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EDITORIAL

Inutilizar las pruebas del 11-M

Es decir, que se confió al policía Sánchez Manzano el arma homicida y él ha hecho lo necesario para que esta prueba fundamental se malogre. Si fue torpeza o acierto, no lo sabemos.

Son muchas las razones que hacen del 11 de marzo el atentado terrorista más grave de la historia de España. No sólo el número de muertos, cada uno de los cuales es una tragedia inconmensurable. No sólo los numerosos heridos, para muchos de los cuales la vida ha cambiado para siempre. Otra de las razones es que su inspiración y su objetivo fueron políticos y apuntaban a un cambio en el signo del Gobierno. Y que, por desgracia para nuestra afligida democracia, el uso político que el PSOE hizo del mismo fue absolutamente desleal y con el único objetivo (único que ha mantenido puro el partido socialista) de llegar al poder.

No está de más recordar todo ello cuando nos encontramos con que la prensa, otra vez la prensa, ha vuelto a revelar un hecho absolutamente insólito, imposible de entender si no se le da la clara y decidida intención de lograr que no se sepa la verdad sobre lo ocurrido ese luctuoso día. Nos referimos, claro está, al hecho de que el entonces jefe de los Tedax, el inefable Juan Jesús Sánchez Manzano, se saltó todos los procedimientos para hacer una chapuza de análisis de los explosivos que no concluye nada, decidió no enviar los restos a la Policía Científica, sabiendo que ésta daría una respuesta certera, y ocultó cuanto pudo su comportamiento al juez instructor del caso.

Es decir, que se confió al policía Sánchez Manzano el arma homicida y él ha hecho lo necesario para que esta prueba fundamental se malogre. Si fue torpeza o acierto, no lo sabemos. De ser lo primero, cabe preguntarse por qué las torpezas cometidas por este funcionario siempre, invariablemente, van dirigidas a la ocultación de los hechos. O por qué mintió, en sede parlamentaria, cuando dijo que el mismo 11 él contaba con un informe que sólo elaboró quince días más tarde. O por qué ha convertido el informe oficial en papel mojado ante un tribunal, al no contar con la firma de dos peritos o no estar hecho en un laboratorio homologado.

Porque hemos llegado al punto en el que los pilares del relato oficial de los hechos, la trama asturiana, la mochila de Vallecas, el Skoda Fabia, la furgoneta de Alcalá, sabemos que son mentira o, peor aún, pistas falsas fabricadas con el objetivo de despistar. Y, por otro lado, uno de los datos más fundamentales del crimen, lo que los estadounidenses llaman el arma humeante, ha sido anulado, acaso para siempre, por Sánchez Manzano. ¿Cabrá el contraanálisis? Si es materialmente posible, ¿por qué no lo ha solicitado el juez Del Olmo? ¿Lo pedirá ahora, que sabe por el propio jefe de los Tedax que lo que se le entregó es una chapuza? ¿Preguntará a la fiscal Olga Sánchez en qué se ha podido basar para decidir que lo que estalló en los trenes fue Goma 2 ECO "¡y vale ya!"?

Lo que se concibió como una conspiración contra nuestra democracia, pues pretendía condicionar el sentido del voto de los españoles, sigue haciéndole daño. Una de las razones es que se ha querido convertir el deseo de ampliar nuestro conocimiento de lo que ocurrió el 11 de marzo en una cuestión ideológica, lo que ha servido a muchos para nublar aún más todo el asunto y vestir de venganza política lo que no es más que el reclamo ciudadano de saber qué pasó exactamente aquellos cuatro días de marzo.

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