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Amando de Miguel

Diálogos sobre la lengua

Visto el asunto desde fuera, reconozco que históricamente el valenciano tuvo una gran literatura mucho antes que el catalán. Pero hoy el catalán tiene mayor peso específico en la cultura que el valenciano o el balear.

De vez en cuando adopto mi papel de profesor y recomiendo aquí algunas lecturas. Se refieren a las que pueden ayudar a entender mejor la naturaleza viva de la lengua común de los libertarios. La recomendación se concreta hoy en un precioso libro de Serafín Fanjul, Los de Chile (Madrid: Libertarios-Prodhufi, 1994). Es un verdadero tapiz sobre la España aventurera del siglo de oro. El autor ─un arabista egregio─ domina el uso de los que hoy son deliciosos arcaísmos y eran términos corrientes hace medio milenio. Si acaso, por buscar un costado crítico, hay en el libro un exceso de las conjunciones "o" e "y". Es decir, gusta el autor de las reiteraciones, pero también podría ser tacha de Cervantes. Asombra la facilidad del seráfico Serafín para rescatar sonoros arabismos. Es lástima que se hayan perdido tantos. Pero la lengua no es solo la que se habla sino la que se hablaba. Por lo mismo en el concepto de nación entran también los difuntos que residían en los mismos paisajes.

Agustín Fuentes me envía una larguísima epístola, que aquí llamamos emilia, sobre varios asuntos relacionados con la lengua y el conocimiento. Entresaco algunas de sus ideas por si pudieran servir para ejercitar la curiosidad libertaria.

Señala don Agustín que, en Cataluña a los talleres de alfarería los llaman obradores. Pero en Valencia o Valladolid el término se asocia también a las panaderías. Efectivamente, en toda España los obradores han sido tradicionalmente las tahonas y pastelerías, pero el término se ha podido aplicar también a otros talleres artesanos.

Apunta don Agustín que, tanto en valenciano como en vascuence, el común es el retrete. Según eso en Valencia era una referencia jocosa lo de la "entrada de España en el Mercado Común". Insinúa don Agustín una interpretación de la palabra común en el sentido indicado. Quizá provenga de que en el pasado se construían retretes corridos ─como él ha visto en Turquía─ en los que la evacuación se convertía en una alegre tertulia. Añado que lo de llamar común al retrete o letrina no es privativo del valenciano o del vascuence, sino que pertenece también al castellano tradicional. Mi impresión es que esa voz se elige en el sentido de lo "ordinario, vulgar, muy frecuente".

Tiene razón don Agustín cuando razona que la lengua está viva y desborda el canon de las reglas gramaticales, sintácticas o fonéticas que pueden establecer las autoridades del léxico. Supone nuestro comunicante que la RAE debería tener asesores de muchos campos científicos, ajenos al de las letras, para seguir la marcha de la lengua viva. Ese elenco de asesores "tendría que corresponder a la definición de personas que usted exponía en uno de sus últimos artículos: con conocimientos varios, curiosidad intrínseca, dominio del inglés al uso, capacidad de comunicación y los pies bien asentados en el tiempo en que vivimos, pero con alguna memoria ─más o menos viva─ de los últimos cincuenta años". Vamos, me figuro que muchos de esos asesores tendrían que salir del plantel de los libertarios.

Una última reflexión de don Agustín particularmente interesante: "lo que percibo cuando hablo con la gente ─sin generalizar, claro─ es una sensación de que no formulan bien las ideas, que no ponen cuidado al expresarlas, que esto se origina en un modo de pensar por bloques, con tópicos, sobrentendidos y lugares comunes. En muchas ocasiones ─y hablo de gente joven─ les puede la sorpresa de que algo sea diferente a lo que dan por verdad absoluta antes que el interés por aprender algo nuevo de alguien".

La polémica sobre si el valenciano es una lengua independiente o más bien derivada del catalán no lleva trazas de acabar. Recibo docenas y docenas de emilias, unas, felicitándome por haber dicho que el valenciano (como el balear) era una variante del catalán; otras, tachándome por lo mismo de ignorante o de cosas peores. Está claro que es imposible contentar a todos en asunto tan visceral. Visto el asunto desde fuera, reconozco que históricamente el valenciano tuvo una gran literatura mucho antes que el catalán. Pero hoy el catalán tiene mayor peso específico en la cultura que el valenciano o el balear. Aunque habría que hablar propiamente del mallorquín, el menorquín y el ibicenco. Sea cual fuere la lengua primigenia, me parece indiscutible que entre toda las citadas hay rasgos comunes para que podamos hablar de un solo bloque. Desconozco que haya diccionarios de catalán-valenciano. Otra cosa es que muchos valencianos sienten que su lengua familiar es el valenciano y no el catalán. Lo que cada uno siente es la verdad en estos asuntos de lenguas próximas. El irredentismo lingüístico de los nacionalistas catalanes puede sonar arrogante en tierras valencianas. Es un buen ejemplo de que en materia lingüística domina la pasión.

Rafael Rodríguez Fehst me echa en cara mi incultura al decir que el primer libro impreso en España estaba escrito en valenciano. Don Rafael certifica que el primer incunable español lo imprimió Juan Parix en Segovia en 1472; fue el Sinodal de Aguilafuente. A mi modo de ver, el error no es tan de bulto como parece. Lo fundamental es que, por las mismas fechas, en Segovia, Valencia y otras ciudades españolas estaban trabajando los impresores con las técnicas de Gutenberg.

Pedro Martínez (Valencia) aporta una teoría para el famoso che valenciano. Parece ser que en árabe, se dice ye iyadin como equivalente de "señor". Es claro que ese "ye" se transforma en el "che" arrastrado de los valencianos. No entro ni salgo en lo que ignoro, pero me parece una observación interesante.

Jesús Hernández Martínez (Hospitalet, Barcelona) me narra con detalle el proceso de laminación del castellano en Cataluña. En este momento, "hay términos castellanos que se han erradicado por completo y que no figuran negro sobre blanco en ningún sitio. Esto hace que los castellanohablantes, para referirse a estos conceptos, ya utilizan la palabra en catalán, puesto que es la única que puede verse por escrito". Don Jesús aporta algunas ilustraciones, como el del impuesto de plusvalía, transformado enplusvàlua, cuando se habla en castellano.

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