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Pedro de Tena

La izquierda funeral

A los trenos intuitivos, ya abundantes, sucederá, si todo sigue así, un réquiem definitivo. Y merecido, sin duda.

El carácter funeral de la izquierda española, en su aspecto de congénita inclinación a la imposición de su dogma a todos los ciudadanos incluso si en tal empeño se obtuviese resultado de muerte –muerte ajena, claro–, es notable. Pero en dicha actitud ha coincidido con todos aquellos que, y en la Historia son muchos, han querido decretar cómo debe ser la vida de los demás. Usar la democracia para adquirir el poder de destruirla por todos los medios legales e ilegales ha sido la estrategia común del socialismo y su derivado, el comunismo, desde finales del siglo XIX. Su clamorosa derrota en 1939 dejó a los españoles en manos de otra clase de imposición dictatorial resultante. El culto a la muerte no era sólo seña de identidad del nazismo y algunos nacionalismos de derechas, sino que, desde las checas al Gulag, muchas de esas violaciones de los derechos humanos fueron utilizadas o aplaudidas por esta izquierda funeral. Esto es sabido aunque en el complejo político-mediático-universitario se hable casi exclusivamente de fascismo y de nazismo como muertos vivientes.

El PSOE pareció decidido a diferenciarse del terror comunista tras haber sentido en sus carnes la mirilla de sus armas durante la Guerra Civil. Un ejemplo. El propio Indalecio Prieto, nada ajeno al uso de la pistola como elemento de diálogo, estuvo en el punto de mira de sus ex compañeros socialistas, luego comunistas. Tras la derrota de la Guerra civil, el socialismo histórico se enfrentó a la conducta totalitaria de los comunistas. El propio Felipe González ha mantenido siempre una posición hostil al crecimiento del comunismo. Pero ¿y las piruetas de Pedro Sánchez?

Las izquierdas contemporáneas españolas esenciales son cuatro. Por orden de aparición en la escena histórica: sindicalistas reformistas, anarquistas, socialistas y comunistas, que se afanan hoy en otros funerales, los de sí mismos. Los primeros, defensores de los derechos y deberes, no se olviden éstos, de los trabajadores, fueron destrozados por las ideologías revolucionarias. Los anarquistas y anarcosindicalistas fueron eliminados, durante y después de la guerra, con gran pesar del franquismo inteligente que los cultivó por su anticomunismo. El PSOE Y el PCE, desconcertados por el regalo de la democracia por parte del franquismo, por el tráfico de información descontrolada de los nuevos media y desorientados por los cambios de las relaciones de producción globales, que siguen sin entender, se empeñan en su propio funeral a cámara lenta descomponiéndose poco a poco a la vista de todos.

Yo creo que se trata de un suicidio ignorante de la muerte que los mata: la libertad creciente y crítica de las personas en el siglo XXI a pesar de todo. De una parte, su incapacidad de reflexionar críticamente sobre su propia historia. El método científico que al menos Marx pareció usar ha sido sustituido por el método propagandístico. Ni una condena de los asesinados en su nombre, ni en España ni fuera de España. Ni una contra sus dictaduras. De otra, su incapacidad moral para defender los valores que hacen posible, demostradamente, la convivencia, desde la vida a la democracia. Tercero, su inclinación creciente al nihilismo político. Todo vale si proporciona votos, aunque sean tonterías y desmanes lo que se defienda. Encuadren ahí lo de "portavozas", lo del feminismo anti Guindos (Maleni, di algo), lo del secuestro justificado de hijos por sus madres en un sexismo amoral, etc., y todo su deslizamiento irracional hacia lo antiespañol, lo verde, lo blanco (¡pacífico, dicen!) y lo violeta antes que hacia el desarrollo racional y democrático de la igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos, tengan o no tengan, sean del sexo que sean, nazcan donde nazcan, vivan donde vivan, piensen lo que piensen…

Lo dicho, un funeral. A los trenos intuitivos, ya abundantes, sucederá, si todo sigue así, un réquiem definitivo. Y merecido, sin duda.

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