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Pablo Planas

Sánchez, al trote cochinero

Del presidente que andaba rápido hemos pasado al que corre despacio. El trote cochinero de Sánchez por los jardines de la hacienda presidencial da pie a variadas interpretaciones.

Del presidente que andaba rápido hemos pasado al que corre despacio. El trote cochinero de Sánchez por los jardines de la hacienda presidencial da pie a variadas interpretaciones.
Pedro Sánchez corriendo en Moncloa | Moncloa

Del presidente que andaba rápido hemos pasado al que corre despacio. El trote cochinero de Sánchez por los jardines de la hacienda presidencial da pie a variadas interpretaciones. De entrada, que el dirigente socialista disfruta sin cortarse un pelo de las posibilidades ociosas que un complejo como la Moncloa ofrece a sus afortunados inquilinos. No lleva más de una semana, pero Sánchez se maneja en el palacio del presidente del Gobierno como si viviera de toda la vida. Igual que la perra.

Muy comentada también la camiseta, conmemorativa del 25 aniversario de los Juegos de Barcelona, que lucía el presidente en su parsimoniosa carrera. Ahí aprecian los observadores más avezados un guiño al diálogo para apaciguar la situación catalana, con lo que el correteo matinal sería una prueba más de que el flamante presidente no da puntada sin hilo, como en los golpes de efecto del Aquarius y la tumba de Franco.

La magnífica y estilizada planta del presidente contrasta empero con ese correr cansino difundido por Moncloa. No es que el presidente tuviera que esprintar ante las cámaras si quería marcar otro antes y después con el rumiante Rajoy, pero algo más de brío no habría venido mal, toda vez que no queda claro quién llegaría primero a un punto determinado, si Mariano con su peculiar estilo de pollo sin cabeza o el bello Pedro a ritmo de vaca loca. En la fábula del conejo gana la tortuga.

De Adolfo Suárez hay fotos jugando al tenis y nadando. Calvo Sotelo no debió practicar deportes en su vida y de Felipe González consta que se disfrazó de portero para un partido entre políticos y periodistas. Aznar implantó la cultura de la educación física en los hábitos presidenciales al punto de sacarse la tableta abdominal rondando los cincuenta. Gran mérito. Zapatero rebajó el listón con unas imágenes trucadas con chándal en la playa, pero mandó montar una cancha de baloncesto en la Moncloa.

En ningún caso hay indicios de que las aptitudes atléticas de los presidentes del Gobierno hayan influido en la gobernación. En general se han exhibido pegando brincos o moviendo el bullarengue cuando no tenían nada que decir. Sánchez se ha esperado a que atracara el Aquarius para difundir su presunta rutina matinal, el correteo relajado de un hombre con la conciencia tranquila que lo mismo se merienda a un ministro tuitero que se sirve los despojos del Caudillo para un tentempié vermutero. Miedo no, lo siguiente. Miedito.

A muchos golpistas les gusta lo que ven de Sánchez. Se da por hecho el traslado de los políticos presos a cárceles de Cataluña, controladas por la Generalidad. Se ofrecen reformas constitucionales, condonar la gigantesca deuda autonómica generada por la construcción de una nación artificial más diálogo, distensión y relax. Sólo Puigdemont, cada vez más aislado, y los coros y danzas de la Assemblea Nacional Catalana (ANC) se resisten al reparto del botín de España que ofrece Sánchez para garantizarse una larga estancia en la Moncloa. El otro Sànchez, preso en Soto del Real, avala la negociación. Igual que el otro Jordi, Cuixart, y Turull.

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