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Santiago Navajas

Los memos de Google

El clima de intimidación y censura que el feminismo 'de género' y el activismo 'de raza' están imponiendo en el mundo cultural es irrespirable.

Memo, diminutivo de memorándum, es un escrito breve por el que se intercambia información entre distintos departamentos de una organización. Eran famosos los memos con los que el gran productor cinematográfico David O. Selznick sugería a sus directores y estrellas cómo debían dirigir e interpretar sus películas. También fue memorable el memo con el que Steve Jobs animó a los directivos de Apple a la guerra santa contra Google por el dominio de la nube.

El memo que más está dando que hablar en los últimos días también tiene que ver precisamente con Google, pero en esta ocasión es anónimo y parece provenir de un empleado de la compañía que disputa a Apple el liderazgo económico y tecnológico. También tiene que ver con una guerra santa, pero ahora de carácter cultural y político, motivo por el que está despertando tantas reacciones viscerales.

Los titulares se refieren al memo de marras como un escrito "contra la diversidad", lo que es manifiestamente falso pero pone en evidencia lo sesgado de las críticas, viciadas desde su mismo origen por un prejuicio de ingeniería social de izquierdas. El hecho mismo de que el autor tenga que mantener el anonimato, simplemente por mencionar evidencias científicas extraídas de las ciencias sociales, revela el clima de intimidación y censura que el feminismo de género y el activismo de raza están imponiendo en el mundo cultural. Recientemente hubo una oleada de peticiones para que despidiesen de la HBO a Bill Maher, uno de los intelectuales más insobornables de la escena norteamericana, simplemente porque olvidó que en EEUU los que no son negros tienen prohibido decir la palabra nigger (que no solo no puede ser usada, sino ni siquiera mencionada. En todo caso habría que referirse a ella como la n-word, la-palabra-que-empieza-por-n. Incluso a los censores del Santo Oficio les parecería inquisitorial, nunca mejor dicho, esta represión lingüística).

En diez páginas, el autor del memo critica la política de Google para incrementar la diversidad de género y racial a través de la discriminación de los hombres o blancos. Por el contrario, señala, otros grupos minoritarios, como aquellos que plantean puntos de vista políticos diferentes a los progresistas, son sistemáticamente apartados, acosados y violentados. Puede traer más problemas hoy en día defender a Donald Trump en Silicon Valley que a Neymar en el Camp Nou.

El problema de fondo proviene de la brecha de empleo entre hombres y mujeres en las empresas tecnológicas. Algo similar a lo que ocurre por ejemplo en el ajedrez o en el póker, donde los ránkings están dominados casi en su totalidad por hombres cuando, al ser deportes intelectuales, supuestamente debería haber cierta igualdad de género. Hay mucha literatura científica sobre las diferencias culturales y neurobiológicas que están detrás de que haya menos mujeres en el ajedrez, el póker o las empresas tecnológicas. Pero se ha convertido en un dogma progresista que todo se reduce a diferencias provenientes de una tradición heteropatriarcal, con lo que cualquier referencia a cuestiones biológicas para diferenciar la conducta entre hombres y mujeres es como mencionar, a la manera gnóstica, al mismísimo Satán en el Vaticano para explicar el origen del mundo.

En Sobre la libertad (1859), John Stuart Mill advertía sobre la "tiranía de la mayoría" que tiende a sojuzgar a los excéntricos. Paradójicamente, en nuestras sociedad liberales, en las que las minorías anteriormente oprimidas han logrado derechos hasta hace bien poco impensables, el discurso del odio que anidaba en el concepto de lucha de clases de Karl Marx ha transmutado para convertirse en nuevas luchas, esta vez de género o raza, pero igualmente victimistas y resentidas, que tratan de imponer la dictadura de la minorías. Los herederos de los esclavos se han calzado los zapatos del príncipe y se han convertido en lo que tanto detestaban, pretendiendo que sus humillaciones injustificadas de ayer se conviertan hoy en privilegios espurios.

El anónimo defensor de la libertad de expresión en Google aboga por una cultura del debate que tenga en cuenta los sesgos tanto de los izquierdistas como de la derecha. En este sentido, parece un discípulo aventajado de Jonathan Haidt, el científico social que ha impulsado el movimiento para promover la heterodoxia en una universidad, la norteamericana, cada vez más monolítica y dictatorial (recordemos que ha sido bajo la presidencia de Obama que por primera vez en su historia los Estados Unidos han sido considerados por la revista The Economist una "democracia defectuosa" en su Índice de Democracia).

Respecto de la brecha de género entre hombres y mujeres, el anónimo del memo propone medidas que no caigan en la discriminación positiva y otras prácticas discriminatorias que ha introducido Google, como cursos solo para mujeres o solo para negros (ignoro si también habrá algún curso solo para mujeres negras); que se adopte una perspectiva personalista para considerar a cada individuo teniendo en cuenta sus características intrínsecas y no su adscripción a determinadas comunidades. Se trata del viejo principio liberal del mérito propio, por el cual cada uno obtiene lo que se merece, en lugar de la nueva regla igualitarista de la víctima ajena, que reclama rentabilidades propias de injusticias sufridas por otros.

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