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Amando de Miguel

Palabras perdidas

Normalmente, me ocupo aquí de los vicios del lenguaje común y a veces la incorporación de nuevos usos y de voces importadas o inventadas. Pero alguna vez habría que hablar de las palabras que se han perdido, por lo general pertenecientes a un mundo periclitado. No estaría mal que se hiciera un esfuerzo por rescatar algunas de esas voces olvidadas, cuando podrían recobrar la antigua función. Si restauramos los monumentos antiguos, ¿por qué no habríamos de salvar de la ruina algunas palabras? A los aficionados les gustará saber que hay un Diccionario del castellano tradicional, de César Hernández Alonso y colaboradores (Valladolid: Ámbito, 2001). Es un verdadero tesoro, que viene a completar el auténtico Tesoro de la lengua castellana o española de Sebastián de Covarrubias (Madrid: Castalia, 1995). Es una estupenda revisión de la edición primera de 1611, coetánea, pues, del Quijote. El Tesoro es al tiempo un diccionario de uso y etimológico; trae también muchos refranes. Las etimologías a veces sorprenden e iluminan. Un solo ejemplo. Ahora se dice mucho lo de “salir del armario”. La palabra “armario” no viene del árabe, sino del griego. “Armós” en griego es orden, compostura. Por lo que “salir del armario” equivaldría propiamente a salirse de madre, perder el orden y la compostura. En realidad, esa expresión viene literalmente del inglés, como es sabido. El armario (closet) es donde se encerraban, por vergüenza, los que tenían una orientación sexual estadísticamente rara.

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