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Emilio Campmany

La sucesión que importa

Una derrota socialista podría propiciar la llegada de un líder que le devolviera a la "E" de sus siglas el significado que nunca debió perder. Por lo tanto, para el futuro de España no es indiferente quién suceda a un vencido Rodríguez Zapatero.

Todos andamos encelados en discutir quién sería el mejor candidato para suceder a Rajoy al frente del PP en el caso de que éste pierda las elecciones de marzo. Y, sin embargo, apenas prestamos atención a la sucesión que verdaderamente importa, a la que ha de producirse en la secretaría general del PSOE en el supuesto de que sean los socialistas los que salgan derrotados. Ocurra lo que ocurra en el PP, no hay duda de que seguirá siendo el partido nacional y constitucionalista que siempre ha sido. En cambio, una derrota del partido socialista podría propiciar la llegada de un líder que le devolviera a la "E" de sus siglas el significado que nunca debió perder. Por lo tanto, para el conjunto de los españoles y para el futuro de España no es indiferente quién suceda a un vencido Rodríguez Zapatero.

¿Es la derrota improbable? No más que la victoria. En cualquier caso, es la de Zapatero, y no la de Rajoy, la que puede provocar un cambio sustancial en la política española.

Con toda seguridad, el Partido Popular llevará en su programa dos ilusionantes propuestas para poner fin al chantaje separatista: la modificación de la ley electoral y una reforma de la Constitución para fijar de una vez por todas cuáles son las competencias irrenunciables de la administración central frente a las comunidades autónomas. La legitimidad de ambas reformas exige el apoyo del partido socialista. No cabe esperarlo mientras lo domine la actual nomenklatura, que está convencida de que es precisamente el separatismo, con cuya exagerada influencia quiere acabar el PP, el que puede un día ayudarle a sostenerse indefinidamente en el poder. Sin embargo, son muchos los socialistas que creen, junto con los populares, que ha llegado el momento de detener el expolio que viene soportando el estado a manos de los separatistas.

La escisión que ha sufrido recientemente el PSOE, bajo el impulso de Rosa Díez, es buena prueba de la profunda división que sufre ese partido. Si Zapatero y los suyos perdieran en marzo el control del presupuesto, la cantera de donde extraen el material con el que sostienen el dique que impide que la división interna se desborde, asistiremos a una profunda renovación de los altos cargos del socialismo español. ¿Vendrá Bono? ¿Será capaz de impedirlo Rubalcaba?

En cualquier caso, me barrunto que Rosa Díez no ha abandonado la nave socialista con todos los suyos y que algunos de ellos se han quedado a bordo haciendo como que reman o que enjarcian o que aparejan. ¿Y si el plan fuera utilizar la plataforma del nuevo partido para lograr un escaño desde el cual asaltar la secretaría general de un PSOE perdedor en marzo? No le será fácil a una militante que ha dejado de serlo. Pero para ser líder de la oposición necesita ser diputada y es obvio que la actual dirección nunca le habría permitido serlo. Creo que ya tengo algo en común con la valiente socialista vasca: ambos creemos en la probabilidad de la derrota de Zapatero. Cuando también lo crean los aspirantes a presidir el PP y los medios que los jalean, la sucesión que de verdad importa estará en trance de abrirse.

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