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Amando de Miguel

El español popular

Juan Antonio López Parra (Valencia) me cuenta, con deleite, el español tan maravilloso que habla su esposa boliviana, concretamente de Santa Cruz de la Sierra. Para ella “avergonzarse” es “correrse”, como en la época de Sancho Panza. Sabe emplear con gracia el “dizque”, por ejemplo, cuando narra un sueño. Lo que más le gusta a nuestro hombre es que su mujer le llame “guapérrimo”. Enhorabuena, don Juan Antonio, y transmita mis saludos cariñosos a la dueña de Santa Cruz. Supongo que para ella la “dueña” será no solo la señora sino la alhaja.
 
Ana Rodríguez aporta otra palabra “muy utilizada por los cántabros: raquero. Los raqueros son los chiquillos que se tiraban a la bahía de Santander a por monedas, y, por extensión, hace referencia a jóvenes de baja condición pero con un toque picaresco”. Bien, pero en Santander y en otros muchos puertos, el raquero es el golfillo o vagabundo de esos ambientes. La palabra viene del inglés y el holandés con ese mismo sentido. Raqueros eran los que vivían del pillaje de los naufragios en La Costa de la Muerte gallega. Ese mismo “oficio” existía en otros países atlánticos. A veces pasa eso, que consideramos localismos algunas voces de significación más general.
 
¡Hay que ver lo que he aprendido sobre el dichoso armadanzas! Nunca había oído tal vocablo y ahora me resulta imprescindible, tan precisa es la información de mis corresponsales. Francisco Javier García Souto me informa de que en León la palabreja designa a “un sujeto poco serio y conflictivo”, es decir, un “liante”. José Miguel del Rey asegura que armadanzas, en Zamora y Salamanca, equivalen a “los niños, o incluso mayores, que son traviesos o incordiones”. Quizá sea algo así como los “terratiemblos” que dicen los aragoneses. Claudio Verdú Egea (Mula, Murcia) ha encontrado que Gonzalo Torrente Ballester y Ramón María del Valle-Inclán emplean armadanzas para calificar de revoltosas a algunas chicas jóvenes. Juan Manuel Pereira corrobora que en Galicia el armadanzas es el que lo lía todo, haciendo que riñan los demás. Añade que el Diccionario de gallego-español de Eladio Rodríguez Álvarez señala que armadanzas es un trapisondista, pendenciero, el que trama intrigas. Bien, estamos ante un útil galleguismo.
 
Carmen (Sevilla; supongo que no será cigarrera) quiere saber el significado de dos palabras de su tierra: interperie y farraguas. La primera debe de ser una forma andaluza y popular de pronunciar intemperie (= exposición a los agentes atmosféricos sin la debida protección). La segunda es mucho más interesante, aunque no viene en los diccionarios oficiales. Se emplea en toda la raya de Portugal como una de esas palabras que las madres dirigen a sus hijos, mezclando el cariño con la reconvención. Farraguas vendría a ser el niño (más que la niña) desasistido, descuidado, desaliñado, pero que da ternura. Según el Diccionario del castellano tradicional de César Hernández Alonso, farraguas se aplica a un “niño gordito y bajo de estatura”. Esa calificación me parece insuficiente. El Diccionario de palabras olvidadas de Elvira Muñoz recoge farraguista como “persona de ideas confusas y desordenadas”. En latín farrago y, luego en castellano, es tanto como decir conjunto desordenado, revoltijo. De ahí viene harapos. Para los que han leído los libros de Guillermo Brown, el cabecilla de los “proscritos” era un farraguas en opinión de su familia, tan atildada. Más tierno todavía que farraguas es farragüillas.
 
Álvaro Egea discute con sus compañeros de trabajo por si puede decir “piara de pavos”. Uno de ellos asegura que en Córdoba (España) se dice así. Están en la duda. Hombre, el término “manada de pavos” cristaliza mejor con la voz pavada, pero tampoco es que se oiga mucho. Pocas ocasiones hay en el mundo urbano. Aunque a mí no me molesta lo de “piara de pavos”. La piara es un conjunto de animales domésticos, aunque se emplee más para los de la vista baja (por innombrables, los pobres). No está claro si piara viene de los que tienen pies o de los que pían. Piantes eran popularmente las aves y mamantes los mamíferos. Por otro lado, hara equivalía antiguamente a “pocilga”. Así que hemos llegado a la perfecta confusión.
 
José J. Rosales de Cáceres (Castelledefels, Barcelona), anda inquieto con la vozespeluznar. Un amigo le ha dicho que antes significaba algo así como “picar o animar a alguien”. No me consta que haya tenido ese significado.Espeluznarviene depeloy es tanto como desordenar o erizar el pelo de la cabeza, poner los pelos de punta, por extensión, espantar, causar horror, producir escalofríos o estremecimientos. La voz antigua eraespeluzarse. Hay otras versiones populares ya olvidadas, comoespelurniar,espeluciar,despelojar,despeluzar,espelujar, todas con el mismo sentido literal.

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