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Amando de Miguel

Política e insultos

Nuestro hombre, Carmelo Encinas, con su característico aire curialesco, sostiene, por ejemplo, que en el siglo XIX no había sindicatos.

Comprendo que las cuestiones políticas nos apasionan a todos, pero me es materialmente imposible comentar la cantidad ingente de correos sobre ese asunto. En LD se habla profusamente de política y no quisiera yo acaparar más espacio sobre el particular. Así que me referiré a algunas muestras, más que nada las que tienen alguna relación con el lenguaje.

Tenemos que un veterano libertario anda metido a político, José María Navia-Osorio. De casta le viene al galgo. Me consulta que si a "mitin" hay que ponerle tilde. Yo creo que no, aunque hace tiempo algunos decían "mitín". Suena más asturiano, pero no es correcto. Protesta don José María de que se diga que su programa de Sanidad es una copia del de Esperanza Aguirre. Insiste el asturiano que él lo ha redactado como cosa propia, sin haber leído el de doña Espe. No hay por qué alterarse. La política liberal es puro sentido común. El lío en Madrid es que a veces se confunde la sanidad con la salud, lo alimentario con lo alimenticio, el culo con las témporas.

José Santos comenta la tertulia de VEO7, la del apasionado Carlos Cuesta. Se refiere a los que "revientan todas las tertulias, hablan cuando no les toca, se erigen en protagonistas, contestan al resto de los tertulianos, siempre, por encima del moderador". Está muy bien visto. Esa conducta de dos o tres tertulianos revela que están inseguros. Don José me pregunta por el epíteto que dirigí a uno de esos tertulianos y que el hombre no entendió. Lo etiqueté de "turiferario", literalmente, la dignidad eclesiástica menor que se encarga del incensario. Se trata de una metáfora irónica, ya que el tertuliano en cuestión repite siempre el argumento que más place al Gobierno, aunque él se autoproclama independiente. Por ejemplo, me dio la pista sobre a quién beneficia el movimiento de la DRY (Democracia Real YA) cuando vi que a ese tertuliano los "rastas" de Sol le caían simpáticos. Nuestro hombre, Carmelo Encinas, con su característico aire curialesco, sostiene, por ejemplo, que en el siglo XIX no había sindicatos.

No siempre los epítetos son irónicos. JRGSardura me define así: "Pierde los papeles... permanentemente cabreado... pelotillero hasta la extenuación con Esperanza Aguirre... vejestorio con barba de chivo... listillo de pacotilla, eterno faltón y cabreado... derechón mentiroso... baranda... Odiando de Miguel... cabrón". Hay más lindezas. Supongo que lo de "baranda" es porque tengo alguna autoridad en esto de los comentarios lingüísticos o sociológicos. Muchas gracias por ese reconocimiento. Insisto en mi tesis de que los insultos retratan muy bien al que trata de ofender con ellos, sobre todo si la ironía la sustituye con lugares comunes.

Una excelente ironía es la de Eduardo Fungairiño (un admirable jurisconsulto), quien me transmite esta frase de un editor inglés: "La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos aunque no existan, hacer un diagnóstico incorrecto de los mismos y aplicarles la solución equivocada". En estos días que vuelan se podría decir también que la política parece ser el arte de ocultar los problemas, aunque preocupen a la gente, en todo caso plantearlos mal y no darles ninguna solución.

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