plantearse votar al Pacma o a los hermanos garzones en la próxima cita electoral.

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