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Pedro de Tena

El PSOE, un problema para España

España tiene un grave problema y ese problema es el PSOE. El PSOE tiene un grave problema y ese problema es España.

España tiene un grave problema y ese problema es el PSOE. El PSOE tiene un grave problema y ese problema es España. Que uno de los dos grandes partidos que aseguran una gobernabilidad razonable en esta gran nación no crea en España es una tragedia nacional. Receptor, cuando no fabricante al por mayor de una historia de España trufada por la ignorancia, la deformación o la mala intención, el PSOE hace mucho que debió haber perdido la E de sus siglas. La leyenda negra sobre la nación española, nacida a la sombra de intereses nacionales extranjeros, fue acogida con pasión por un partido que dejó de amar a España hace mucho aunque algunos socialistas la amaron mucho. Recordemos a Besteiro, por ejemplo.

Incapaz de considerar a España como un todo con personalidad, estructura y finalidades propias, eligió acríticamente la teoría vulgarizada de las clases sociales heredada del marxismo y el internacionalismo proletario. Cuando la Primera Guerra Mundial, ya 100 años después, demostró que los trabajadores europeos se sentían sobre todo franceses, ingleses o alemanes, ninguna reflexión sobre el puesto de la nación en la historia hizo mella en el socialismo español. España es culpable, España es algo perverso, España es algo inútil: es el precipitado que en la conciencia de dos generaciones ha dejado este PSOE capaz de aliarse con todos los abyectos nacionalismos regionales y antiespañoles para derribar al único partido considerado españolista.

Mientras los socialistas alemanes, socialdemócratas, bien dicho, porque la democracia fue ya inseparable del socialismo desde Bernstein, los socialistas españoles siguieron bebiendo en fuentes leninistas y jacobinas. La nación española no era, pues, un conjunto de instituciones diseñada para procurar un bienestar general perceptible sino un aparato de Estado que había que ocupar y conquistar para hacer posible el paraíso socialista. Esto es, la democracia, para el socialismo español, ha seguido siendo una ficción, una formalidad, que no tenía la más mínima importancia frente a la democracia real, esto es, la igualdad impuesta desde el Estado por un partido compuesto por profesionales. Felipe González se dio cuenta de la tragedia y trató de escenificar el abandono del marxismo: hay que ser socialista antes que marxista, dijo en un agitado congreso cuando lo que debió haber dicho, para no incurrir en contradicción flagrante, es: "Soy demócrata antes que socialista". Pero no lo dijo, no lo hizo y el PSOE sigue teniendo el drama de no haberse renovado en profundidad. Por ello, terminó siendolo que es ahora.

¿Y qué es ahora? Pues perdida la E de España, perdida la O de Obrero en un mar de incongruencias lógicas y en su incapacidad de explicar a los más débiles de la sociedad que no hay paraísos y que el trabajo, el esfuerzo, el mérito y la voluntad libre producen la mejora de las condiciones en las que uno nace si se unen a una igualdad de oportunidades amparada por el Estado y con la S de socialista amenazada desde las opciones bolivarianas y comunistas de toda la vida, eurocomunistas si se quiere, sólo la resta la P de partido, esto es, la P, de Aparato, de estructura organizativa, de burocracia acomodada, de rosario de nóminas diseñada jerárquicamente para dominar. Y esto es lo que se vino abajo en 2011, cuando ese Partido no logró ni las principales alcaldías ni más que dos gobiernos autonómicos, uno de carambola gracias a UPyD y otro gracias a IU. La crisis de las cuentas llevó a la crisis general, esta crisis donde un tal Sánchez y un tal Madina, más otro que ni siquiera recuerdo el nombre, se dan cita para no se sabe qué.

¿Alguno de ellos va a acometer la reflexión necesaria de modo que el PSOE sea un partido español, que defiende los intereses de los trabajadores en un marco ideológico claramente socialdemócrata y moderado en el seno de una economía abierta con reglas conocidas y ciertas? Eso es lo que necesitaría España más que el absurdo zapaterista defendido por Susana Díaz, por Carmen Chacón y otros muchos. Pero de momento, dos de ellos parecen dispuestos a sacrificar a España en aras del independentismo catalán primero, y vasco después. ¿Esto es todo? Pues sí.

Es la ceguera del PSOE y la tragedia de una España que no puede ser lo que es, una gran nación. El PSOE tiene un problema y España tiene otro. Todos necesitamos más reflexión y reforma que gritos y electoralismos. Pero esto lleva camino de no tener remedio.

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