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Suele ser habitual leer quejas de hackers alegando que se confunde su actividad con la de otros personajes más dañinos. Al emplear las palabras "pirata informático" o hacker se mete en el mismo saco tanto a gente que se dedica a difundir a los cuatro vientos números de tarjetas de crédito como a aquellos que avisan amablemente a las compañías de software de los fallos que puedan encontrar en sus productos.

La nueva Asociación para la Información de Hackers debería empezar informando de esto. Sin embargo, parece fallar incluso en las definiciones habituales de los términos que siempre se han empleado para diferenciar todas estas actividades. Según esa tradición, hacker es aquel que se cuela en ordenadores ajenos, pero avisa a los administradores de ese sistema de los agujeros que han encontrado. Crackers son tanto los que utilizan esos agujeros para destruir sistemas como los que desprotegen programas comerciales para facilitar su copia. Los phreakers procuran buscar maneras de pagar menos por sus conexiones a Internet. Por último, los piratas son los que copian programas y juegos y, sobre todo, los que cobran por esas copias.

La junta de esta nueva asociación no está formada por grandes cuartangos, pero al menos podría dedicarse a difundir la bondad de la actividad de los hackers, que no está mal. Sin embargo, hay algo que hace sospechar. Es la definición de activismo como "una forma de protesta utilizando todos los medios que ofrece el mundo digital e Internet". También se declaran sin ideología. Entonces, ¿contra qué protestan? Parece ser que les molesta que no "había futuro, ni sigue habiéndolo". Vamos, la vieja monserga antisistema que últimamente parece querer apropiarse tanto de este movimiento como el del software libre.

Peor aún, la asociación recién constituida parece incumplir tanto el artículo 22 de la ley catalana como el 6.2 de la nacional. En sus estatutos, divide los socios en dos grupos: los fundadores y los normales. Y estos últimos tienen voz, pero no voto, a no ser que la junta los convierta en socios "de mérito", que sí tienen voto. Claro que no soy abogado, así que puedo estar equivocado. Pero, la verdad, huele muy mal. No parece un comienzo apropiado para devolver su buen nombre a los hackers.


Daniel Rodríguez Herrera es editor de Programación en castellano.

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