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Había que contarlo: faenón histórico de Morante de la Puebla en Cantalejo

Mucho se ha hablado de la faena de Paula en Vistalegre o la de Pepe Luis en Valladolid, o la de Antonio Bienvenida en San Sebastián de los Reyes.

El 18 de agosto de 2010 se paró el reloj de la Iglesia mayor de Cantalejo pero no fue por una avería técnica, fue por un ciclón que pasaba por allí de nombre Morante; un Morante que llevaba tiempo buscando un toro y una plaza para esculpir una obra de arte… y lo encontró en el pueblo de los trillos -que forma parte de la ruta del colesterol- Cantalejo, modesto pueblo de la provincia segoviana. El toro era salmantino de Sánchez Arjona, Hilandero, nº 21, de 495 kilos.

Yo no se si Morante se comió un buen asado y se bebió un buen vino de la Ribera del Duero, pero lo parecía, el de la Puebla se emborrachó de torear.

Recibió a Hilandero con las dos rodillas en tierra y por dos veces le pegó largas afaroladas; con el capote no voy a explicar cómo torea Morante, pero en Cantalejo fue el Morante más ‘apaulado’ que he visto. Con los palos, que le ofreció El Lili, simplemente genial, incluso estuvo a punto de ser cogido en el tercer par.

En cuanto a la faena de muleta no se por dónde empezar. No se explicarlo. Sólo hablaré de su torería, empaque, mano baja, trazo largo, hondura, templanza, su forma de cargar la suerte y componer con la cintura, romperse los riñones, así como las muñecas de quejío de ponche segoviano, que acabaron literalmente rotas. Después de matar de una gran estocada la plaza se llenó de sensibilidad, al presidente no le hizo falta que le sacaran pañuelos, sacó los tres de una vez: dos orejas y rabo.

Cantalejo parecía Jerez, la vuelta al ruedo fue con palmas por bulerías, incluso en la vuelta un espectador le cantó un fandango. ¡¡Vamos, el acábose!!.

Gracias Morante de la Puebla por hacer que todavía me guste el mundo de los toros.

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