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EDITORIAL

Intervencionismo presente

Es sobre el Estado, custodio de las arcas públicas, sobre quien cae la responsabilidad de no ceder ante el crujir de dientes de las empresas más comprometidas ante la crisis.

Hacer buenos negocios cuando las cosas van bien y recibir la caridad estatal cuando van mal es el sueño de cualquier empresario. Se enriquece en la bonanza y capea la crisis con el dinero de los demás. Esta tentación, que no por humana es menos perversa, suele estar presente en todas y cada una de las crisis económicas desde que el capitalismo es capitalismo.

Es sobre el Estado, custodio de las arcas públicas, sobre quien recae la responsabilidad de no ceder ante el crujir de dientes de las empresas más comprometidas ante la crisis. Es aquí donde los gobiernos se enfrentan a la prueba de fuego en la disyuntiva entre salvar a quienes han equivocado la gestión de sus empresas o permitir que el mercado se reajuste castigando a los ineficientes.

En lo que atañe al caso español, Miguel Sebastián no ha tardado en acudir en ayuda de las inmobiliarias amenazadas con la quiebra anunciando medidas intervencionistas como la compra de suelo con dinero público, justamente calificadas como "planificación soviética" por Cristóbal Montoro. A la escasa credibilidad que les queda a los socialistas en materia económica tras negar la evidente crisis y a su incapacidad para fijar un criterio para afrontarla se suman ahora al intento de defenderse agitando el espantajo del intervencionismo de los gobiernos pasados cuando todavía tenemos bien reciente la participación del Ejecutivo de Zapatero en la venta de Endesa o el intento de asalto al BBVA.

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