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Agapito Maestre

El discurso de España

Tal y como están de avanzadas las negociaciones entre el Gobierno y ETA, el PP tiene que gritar por todas partes y a todos los ciudadanos la principal razón de ser de los españoles: la nación española es innegociable

Sólo hay una manera de acabar con las disensiones dentro del PP. Sólo hay una cuestión central que pueda limar asperezas entre los líderes populares. Sólo hay una forma de zanjar el asunto del centro y la derecha dentro del PP. Sí, los populares sólo pueden ponerse de acuerdo entre ellos sí asumen la defensa conjunta y apasionada de la nación democrática española. Tal y como están de avanzadas las negociaciones entre el Gobierno y ETA, el PP tiene que gritar por todas partes y a todos los ciudadanos la principal razón de ser de los españoles: la nación española es innegociable. La defensa a ultranza de la nación democrática española es la principal tarea política del PP.

Eso significa que es menester seguir investigando en el 11-M, entre otras razones, porque fue un hecho traumático en la historia de la democracia española; en cierto sentido, fue un parte-aguas de nuestra historia reciente. Pero, por idéntica razón, a saber, que siga existiendo España como nación democrática, es necesario seguir investigando, escudriñando y criticando todo lo que hace este Gobierno para pactar con ETA el fin de la violencia y, según todos los datos, el fin de España como nación.

El PP necesita difundir para aquí y ahora un discurso efectivo que asegure la continuidad de la democracia española, o sea, que mantenga una fe ciega en las instituciones democráticas, que el Gobierno está cuestionando un día sí y otro también por sus "pactos" y "cambalaches" con los terroristas. Lejos de mi posición mantener que no pudieran existir relaciones entre el 11-M y ETA; pero, si en política hemos de atenernos a la realidad más o menos contingente, hoy deberíamos ejercer la crítica con más intensidad sobre aquellos aspectos que el Gobierno de la nación quiere hacer saltar por los aires. Salvo que pretendamos claudicar ante un mundo, sin duda alguna verosímil, de conjeturas racionalistas o, algo peor, poblado de cuestiones contra-fácticas, tenemos que reconocer que, hoy por hoy, es más peligroso el proceder del Gobierno contra España como nación democrática que su "obstinación" por no querer investigar las relaciones entre el 11-M y ETA.

Por lo tanto, mientras vivimos instalados en un suelo de realidades más o menos cercanas, y nada más cercano que la negociación del Gobierno con ETA, que algunos interpretamos como la rendición de la nación a la banda terrorista, la oposición tiene el deber de informar, criticar y movilizar sin cortapisa alguna toda la siniestra operación del Gobierno antes de que sea demasiado tarde. Cierto que el PP no ahorra críticas contra el Gobierno en este asunto pero, a veces, uno tiene la sensación de que se duerme en los laureles; por ejemplo, aún no ha hecho una declaración contra Zapatero porque tengamos que enterarnos por un Gobierno extranjero, el de Noruega, que el PSOE negocia con una banda de criminales en su país. El PP debería actuar aún más coordinado y con una sola voz ante este proceso de claudicación, aunque sepamos que es una cuestión que quizá no "interese" o no "venda" lo suficiente ante los españoles, cansados del "problema vasco". Pero es una cuestión de principios. De supervivencia racional. Y, en estos momentos de declive del Estado de Derecho, los españoles necesitan visualizar un partido con principios sólidos democráticos que den sentido a su nacionalidad y devenir político.

El PP debería ser aún más crítico sobre las falsas promesas, las medias verdades, y, en fin, sobre las mentiras manifiestas del Gobierno a la hora de defender el principio de España como soporte de la nación democrática. Exijamos, pues, que se investigue más y mejor sobre el 11-M, pero seamos realistas y reparemos que la nación española, España, como principio de solidaridad y razón de ser nuestra ciudadanía democrática, está en cuestión por las negociaciones del Gobierno con ETA. La defensa de ese discurso nacional debería ser, insisto, la primera asignatura política del PP. En otras palabras, si el PP logra mostrar con contundencia que tiene un discurso claro y distinto sobre la nación española, como lo tenía en 1996 y 2000, la ciudadanía verá con nitidez la extrema ineficacia de Zapatero en la gestión de la administración, el pacto turbulento del Gobierno con ETA, su dejadez en la investigación del 11-M y, sobre todo, la perversidad de la "política" de emigración del Gobierno.

Esas fracturas imposibles ya suturar en lo que queda de legislatura por este Gobierno serán moneda común entre los ciudadanos, si el PP hace un esfuerzo de pedagogía política del que hasta ahora ha carecido. Rajoy tiene que mostrar que este partido no pertenece a unos u otros, sino que es un partido potencialmente de todos. Es un partido genuinamente democrático. Claro que tiene un electorado en la derecha y en el centro, pero el PP se dirige a toda la ciudadanía. ¿O es que acaso cuando gobernó sólo lo hizo para un sector de españoles? No, gobernó para todos. Pues eso es lo que ahora tiene que dejar claro Rajoy: el PP no tiene un poseedor material sino que es potencialmente de todos, especialmente de todos los ciudadanos que quieren seguir llamándose españoles.

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