Ya se sabe, en llegando el puente de la Constitución hay que sacar el belén y reponer la pila de libros para las largas tardes de las Navidades. La pequeña tradición de este rinconcillo es informar sobre los textos relacionados con la lengua. Pero, al llegar estas fechas, se impone la recomendación de lecturas más suculentas. Después de todo, esta seccioncilla destila cada vez más asuntos políticos y culturales que llenan de contenido las polémicas lingüísticas que aquí mantenemos. Esa evolución no ha sido promovida por mí sino por los libertarios. Me complace esa derrota. Al final, ya se sabe, las discusiones ideológicas terminan siendo de lenguaje.
El principio anterior se deja ver con claridad en el libro de César Alonso de los Ríos, Yo digo España. Contra la disolución nacional alentada por la izquierda (Libros Libres). Es una crítica mordaz contra las veleidades antinacionales y pronacionalistas de la izquierda en la España actual. El autor conoce bien la mentalidad de la izquierda. Cada vez se exhiben más los colores de la bandera de España en las cubiertas de los libros (como es el de César Alonso de los Ríos) y en las manifestaciones callejeras. Por un lado asistimos a la desmembración de España desde las instancias gubernamentales, pero, por otro, se revitaliza desde el pueblo la idea nacional. El choque recuerda el que se produjo en 1808, salvando todas las distancias. Por cierto, habrá que prepararse para celebrar el bicentenario de tamaño acontecimiento.
O quizá el recuerdo histórico del enfrentamiento al que aludo esté más cerca, en 1936. Para reconstruir moralmente la crisis de la II República las prensas acaban de estampar un libro del mayor interés. Me refiero al de Pío Moa, La Repúbica que acabó en guerra civil. La marcha del desastre en imágenes (Áltera). Se trata de un impresionante documento gráfico y literario. Puesto que andamos a vueltas con lo de la "memoria histórica", hagámosla completa. Como tantas otras expresiones políticas oficiales, esta de la "memoria histórica" acaba significando lo contrario de lo que pretende. Nada menos que el Gobierno actual trata de que los españoles olvidemos la mitad de nuestra Historia reciente. Pío Moa se encarga de curar esa amnesia.
Un libro apabullante de información es el de Felipe Fernández-Armesto, Los conquistadores del horizonte. Una historia mundial de la exploración (Destino). Es una crónica maravillosa de las exploraciones geográficas a través de los tiempos. Particular interés tiene el descomunal ímpetu de los navegantes portugueses y los conquistadores españoles alrededor de 1500. Ese sorprendente hecho no se explica tanto por las condiciones materiales como por un factor personal: el espíritu de aventura. El cual tiene mucho que ver con las obras literarias del momento, fundamentalmente los libros de caballerías. También es curioso que esa formidable hazaña de los descubrimientos geográficos, con la que se inaugura la Edad Moderna, tenga tanto que ver con la Literatura. En el caso de los conquistadores españoles destaca, además, su peculiar iniciativa de erigir ciudades.
Un factor sorprendente en la Historia de las exploraciones geográficas de todos los tiempos es el conocimiento de los vientos constantes en alta mar. Se da, incluso, la paradoja de que los navegantes se aseguran sobre todo el viento a favor para volver a casa. Aparte de esas provocativas tesis, el libro de Fernández-Armesto aporta una originalísima colección de mapas y dibujos. De nuevo estamos ante un libro de Historia en el que pesa decisivamente el aparato gráfico. A pesar del considerable acopio de información, el libro se lee como una novela.
Para los aficionados a la Historia, la Economía y la Literatura hay un precioso libro colectivo: Economía y Literatura, coordinado por Luis Perdices y Manuel Santos Redondo (Ecobook). Comprende un par de docenas de ensayos breves y sustanciosas sobre la vida económica a través de distintas obras literarias.
Para completar los libros de ensayo bastará una novela que es una preciosidad: La vida nueva de Alfonso Quesada de Andrés Amorós (Castalia).
Sin duda habrá más libros para leer durante estas Navidades. Los indicados son solo una muestra, fruto de mis complacencias.
