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Amando de Miguel

El uso, muchacho, el uso

Está bien la regla general para formar los plurales en las palabras terminadas en vocal acentuada. Me la recuerda Santiago Valladares con los clásicos ejemplos: rubíes, zulúes y cafés. Pero luego se escandaliza de que oigamos “menús” o “esquís”. Doy mi opinión. Puede pasar “esquís”, pero “esquís” se oye más y no suena mal. Por lo mismo, “menús” suena mejor que “menúes”. Sin embargo, me suena mejor “tabúes” que “tabús”, aunque las dos formas sean correctas. El uso de personas educadas es la suprema autoridad del idioma. Lo que pasa es que no debe ignorarse la regla general.
 
Más polémica resulta la dicotomía que me plantea Avelino Rodríguez sobre si se debe decir “a mi espalda” o “a mis espaldas”. Mi corresponsal prefiere la forma singular porque “que yo sepa, nadie tiene más de una espalda”. Pero él mismo mete la duda al insinuar que también tenemos una nariz y sin embargo decimos que “le dio con la puerta en las narices”. Añado que quizá no sea lo mismo “romperle a uno la nariz” (descripción clínica) que “romperle a uno las narices” (expresión de ira, de violencia). Por tanto, querido Avelino, vale tanto decir “me duele la espalda” como “lo hizo a sus espaldas”. La primera expresión es más clínica y la segunda más metafórica o expresiva.
 
Pregunta para nota. ¿Qué diferencia hay entre “a espaldas de alguien” y “de espaldas a alguien”? Es una sutileza, claro. “A espaldas de alguien” equivale a sin su conocimiento. “De espaldas a alguien” alude a que el hecho es contrario a su opinión

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