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EDITORIAL

El lugar de España en Cuba

Qué diferencia de forma y de fondo con las muestras de servilismo a los tiranos y las afrentas al pueblo cubano encarcelado en su propia tierra a las que nos acostumbró el anterior Gobierno, para vergüenza de los españoles.

En su primera respuesta a la muerte por inanición de Wilman Villar Mendoza en una de las sórdidas cárceles castristas, el Gobierno señala la dirección correcta para la relación de España con la dictadura: volver a poner la Diplomacia al servicio de los oprimidos y exigir al tándem tirano de los Castro, desde el primer minuto, que respete los Derechos Humanos y reconozca la libertad política en la Isla.

Las referencias de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría a Wilman Villar en la comparecencia habitual tras el Consejo de Ministros representan un cambio claro del discurso oficial de España sobre la dictadura. Sáenz de Santamaría ha anunciado contactos telefónicos del ministro de Exteriores con la familia del señor Villar para conocer qué puede hacer España por ellos, un gesto que, en sí mismo, ya enmienda la grotesca fraternidad que la Política Exterior del señor Rodríguez Zapatero tramó con la tiranía más longeva y sanguinaria de América.

Pero el Gobierno no se ha quedado en el gesto de compasión, cercanía y auxilio de la penúltima víctima de los Castro. La intervención de la vicepresidenta ha resultado particularmente elocuente al instar a la dictadura, desde la tribuna del Palacio de La Moncloa, a “liberar a todos los presos políticos, garantizar los Derechos Humanos y las libertades fundamentales y a permitir la libre expresión de todas las ideas políticas sin excepción”.

Qué diferencia de forma y de fondo con las muestras de servilismo a los tiranos y las afrentas al pueblo cubano encarcelado en su propia tierra a las que nos acostumbró el anterior Gobierno, para vergüenza de los españoles. El interlocutor del Gobierno vuelve a ser la Oposición de dentro y fuera de Cuba. El punto de vista de España vuelve a ser el de las víctimas, no el de los verdugos. Fue así durante los gobiernos de Aznar, y nunca debió ser de otra forma. 

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