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Eduardo Goligorsky

Mañana te pegaré

Mañana, o dentro de tres años, nos pegarán. Ya nos están pegando.

Mañana, o dentro de tres años, nos pegarán. Ya nos están pegando.

Nunca pude borrar de mi mente la impresión que me causó leer una historia que Raúl Larra cuenta en la biografía de Roberto Arlt. Aparentemente, el padre de quien sería más tarde un talentoso novelista y cronista argentino castigaba sus travesuras infantiles atormentándolo con una amenaza de refinado sadismo: "Mañana te pegaré". Y así el niño pasaba la noche atormentado por la perspectiva del demorado castigo. No sé por qué, o sí sé por qué, asocio automáticamente este recuerdo con la impresión que me causó el discurso de Artur Mas cuando amenazó con mantener en vilo a la sociedad catalana, ya cruelmente crispada, desmembrada y descapitalizada, hasta dentro de tres años. Para no mencionar la cara de compasión con que el resto de España, toda Europa y buena parte de Occidente contemplarán, durante ese lapso, el espectáculo bochornoso de la algarada histriónica.

Típica artimaña totalitaria

Artur Mas prometió que si el Gobierno de España hacía valer la autoridad que le confiere la Constitución y no autoriza la consulta independentista en el 2014 se aplicará el manoseado Plan B, que consiste en atribuir un ficticio estatus plebiscitario a las elecciones legislativas catalanas del 2016. Una larga noche de agonía de la convivencia y el bienestar a la espera de que se cumpla el plazo del "Mañana te pegaré". "Mañana te pegaré" encarnado en la típica artimaña totalitaria del plebiscito.

Atentos a la que suponían que era la voz de mando, los cortesanos de la prensa subvencionada se entusiasmaron. Escribió José Antich (LV, 6/9), halagando a Mas:

Que no haya dudas sobre su papel de liderazgo y no de comparsa de Esquerra, su socio parlamentario, en una cuestión nuclear en Catalunya.

Y Marius Carol sumó su cuota de obsecuencia, disfrazada de ecuanimidad (LV, 9/9):

Mas no ha querido aportar melancolía a la Diada, pero sí recordar a los impulsores de la Vía Catalana que el calendario lo marca el president y que la política se debe hacer con emoción, pero no desde las emociones. Y, de paso, recordar a ERC que el aliado es el que va de la mano, no el que tira de ella.

Hasta que llegó el ventrílocuo Oriol Junqueras y mandó parar. El referéndum se celebrará, "sí o sí", en el 2014, ordenó. El referéndum se celebrará, "sí o sí", en el 2014, repitieron los muñecos disciplinadamente, con Artur Mas en la primera fila. Por supuesto, y dado que los genes cainitas son la seña de identidad de todos los secesionistas, éstos serán agentes del caos en cualquier comunidad donde conquisten el poder y terminarán tirándose los trastos a la cabeza los unos a los otros. En esto, y en muchas otras cosas, se parecen a los fundamentalistas religiosos.

El proceso puede eternizarse

Lo trágico es que, con Plan A o con Plan B, el proceso de desintegración de Cataluña puede eternizarse. El Plan A puede prolongar el "Mañana te pegaré" más allá del 2016 que figura en el Plan B, con el consiguiente empeoramiento de la descomposición.

Luis María Ansón explicó con claridad meridiana y con demoledora causticidad en su proyecto de "Respuesta de Rajoy a Artur Mas" (El Mundo, 15/8), del que cité otro párrafo en un artículo anterior, que si Mas pretendiera poner en práctica el Plan A dentro de la legalidad se necesitarían muchos años para alcanzar el objetivo propuesto:

Conforme al artículo 168 de la Constitución, la aprobación de la pretensión de Mas requiere una mayoría cualificada: los dos tercios de la Cámara, es decir, 234 diputados. Vamos a suponer que Artur Mas, con su insolente desfachatez, y Oriol Junqueras, con su carita de cura preconciliar, deslumbran al Congreso y consiguen que los dos tercios de los diputados, rendidos al hechizo y a la sabiduría de ambos líderes, aprueben dócilmente la reforma que ambos solicitan. A continuación, el texto debe pasar al Senado, que precisa también de los dos tercios de sus miembros para confirmarlo. El artículo 168 de la Constitución exige que, de forma inmediata, se disuelvan las Cortes Generales y se proceda a convocar elecciones legislativas. El nuevo Congreso deberá aprobar por dos tercios de sus miembros y el nuevo Senado por la misma proporción la reforma propuesta por Junqueras y por Mas, su marioneta, tan sota (sic), por cierto, tan áspera, tan seca. Y a continuación, referéndum nacional con participación de todos los españoles, libres e iguales ante la ley, pues la escisión de una parte del territorio nacional corresponde decidirla al entero pueblo de España.

Asedio sectario

La fractura de Cataluña viene de lejos y afecta zonas vitales de su entramado social. La economía, la educación y la convivencia son las principales víctimas de la ofensiva secesionista, que se alimenta de enfrentamientos artificiales entre ellos y nosotros. Enfrentamientos entre conciudadanos, amigos, vecinos, socios, familiares e incluso fieles de una misma religión. Ningún entorno está a salvo. Y esto pretenden prolongarlo durante tres o más años. Con TV3 y los medios oficiales y subvencionados vertiendo permanentemente sus dosis rutinarias de veneno y con los centros de enseñanza viciados por el adoctrinamiento y el proselitismo.

Hay ejemplos de invasión de competencias con fines espurios que claman al cielo. El asedio sectario a la Iglesia católica roza el escándalo. La Assemblea Nacional Catalana dispuso que las iglesias del trayecto de la Vía de la independencia debían marcar con un repique de campanas, a las 17:14, el momento en que los participantes en la cadena se cogían las manos. Confesó el somatén mediático (LV, 8/9):

Sin embargo, esta idea de la ANC de involucrar a las parroquias en la transmisión del santo y seña de inicio de la cadena ha encontrado resistencia en la cúpula eclesial. Al menos tres obispos, los de Solsona, Tortosa y Sant Feliu de Llobregat, han pedido a las parroquias de sus diócesis que se mantengan neutrales y no repiquen las campanas. También el arzobispado de Tarragona se ha mostrado reticente a la iniciativa aunque deja la decisión a los rectores.

En mi artículo "El cisma identitario" (Libertad Digital, 28/3/2012) ya advertí de que al obispo de Solsona, Xavier Novell, lo acusaban de ser lo que Hilari Raguer había definido (LV, 9/1/1997) como un "cura lerrouxista". En el 2010, entrevistado en TV3 por Josep Cuní, respondió a una pregunta capciosa con un enfático: "¿La Iglesia catalana existe? Existe la Iglesia en Cataluña". Para agregar luego:

Soy catalán, hablo esta lengua, pero como pastor me toca ser servidor y pastor de todos (…) La Iglesia está en Cataluña e intenta hablar la lengua de aquí, en catalán, pero también en castellano porque hay gente que habla castellano.

Más tarde, cuando el obispo de Vic dio una respuesta parecida a la del de Solsona, Salvador Cardús i Ros, celoso guardián de la ortodoxia secesionista, arremetió contra ambos… y contra la sintaxis castellana (LV, 21/3/2012):

Sí: es de risa de que dos jóvenes obispos "en Catalunya" –lo digo así para evitar que se sientan ofendidos si digo "catalanes"– quieran zafarse del envite de una pregunta como esta, sugiriendo su fidelidad a la Iglesia Católica Universal (sic). Sobre todo porque ellos saben muy bien que sí existe una Iglesia española, con un perfil nacional muy definido en sus múltiples documentos, algunos de los cuales muy recientes. Dos obispos jóvenes, por otra parte, ejemplo del dramático retroceso de la Iglesia institucional catalana en relación a su compromiso con las esperanzas de su pueblo.

Antoni Puigvert atribuye textualmente "el bullying sobre el obispo de Solsona", hostigado ahora por una fracción de sus feligreses, a las "muchas dificultades para admitir matices" (LV, 9/9). Extraños feligreses estos, que no reaccionan indignados cuando a la bandera catalana, reducida a camiseta del Barça, la profanan con el nombre de un emirato salafista donde está proscripto el cristianismo, y simultáneamente no admiten los matices de un obispo que no los acompaña en sus insurgencias políticas. ¿Otros tres o más años de tránsito por estas tinieblas?

La peronización de Cataluña

El profesor José Luis Álvarez aborda este fenómeno involucionista con un diagnóstico a mi juicio inédito pero sustentado por datos sociológicos de llamativa verosimilitud (LV, 9/9). Según el profesor Álvarez, las clases medias, que tienen mucho que ganar de la globalización, son las más interesadas en evitar un conflicto imprevisible y de alta intensidad con el Estado, pero

perdieron con CiU en el otoño del 2012 el control del catalanismo a favor de grupos sociales no metropolitanos, del interior del país, aquellos para los que, por estar ubicados en nichos de menor valor económico añadido para la globalización, estancados definitivamente sus estándares de vida, la interdependencia es irrelevante; los grupos representados por ERC.

Esos nichos de menor valor económico añadido para la globalización, forman el núcleo radical de una sociedad donde, advierte el profesor Álvarez, "muchedumbres y no votos marcan agendas políticas". Y describe, sin proponérselo, cómo los "grupos sociales no metropolitanos" asaltaron el poder, que todavía usufructúan, en Argentina. O sea que describe, asimismo, la creciente peronización y tercermundización de Cataluña. Mañana, o dentro de tres años, nos pegarán. Ya nos están pegando.

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