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Zoé Valdés

No es lo mismo un Pérez que un Rhodes

España está atravesando uno de los períodos más nefastos de su historia, y el horror se ceba con el eslabón en apariencia más débil.

En otra época se identificaba a las personas por sus nombres de pila; en la época de Jesús el nombre de pila devenía lo que hoy se reconoce como apellido, y el sitio de nacimiento o de procedencia se convertía entonces en identificación originaria: por ejemplo, Jesús de Nazaret. Pérez es un apellido que se ha confundido con la ordinariez. “Un pérez cualquiera”, se atreven a decir con un alto punto de ignorancia. Tal vez porque es de los apellidos hispanos más comunes, sin embargo su linaje es tan sólido y alto como la fuerza de su etimología. En diversos diccionarios podemos leer que Pérez es un apellido derivado del nombre Pedro, que procede del latino de la era cristiana Petrus, y éste del griego Petros, de petra, o sea, piedra, “que fue el sobrenombre que dieron al apóstol San Pedro y, por tanto, uno de los nombres más extendidos por la Cristiandad”. Un nombre con el que se edifica y se purifica.

Llamarse Pérez no significa entonces llamarse cualquier cosa. Cuando a mi abuela de origen irlandés le propusieron allá en Cuba que se cambiara los nombres para que pudiera integrarse mejor en una sociedad hispanoparlante, decidió apellidarse Pérez Aguilar. Creyó que optar por el Pérez ayudaría a diluirse mejor en la sociedad habanera de tantos Pérez (además de que adoraba la leyenda de Matías Pérez, desaparecido en un globo aerostático); lo de Aguilar fue por su animal favorito, el águila. Nunca pudo tener uno, pese a que en un cuarto de un solar de la calle Muralla reunió a tantos animales como pudo llevar Noé en su arca.

El apellido Rhodes también posee su alcurnia, es un nombre bíblico, aparece en la Biblia; el origen hebreo le presta la significación de, unas veces, flor de camelia y, otras veces, rosa. O sea, algo delicado. En su origen griego es casi seguro que se refiere a algo así como un claro en el bosque. Posee escudo heráldico y resulta además un apellido común en España. Aunque no tan común como el apellido Pérez.

Recién me entero de que precisamente en España vive un inglés (seguro habrá más de uno) con ese apellido; más bien se llama James Rhodes, y dicen que es pianista. Leí algo escrito por él en Twitter y me fui a YouTube, que es el lugar donde cualquiera es pianista o cualquier cosa, y allí lo encontré, aporreando a los clásicos. El hecho es que a este señor británico recién le han conferido la nacionalidad española y la ha estrenado insultando en Twitter a unos cuantos millones de españoles, entre los que me encuentro. Así es de agradecido. El hecho no tendría mayor trascendencia si al mismo tiempo a otro señor, llamado Pérez, el Gobierno español no le hubiera negado su demanda de asilo por ser realmente un perseguido político del dictador Nicolás Maduro.

Según cuentan, quien se encargó de conferir la nacionalidad a Rhodes no fue otro que el vicepresidente comunista del Gobierno social-comunista, Pablo Iglesias. Si es él quien pone y quita estatus en España, cabe imaginar que ha sido él quien ha maniobrado, en calidad de deudor de la dictadura castrochavista y lameculos de Nicolás Maduro, para impedir que al hermano de un patriota venezolano asesinado por uno de sus mentores le nieguen lo que cualquiera que se llame Pérez debiera recibir de un Gobierno español, que es protección humana y cristiana.

Que a Luis Armando Pérez, hermano de Oscar Pérez, vilmente asesinado por Nicolás Maduro, le nieguen tal protección no debiera extrañar a nadie, aunque la injusticia salta a la vista y enerva. Pero España está atravesando uno de los períodos más nefastos de su historia, y el horror se ceba con el eslabón en apariencia más débil: un Pérez antichavista y antimadurista, perseguido político, frente a un Rhodes que se vende de antisistema, de progresucito, y a quien no lo persiguen ni las moscas, porque hasta las moscas lo repelen.

Esta mañana leí en un diario que Luis Armando Pérez teme hasta vivir en España, porque teme por su vida, teme que lo vayan a matar en España. Lo entiendo, sé de lo que habla, los cubanos lo sabemos; porque, como decía y escribió Reinaldo Arenas, “los cubanos venimos del futuro”.

O sea, que mientras que al aporreador de clásicos le regalan la nacionalidad española por el mero hecho, supongo, de que su condición ideológica la sitúan por encima de la necesidad humana (que no la tiene), a quien de verdad necesita protección social y humana por ser un perseguido político es posible que incluso acaben asesinándolo.

Hoy leí que uno de mis artistas predilectos, Sherpa, de Barón Rojo, decía algo así como que Sánchez es lo peor que le ha sucedido a España en largo tiempo. No puedo estar más de acuerdo. Aunque también es bueno recordar que el camino de Sánchez al poder no terminará hasta que no haya descabezado a la Monarquía y se erija él mismo como reyezuelo absoluto; y lo más preocupante, que no ha ni habrá llegado solo.

No existe nada más mediocre e injusto que menospreciar a un Pérez con su linaje heroico e histórico a cuestas por un Rhodes con su debilidad y sospechosa adulonería socialistona, con la que mancha su endeble escudo. Propio de los que se apellidan Sánchez e Iglesias.

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