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EDITORIAL

El millón de Zapatero

Que el Gobierno no sea causante de la crisis internacional no significa que no sea uno de los mayores culpables de la acelerada destrucción de empleo en España: Alemania con una coyuntura similar redujo su tasa de paro en 1,2 puntos porcentuales.

Hace aproximadamente un año, Zapatero se encontraba en pre-campaña electoral, esto es, vendiendo a la ciudadanía las razones por las que debían reelegirle presidente del Gobierno en marzo. Uno de los compromisos más firmes que adquirió en aquellos momentos fue hacer todo lo posible para lograr el pleno empleo, lo que equivale a tasas de paro del 5%.

Un año después, el número de parados registrados en el INEM se ha incrementado en un millón hasta alcanzar la cifra más elevada de la historia de nuestro país; cogiendo los últimos datos de la EPA, posiblemente ya estemos en una tasa de paro del 13,5%. Muchos éramos los que hace un año ya advertíamos de la falta de realismo de las promesas socialistas; eran puro humo destinado a embaucar a una sociedad que, en más ocasiones de las recomendables, le gusta que la engañen para sentirse reconfortada.

Ahora, sin embargo, el argumento utilizado por el Gobierno para justificar la disparidad total entre sus promesas y los dramáticos acontecimientos actuales pasa por que la crisis ha tomado un rumbo que nadie podía prever. Este razonamiento, claro, contiene dos falacias que probablemente no pasen inadvertidas al Ejecutivo.

La primera es eso de que nadie podía prever lo que inmediatamente después iba a suceder. En realidad, no había que anticipar nada, porque el paro ya seguía una inquietante evolución desde agosto de 2007. Pero, por lo visto, Zapatero no tenía necesidad de tildar a nadie de catastrofista, antipatriota o ignorante, porque nadie esperaba un mal ejercicio económico para nuestro país.

La segunda, si acaso más grave por si trascendencia diaria, es que el desempleo que padece España se debe por entero a esa crisis internacional que nadie pudo prever. El Gobierno tiene escaso margen de maniobra y sólo cabe considerarlo una sufrida víctima más del desastre que nos asiste.

El problema es que este análisis no encaja demasiado bien con la realidad. Desde luego, la crisis internacional ha tenido una decisiva importancia en el aumento histórico de nuestro desempleo y, es cierto, el Gobierno no tiene ninguna responsabilidad en esa crisis; aunque, conviene recordarlo, tampoco protestó durante la primera legislatura contra todos los excesos crediticios que generaron el boom inmobiliario que ahora ha explotado pero que tantas medallas le permitió colgarse en cuanto a generación de empleo.

Ahora bien, que el Gobierno no sea causante de la crisis internacional no significa que no sea uno de los mayores culpables de la acelerada destrucción de empleo en España. Basta compararnos, no sin cierto sonrojo, con Alemania, una economía que atraviesa una coyuntura internacional similar a la nuestra, y que durante este año redujo su tasa de paro en 1,2 puntos porcentuales.

La diferencia viene de nuestro mercado laboral es uno de los más rígidos y regulados del mundo, lo que provoca que ante cualquier problema económico, la respuesta que puedan adoptar los empresarios no sea bajar salarios o reorganizar las tareas de su plantilla, sino directamente soltar lastre. Necesitamos crecer mucho para lograr generar niveles apreciables de empleo y, a la inversa, a poco que dejemos de expandirnos, su destrucción alcanza niveles escandalosos como los actuales.

El Gobierno podría liberalizar el mercado de trabajo y dar alguna alternativa, más allá del cierre o la reducción drástica de las operaciones, a los empresarios asfixiados por las deudas y la ralentización de la actividad. Sin embargo, Zapatero hace gala de negarse a recortar "derechos sociales", lo que equivale a mandar a los trabajadores a tomar el sol no sólo los lunes, sino todos los días de la semana.

De hecho, en medio de esta responsabilidad por omisión, una de las pocas decisiones que ha adoptado el Ejecutivo ha sido aumentar el salario mínimo, es decir, añadir aun más inflexibilidad a las relaciones laborales, alimentando el paro. Y la otra ha sido aprobar un plan de estímulo de la economía que lo único que va a estimular va a ser el gasto público, la deuda y el derroche superfluo de recursos; todo lo cual empeorará las condiciones de nuestra economía a corto y largo plazo.

Con un millón más de parados que hace un año, el PSOE debería empezar a replantarse seriamente su discurso. Los españoles no pueden seguir recibiendo largas sobre cuando vamos a tocar fondo; ahora, según Zapatero, empezaremos a recuperarnos a partir de marzo. Pero también se suponía que íbamos a crear dos millones de puestos de trabajo durante esta legislatura, cuando ya estamos a medio camino de haberlos destruido.

Eso sí, no deja de ser trágico que los españoles sólo puedan descubrir que el socialismo genera paro y pobreza cuando lo padecen en sus propias carnes.

En Libre Mercado

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