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Pablo Planas

Cataluña, fuera de la ley

Rajoy está muy lejos de predicar el respeto a la ley con el ejemplo de su aplicación.

Empieza a no tener demasiado sentido oponer las agudas disertaciones de Rajoy y Rubalcaba sobre el bien indiviso y el imperio de la ley a las amenazas de los partidos del bloque separatista catalán. Más cuando a plena luz del día, por activa y por pasiva, sin dobleces y con manifiesto desprecio por las resoluciones que pueda adoptar el Congreso, los teóricos representantes del Estado en Cataluña anuncian que incumplirán la legalidad con la convocatoria un referéndum independentista. El portavoz de la Generalidad, Francesc Homs, lo dijo horas antes de que comenzara el debate en el Congreso de los Diputados sobre la cuestión catalana. "Votar se votará. Diga lo que diga el Congreso", afirmó el campanudo consejero antes de tomar el AVE para asistir en vivo al descenso por la escala del hemiciclo de Marta Rovira. (Parte de la mañana dedicó la diputada regional republicana a familiarizarse con el escenario, tomar medidas del atril y subir y bajar las escaleras del recinto, en un ensayo completo que daba cuenta de la solemnidad de la ocasión).

Puro teatro, como la incalificable intervención del diputado Alfred Bosch, el portavoz de ERC en la Cámara, que abandonó la tribuna con un "Catalanes, catalanas: que la fuerza os acompañe", corolario de la concepción y conocimiento jurídicos que sustentan el derecho a decidir. El probablemente involuntario homenaje a La Guerra de las Galaxias esconde lo que hay detrás del plan nacionalista: la fuerza, los hechos consumados, el incumplimiento de leyes y sentencias, la presión social, la manipulación mediática y la corrupción nacionalista institucionalizada. Bosch dice lo de la fuerza como contaba los chistes Eugenio y la cosa no parece preocupante. Tampoco lo parece que Marta Rovira se crea de veras que representa a todo el pueblo catalán, incluso cuando pierde los papeles y rompe una cuerda del violonchelo. Además, sube y baja escaleras que es un primor. Lo que sí debería empezar a inquietar a alguien en el PP y en el PSOE es que, entre la fuerza y la lírica, en Cataluña no hay más ley que las fetuas de Homs, las visiones de Mas y las órdenes de Carme Forcadell, la poli mala si Rovira fuera la buena.

Habrá quien sostenga que las intervenciones de Rajoy y Rubalcaba han sido irreprochables, impecables y definitivas. Desde el punto de vista de la retórica parlamentaria, se trata de una cuestión de gustos. Desde el práctico, han sido una pérdida absoluta de tiempo. Los comisionados del parlamento catalán no son conscientes de haber hecho el ridículo, o no más que el resto. Y es verdad que representan a una cierta Cataluña, la que conoce Madrid a través de TV3 o de las confidencias de Duran, capaz de sostener sin rubor que el referéndum que proponen es menos vinculante que un sondeo de opinión. De ahí que a los diputados del tercio catalán se les dispensara una despedida en la estación de Sants como si fueran exploradores polares. ¿Dónde pensarán realmente que han estado en las últimas horas? El recibimiento puede ser apoteósico si se atiende a su agenda de entrevistas para los próximos dias. Se esperan con delectación las anécdotas personales y las impresiones de Madrid de los embajadores del president.

Por la parte del Gobierno, empieza a cobrar carta de naturaleza la sospecha de que el único plan consiste en la capacidad pedagógica de Rajoy, que está muy lejos de predicar el respeto a la ley con el ejemplo de su aplicación. De lo contrario, un tipo como Homs no podría decir eso de que "votar se votará", Mas no sería el representante ordinario del Estado (español) en Cataluña y nos habríamos evitado el discurso de Marta Rovira y, de paso, el de Alfonso Alonso.

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