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Pedro de Tena

Andalucía, de nuevo sacrificada

Con la información de que el exrey y el Rey animaron la emergencia de Susana Díaz cobran sentido muchas cosas.

Conozco a Lucía Méndez desde hace muchos años –mitad de un cordero compartimos en la Palencia de Paco Frechoso (la otra mitad se la comió su marido)–, y creo firmemente que lo que dice sobre el Rey, el exrey y Susana Díaz es totalmente cierto porque aquella redacción de la sección nacional de El Mundo de 1989 y siguientes, a la que pertenecí, no mintió ni miente. Por ello considero relevante exponer más ampliamente  mi tesis sobre lo ocurrido en Andalucía desde 2012 y lo que a va a ocurrir. Se ajusta como un guante a la información que explica la Operación Susana y sus efectos sobre el porvenir de Andalucía, que es la quinta parte de España por si alguien lo olvida. Resumiendo: el cambio en Andalucía y, consecuentemente, el fin del régimen más corrupto de España que es el del PSOE andaluz y el desarrollo económico, social, cultural y moral de los andaluces han sido y van a ser de nuevo sacrificados en el altar inmisericorde del Estado, entendiendo por "Estado y razón de Estado" la conjunción de intereses y visiones de las personas y grupos que han mandado en España después de 1975.

No es la primera vez. Ya en el siglo XIX, el primitivo impulso liberal de unos ciudadanos andaluces entusiasmados por el progreso y la democracia con fundamento en las Cortes de Cádiz y su valerosa apuesta arriesgada por las incipientes banca e industria españolas fue machacado por el argumento de la estabilidad del Estado. La necesidad de preservar los intereses agrarios y ganaderos de su insensible aristocracia terrateniente y la de dar preferencia al dominio de las oligarquías vasca y catalana sobre el primer industrialismo para evitar el crecimiento del separatismo, evitó toda reforma y todo cambio en el destino andaluz y de todo el gran Sur de España. Fue la razón de Estado de entonces.

En la transición, el Estado se vio obligado a conceder la autonomía de primera a una Andalucía insurgente porque el descontento por la desigualdad interterritorial existente desde hacía casi cien años, podría haber sido incontrolable. Desde el principio, se instauró un régimen socialista teledirigido por el manijero Felipe González, que formaba y forma parte de este Estado. González, que cortó por lo sano toda pretensión de autenticidad de la autonomía andaluza, hizo posible que 32 años después Andalucía siga siendo de las últimas regiones de España en índices de bienestar como lo fue en 1900, 1930, 1960 y 1980. Así lo atestiguan los estudios sobre el Índice de Calidad de Vida (ver página 697 de nuestro libro ineditado La Tela de Araña del PSOE andaluz, II. El poder de un régimen.

Por ello, el PP dirigido por Javier Arenas, un andalucista español amante de su tierra y su futuro a fuer de ser amante de España, logró acercarse a la meta de reconvertir Andalucía de región subdesarrollada en región de primera, como decían sus eslóganes. Pero en marzo de 2012, ocurrió lo inesperado. De pronto, cuando se cantaba un triunfo holgado y por mayoría absoluta de su modelo regeneracionista, se impuso la tesis arriolista –eso creíamos–, de callar para no despertar al rosal dormido del régimen andaluz, apabullado ya por escándalos y públicamente condenado por la mayoría de los andaluces. Aquella confluencia de intereses y visiones de funcionarios y laborales de la Junta, sindicatos independientes, clases medias, profesores, medianos agricultores, autónomos, incluso pensionistas y mayores que recordaban la salvación que Arenas articuló de sus únicos ingresos en 1996, fue desperdiciada. Pero, ¿quién o quiénes reventaron la campaña del PP andaluz hasta conseguir la victoria de hecho de la coalición de izquierdas que gobierna hoy Andalucía de la mano de Susana Díaz?

Todo va quedando bastante claro. Ese grupito de ciudadanos que se arroga la interpretación exclusiva de los intereses del Estado sabía que el triunfo del PP andaluz dejaría a los socialistas en toda España al borde de la calle porque no gobernaban en la mayoría de las capitales ni iban a gobernar en ninguna autonomía. Y el PP no ganó en Andalucía. De ese modo, el PSOE pudo seguir existiendo con cierta vitalidad pagando las facturas. El periodismo de investigación –de ser cierta esta hipótesis–, tiene ya la asignatura pendiente de marzo de 2012 para descubrir quiénes, cuántos y cómo, participaron en la operación.

Con la información de que el exrey y el Rey animaron la emergencia de Susana Díaz cobran sentido muchas cosas. Primera, el "Hágase Susana" y Susana se hizo en tan poco tiempo y con tan excelsos resultados que parece una obra de arte de la imagen. Si la campaña procedió del dúo Borbón-González (con alguien del PP, naturalmente), se explicaría mejor la presencia del viejo caudillo socialista en las bambalinas de Susana Díaz. Se explicaría aún mejor, ERE aparte, la urgentísima fuga de Griñán. Se explicaría, cómo no, la cariñosa acogida de Zarzuela a la nueva esperanza socialista de Triana, sobre todo tras decir lo del café que cada uno quiera en vez del igualitario café para todos. Además, ahora se explicaría uno la visita de eminentes empresarios a la corte de Susana: Emilio Botín, Francisco González, César Alierta y otros, así como la cobertura mediática en los grandes medios nacionales.

Y para no cansar más, todo ello explicaría con precisión casi milimétrica el infame destino de una Andalucía, entre las últimas regiones de España y gobernada por un régimen corrupto, destino que, al parecer, es considerado necesario para que no se derrumbe un edificio nacional, un edificio que, por lo visto, no tiene que ver con la quinta parte de España –los andaluces–, y la decencia de una democracia española que se merece otras conductas. Dicho de otro modo, Susana Díaz parece haber aceptado la asimetría autonómica catalana –ya aceptamos todos la vasca y la navarra– para asegurar la monarquía y la estabilidad del Estado. Por ello, Andalucía seguirá estando a la cola de España y el cambio andaluz, que pase lo que pase ya siempre será light, tendrá que esperar a que Susana se haga con las riendas del PSOE nacional, después de esta verbena de primarias. Las consecuencias, sáquenlas ustedes, amables lectores, mis compañeros, mis hermanos, mis sufridores.

Decía el viejo Falstaff de Shakespeare, que tenía aires de andaluz: "No importa dónde llegue el agua mientras no llegue el vino" (el sherry amontillado del que era ardoroso aficionado). Pues eso, "no importa donde llegue el cambio mientras no llegue a la ingeniería de este grupito de intereses y visiones que se arroga la única interpretación del sentido y la misión del Estado español".

Yo estoy dispuesto a aceptar muchas cosas en una visión abierta de la democracia española. Entre ellas, la necesidad de la monarquía. Pero para lograrlo no quiero aceptar –no puede ser necesario–, el sacrificio de catorce regiones, Andalucía entre ellas, ni puede ser irremediable que triunfen la indecencia, la corrupción y unas instituciones viciadas en las que no todos somos iguales ante la ley. En la razón de Estado tiene que estar presente la razón de millones de ciudadanos españoles libres y morales, hayan nacido donde hayan nacido y sean quiénes sean. El futuro ya no es lo que era, pero tiene que volver a ser lo que debe ser.

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