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Pablo Planas

Feminismo y cambio climático

La senda de Antonio está plagada de felices casualidades que se traducen en la liquidación de quienes ya no le sirven.

La senda de Antonio está plagada de felices casualidades que se traducen en la liquidación de quienes ya no le sirven.
Adriana Lastra. | EFE

El feminismo en general mantuvo un prudente silencio en la fenomenal polémica sobre el incidente protagonizado por una mujer brasileña y un veterano financiero en una piscina de la Moraleja. Ni siquiera la ministra Irene Montero ha salido en defensa de la joven. Y ojo que el conjunto de la situación daba para abrir y explorar nuevas vías en los "estudios de género", sea lo que sea eso, para ciscarse a gusto en el heteropatriarcado y denunciar la explotación que sufren muchas mujeres inmigrantes.

La vida es así. La señora Rita Maestre irrumpió en la capilla de la Complutense para enseñar el sujetador ante al altar y corear consignas del tipo "Contra el Vaticano poder clitoriano" y desde entonces no ha hecho más que prosperar en política. Ahora es concejal en el Ayuntamiento de la capital, nada menos. En cambio, el feminismo ha dado la espalda de manera clamorosa a la joven que practicó "topless" en una piscina de un exclusivo club. De nada le ha servido ser mujer, extranjera y de orígenes probablemente humildes, circunstancias que debían haber activado de manera inmediata la "sororidad".

Ninguna política de un mínimo relieve se ha referido a esta mujer. En cambio, el cese de Adriana Lastra como vicesecretaria general del PSOE ha causado toda clase de reacciones femeninas, feministas y sobre el feminismo. Lastra dice que lo deja porque está incursa en un embarazo de alto riesgo. Es una razón incontestable para abandonar un cargo que requiere de una notoria capacidad para excretar bilis y planear y ejecutar decisiones incompatibles con el buen curso de una gestación saludable.

Coincide la retirada con los deseos de Pedro Sánchez y eso no es nada extraño porque la senda de Antonio está plagada de felices casualidades que se traducen en la liquidación de quienes ya no le sirven. Lastra y José Luis Ábalos fueron dos de las personas más importantes cuando Sánchez emprendió el asalto al PSOE tras haber sido despedido por sus propios compañeros.

Hasta ahí debería llegar el debate, pero las congéneres de Lastra, sobre todo las de la oposición, censuran que un embarazo sea la excusa para dimitir. Consideran que el PSOE debería estar en sintonía con las leyes que rigen la "conciliación" y que estamos ante un despido encubierto por razones típicamente machistas en pleno siglo XXI. Concurre que tienen una opinión muy favorable del PSOE como centro de trabajo a pesar de que militan en otros partidos, como si la formación de Pablo Iglesias, el auténtico, fuera una organización moderna de corte socialdemócrata. Pero no es tal, ni tampoco lo era antes de caer en las funestas manos de Pedro Sánchez. Nunca lo ha sido.

Es cierto también que las andanadas de las mujeres de Vox y del PP pretenden agudizar el espeso silencio de sus colegas del PSOE y Unidas Podemos en un tema capital, cual es la influencia del embarazo y la maternidad en la carrera profesional de las mujeres. Pero en ese sentido, Lastra no es un buen ejemplo porque ejerce un oficio en el que la recolocación está prácticamente asegurada. La diputada ya no será ministra, pero sus posibilidades pasaban por un próximo Gobierno con Sánchez al frente. Si esa catástrofe se volviera a producir, tampoco es descartable que Sánchez rescate a su vieja amiga y la ponga en el ministerio de Teresa Ribera, el de "Transición Ecológica y el Reto Demográfico de España".

En virtud de tal enunciado debería haber comparecido la antedicha Ribera junto a Sánchez en la tierra quemada de Extremadura. No ha sido el caso. Tampoco es necesario provocar a la gente con la vicepresidenta del recibo de la luz y la "excepción ibérica". Y menos en plena "Operación Resurrección". El presidente, que luce un tipazo, ha declarado que: "El cambio climático mata. Mata personas, lo hemos visto. Mata también nuestro ecosistema, nuestra biodiversidad y también destruye los bienes más preciados".

Estamos rodeados. Franco, Putin y ahora el cambio climático. El cambio climático, sí, el que fríe los sesos de los pirómanos y los imprudentes, el que causa los relámpagos y el que impide destinar medios para la conservación de los espacios tan obvios como limpiar la maleza, abrir cortafuegos y atender las necesidades de agricultores, ganaderos y moradores del medio rural. Es decir, aquello a lo que se dedicaba el Instituto para la Conservación de la Naturaleza (ICONA), que fue como se pasó a llamar en 1971 la Dirección General de Montes, que data de 1833.

El caso es que Sánchez ha pedido un gran pacto sobre la "emergencia climática" y ha desperdiciado el gol cantado de crear un Ministerio del Cambio Climático que reduzca el desgaste causado por el de Transición Ecológica y Reto Demográfico. Lo tenía a huevo y habría colado. ¿Pero qué es el mortal cambio climático para el Gobierno de coalición? Un asunto terrible que se sustancia en una "Oficina Española del Cambio Climático" creada en abril de 2001, en pleno Gobierno de José María Aznar, a cuyo ejecutivo le cabe el honor de haber sido el primero en España en asumir las teorías de los "verdes" alemanes, los mismos que han aprobado sin reparos la reapertura de las supuestamente contaminantes minas de carbón de su país porque no quieren pasar frío cuando su admirado Putin les corte el gas.

Por no hablar del extraordinario negocio del ecologismo. No hay más que ver las etiquetas de los alimentos, todas bio, eco, orgánicas y de impacto nulo, como mínimo, sobre el medio ambiente, el último grito tras el kilómetro cero.

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