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Pedro de Tena

El caso Juanma

Juanma Moreno empieza a dar grima, lástima, congoja, desconsuelo e incluso desolación.

Que Juanma Moreno es un caso, era sabido. Desde que llegó a dedo, como todo el mundo en el PP, no se olvide, y a pesar de las advertencias que recibió, fue incapaz de gestionar el cacao de su currículo que, aún hoy, le sigue persiguiendo. Pero ahora el caso es que Juanma Moreno empieza a dar grima, lástima, congoja, desconsuelo e incluso desolación.Lo que ocurrió ayer con las tres encuestas preelectorales puestas encima de la mesa no tiene precedentes conocidos. No es únicamente que las tres arrojaran sapos y culebras sobre su liderazgo en el PP andaluz, que es básicamente inexistente en la mayoría de las provincias, sino es que lo suspenden los andaluces y más que a nadie. Por si fuera poco, es que él mismo se ha metido en un jardín, mejor en dos, de los que no podrá salir más que por la puerta de salida, como es natural.

La última, perdonen que interrumpa el hilo, es que Francisco de la Torre Prados, uno de los mejores alcaldes de Málaga, al que él mismo y su tiburón boquerón, Elías Bendodo, han tratado de eliminar de la escena política, va a ser el candidato a petición, fíjense, de ellos mismos, conscientes de que una debacle municipal del PP en la Costa del Sol sería ya el acabóse.

A lo que íbamos. Juan Manuel Moreno, que llegó a Andalucía en 2014, hace cuatro años, se ha empeñado, tras perder la mayoría de las elecciones y haber pasado de los 50 escaños que obtuvo Javier Arenas en 2012 a los 33 que tiene ahora en el Parlamento andaluz, en repetir una y otra vez que Susana Díaz va a anticipar las elecciones andaluzas. Cualquiera sabe, porque es sabido que esta señora va a lo suyo y que, si le conviene más convocarlas que seguir gestionando presupuesto, lo hará. La cuestión es que Juanma ha dicho que está preparado para afrontarlas y, conocidos los muestreos de ayer, la pregunta es cómo. En dos de ellas pierde casi diez escaños y en otra se queda como está. En ambos casos no podría gobernar ni, aunque Ciudadanos se lo pidiera porque no sumarían los diputados suficientes. Es el primer jardín.

Pero el segundo jardín está repleto de espinas venenosas. ¿A qué viene subrayar que, en ocho años, si no ha conseguido gobernar en Andalucía, dejará su puesto en el PP andaluz? Salvo milagro, estas próximas elecciones, se celebren cuando se celebren, no las va a ganar ni podrá gobernar. Si las elecciones próximas tienen lugar en 2019, como jura Susana Díaz y que es cuando toca, él ya no podría tener otra opción de ganar y gobernar hasta las siguientes del año 2023, si todo marcha como debe. Pero es que en 2023 ya llevaría más de ocho años al frente del PP, algo que él mismo se ha prohibido, por lo que no podrá ser candidato en tales elecciones.

O sea, que parece haber repartido papeletas internas en el PP andaluz, destrozado en tres provincias con fugas a Ciudadanos y ya veremos en las demás a la hora de elaborar las listas de las municipales, que llevan el santo y seña de "Juanma vete ya". ¿A qué esperar, se preguntará su respetable? ¿A que el PP andaluz bata el récord de hundimiento del PP nacional? Es que desde AP en 1982 no se conocía más negra expectativa en Andalucía para un electorado que no se merece esta flagelación.

Un poco de pena sí que da este hombre, como produce rabia y arrebato comprobar la importancia que el señor Rajoy ha dado a Andalucía desde 2012. Y eso que sin ella no podría haber ganado nunca nada.

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