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Amando de Miguel

Sobre lo catalán

José Luis Iglesias Burgos (Madrid) cuenta una bonita historia a propósito del “problema catalán”. Tuvo que residir unos años en Cataluña y se empadronó en una localidad que no cita. Al regresar a Madrid, en 1993, se dirigió al Ayuntamiento a pedir la baja del padrón para presentarla en Madrid. El funcionario le dijo que volviera a las 10 de la mañana, que era la hora en la que el jefe ─el “comisario político de CiU”─ salía a tomar un café. De esa forma el funcionario le podía dar la baja en castellano (firmada por orden), pues el “comisario” se negaba a firmar nada que estuviera escrito en castellano. Sí, señor, todo un ejemplo de seny (= buen sentido) por parte del funcionario y de rauxa (= desmesura) por parte del “comisario”.
 
Josep Rodo (Barcelona) me proporciona un dato interesante. En su empresa los únicos que se expresan en catalán son los que proceden de Extremadura o Andalucía. En cambio, los que llevan apellidos catalanes se expresan habitualmente en español. Pues sí que es curioso. No es esa mi impresión después de haber sido catalán algunos años. En fin, puede que don Josep aluda a lo que se llama el “síndrome del converso”, del “jenízaro” o del “charnego agradecido”. Está en la Literatura. Me recuerda un pequeño suceso de hace unos meses. Daba yo una conferencia en una hermosa ciudad mediterránea, en la que se hablan don lenguas, el castellano y el catalán. En la mesa estaban conmigo varias eminentes personalidades de la vida política y cultural de la ciudad. Todas ellas tenían un pequeño parlamento de cortesía. Previamente, sin decirme nada, se habían puesto de acuerdo en que, por consideración a mi persona, iban a hablar en castellano. Efectivamente, así lo hicieron. Solo se saltó el pacto un destacado político quien pronunció su discursito en catalán. Lo curioso era que, a diferencia de todos los demás, su lengua materna no era el catalán. Bien es verdad que, en uno u otro idioma, todos fueron muy amables conmigo. De haberme preguntado, mi respuesta hubiera sido que hablara cada uno en la lengua que fuera más familiar. En la sala seguramente todos entendían las dos lenguas. Qué fácil sería entenderse si dejaran que nos entendiéramos.
 
Jordi Molins i Coronado asegura que él no dijo esa barbaridad de que el catalán procede del sánscrito. “Será otro Jordi”, viene a decir. Pues será, porque yo no me lo inventé. Debe de ser que se han traspapelado los mensajes. Son tantos que me inundan. Pido perdón por el desorden. Por otra parte, tampoco es tan extravagante asociar las raíces del catalán con el sánscrito, a través del latín y del griego. Don Jordi considera insultante la expresión “lengua regional” aplicada al catalán. El hombre se siente profundamente ofendido. Pido perdón otra vez, pero no ha sido mi intención insultar a nadie. Sobre el particular he escrito ya diversos comentarios. Si los catalanes que se sientan insultados consideran que el catalán es una lengua internacional, pues adelante. En cambio, a mí no me molesta que el castellano que yo hablo sea considerado como un dialecto regional de un español hablado fundamentalmente en América. Sigo sin entender por qué esta cuestión de los idiomas genera en España tanta ira y resentimiento. ¿No podríamos enraonar (= hablar razonadamente) con sosiego? Voy viendo que eso del seny es una leyenda, por lo menos a través de muchos catalanes que me escriben.
 
Antonio Campoy (filólogo) me recrimina con firmeza profesoral y abundancia de imperativos: “No pocas veces incurre usted en errores que son, permítame, sorprendentes. Créame que me he quedado de piedra con esa definición que hace usted de diglosia”. Decía yo que es la situación en la que, cuando coinciden dos lenguas en los habitantes de un mismo espacio, una de ellas se adscribe a las clases altas y la otra a las clases populares. Puede que esa apreciación no sea muy precisa, pero creo que es consonante con la definición que da el DRAE: “Diglosia. Bilingüismo, en especial cuando una de las lenguas goza de prestigio o privilegios sociales o políticos superiores”. Don Antonio sostiene que “la diglosia se produce cuando, coexistiendo dos lenguas en un mismo territorio, estas tienen usos sociales diferentes”. Ese uso alternativo, para don Antonio, “no tiene que ver con las clases populares o [las] altas. Aquí, en Cataluña, como sin duda no ignora, el castellano lo habla tanto ese supuesto camarero de su ejemplo como las altas aristocracias y burguesías”. Yo sigo creyendo que los fenómenos de diglosia sí tienen que ver muchas veces con las clases sociales. Lo que ocurre es que no se trata de una correspondencia fija, sino variable en cada tiempo y lugar. Qué manía la de considerar que los que no piensan como uno cometen “sorprendentes errores”. No veo por qué es un error llamar diglosia a la situación en la que los comensales de un restaurante de postín en Barcelona hablan catalán entre ellos y se dirigen al camarero en castellano. Esa situación la he visto docenas de veces y, además, me parece naturalísima. Entra perfectamente en la definición de diglosia que da el DRAE y la que aporta el fino de don Antonio.
 
Gustavo Sánchez Sánchez me espeta: “Es usted un analfabeto a la hora de tocar ciertos temas lingüísticos. Lo de los comensales catalanohablantes que se dirigen al camarero en castellano es para morirse de risa. Usted no tiene ni idea”. Hombre, alguna idea tengo. Pero ¡qué españolazo es usted, don Gustavo, con esos juicios tan apodícticos! La escena del restaurante la he presenciado bastantes veces. Aunque puede que sea una falsa percepción de un analfabeto, como usted me considera. Es más, también la he registrado en Estados Unidos. Los comensales instruidos hablan en inglés y se dirigen al “mesero” en español. La cosa es bien natural y no desmerece a nadie.
 
José Antonio Méndez no se extraña nada del caso que aquí se recogía de un vasco que llamó a su compañía de Seguros y le salió un contestador solo en catalán. Don José Antonio asegura que hizo una compra en la web del Cádiz C.F. y, al ver que se retrasaba el pedido, llamó al número que le indicaban. Su sorpresa fue mayúscula al comprobar que el contestador del Cádiz C.F. le hablaba solo en catalán y sin acento gaditano. Mi impresión es que lo del Estado Catalán va en serio. A este paso, las Navidades próximas van a ser la apoteosis de la sidra El Gaitero.
 
Está visto que el asunto de las lenguas regionales propende a la diatriba, el insulto. Jean Solé me llama “facha” y “fascista” porque ignoro que “el catalán es un idioma hablado por más de seis millones de personas”. Sigue: “Además le informo de que Catalunya ya en la Edad Media era Nación, con su Parlamento, el más antiguo de Europa”. Concluye: “A mí me produce asco todo lo español y entérese de una vez, los catalanes no somos separatistas por la sencilla razón de que jamás estuvimosunidos, por lo que aquello de que jamás formamos parte es imposible que se pueda separar”. ¡Qué agobio!

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