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Amando de Miguel

Lengua y territorio

El famoso 3%, (una humilde infraestimación) es la expresión contable de la ruina que ha supuesto para Cataluña el nacionalismo, ahora el nacionalsocialismo, como dice César Vidal con acierto

Manoluco Ruiz Acebo (supongo que de Cantabria) me invita a que comente la nueva idea de que el idioma castellano nació en Cantabria. “Mójese un poquito”, me dice. No seré yo quien se quede en seco. Para empezar, cuando nació el castellano, Cantabria era una difusa denominación que comprendía tanto la Montaña, como el norte de Burgos y Palencia, más Vizcaya, Álava y parte de la Rioja. Es claro que en ese territorio tuvo que nacer el romance castellano. Naturalmente, no nació en un año y en una localidad. Lo de vincular ese nacimiento a San Millán es una piadosa convención literaria. Lo que parece cierto es que algunos de los primeros castellanoparlantes más cultos hablaban también vascuence y latín. La fonética castellana se parece mucho a la vasca (cinco vocales, jotas y erres), mientras que la sustancia de las palabras procede mayormente del latín. Más tarde el castellano se abrió al árabe mucho más que los otros romances. Se impuso como lingua franca de los peregrinos, clérigos, guerreros y comerciantes, no por imposición legal.
 
No está escrito que el castellano de Castilla sea siempre el auténtico. Algunas variaciones léxicas se reducen a una cuestión de gusto, o de oído. Por ejemplo, a José Daniel López de Salazar (Valladolid) le suena mejor “el día que te conocí”. En cambio, a mí me parece más propio “el día en que te conocí”. Será cosa de los de Valladolid. Recuérdese el título tan criticado de Umbral, El día que llegué al café Gijón. Ya saben los lectores de este corralillo que las variaciones regionales suelen ser legítimas, pero hay que conocerlas.
 
José Antonio González Alcón (Cáceres) certifica que en su tierra hay palabras y expresiones comunes con las de Asturias. Imagina que hubo en tiempos un dialecto astur, desde Cudillero hasta el noroeste de Cáceres. “Así yo también digo chiquinino y guapina, como ellos” (los asturianos). Se despide con “un saludo muy cordial de su fans y servidor, si preciso fuere”. Más cumplido no puede ser el saludo. Solo una pequeña mejora. No es fans sino fan, que no viene directamente del inglés y nada tiene que ver con “fanático”. Procede del latín vannus, zaranda y quizá bieldo; algo que, al moverse, separa el grano de la paja.
 
Rafael Pellegrini (Albacete) ha descubierto ahora, a sus 52 años, que es albasitense, el nuevo cultismo para designar a los que toda la vida de Dios fueron “albaceteños”. Aporta don Rafael su experiencia del verbo enrobinar, que es en Albacete “cubrir de óxido”. Así, se dice “una puncha enrobiná”, esto es, un clavo oxidado. El verbo enrobinar no es exclusivo de Albacete.
 
No me resisto a dejar de transcribir una parte del jugoso preámbulo (dos páginas) de la ley 6/2004, de 21 de diciembre, aprobada por las Cortes de Castilla-La Mancha. Contiene solo dos escuetos artículos: (1) Se aplica a Albacete el régimen de organización de los municipios de gran población. (2) El Pleno municipal de Albacete determinará la aplicación de la presente ley. En vista de lo escueta que parece esa norma, el legislador se atreve con un enjundioso preámbulo en el que se sintetiza la Historia de Albacete desde que era “un poblado casi a la intemperie” en la Prehistoria. Pero “un día llegaron los beréberes, gente ruda, y se quedaron a cenar”. En ese mismo tono festivo transcurre la epopeya de Albacete. Por ejemplo, “a quien Dios tenga donde merece, y la aldea tira p’adelante, empezamos a ser urbanitas, aunque no todos, a causa de las etapas sombrías, [en las] que los vecinos se van a por tabaco y ya no vuelven, mientras otros bajan de Chinchilla a la llanura, más que nada por fastidiar”. En el siglo XIX “hasta viene Espartero, con un par, ya saben, el del caballo”. En ese tono se completa la “peripecia histórica, anecdótica y sentimental”, ya digo, como preámbulo florido a una aburrida ley. Me envía el texto Julio Iglesias de Ussel, con esa capacidad que tiene el granadino de husmear los más estrambóticos documentos del archivo celtibérico.
 
Ander del Río García me envía un excelente comentario sobre la relación entre el famoso “tres por ciento” de los políticos catalanes y el aireado “expolio fiscal”. Concluye: “cada vez que algún catalán pelma nos salga con lo del expolio fiscal [Cataluña da más al resto de España de lo que recibe] habrá que responderle: Sí, sí, pero descuente usted el 3%”. Añado: “Como mínimo, tú”. El famoso 3%, (una humilde infraestimación) es la expresión contable de la ruina que ha supuesto para Cataluña el nacionalismo, ahora el nacionalsocialismo, como dice César Vidal con acierto. Es un tanto injusto pretender que los gobernantes catalanessolose llevan el 3% de comisión en las obras públicas.

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