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José García Domínguez

El cuarto poder

Huelga decir que al ordenar Maura que se cerrase desde ya aquel suculento grifo, don Miguel logró lo inaudito: la santa alianza de todos, monárquicos y republicanos, contra su persona.

En Así cayó Alfonso XIII cuenta Miguel Maura, a la sazón responsable de la cartera de Gobernación en el Ejecutivo provisional de la República desde la misma tarde del 14 de Abril, cómo cierto Prudencio Rovira le reveló el abecé de los amoríos inconfesables entre la Prensa y el Poder. Desde tiempo inmemorial, el tal Prudencio, que a lo que se ve siempre hizo honor al nombre que le pusieran en la pila bautismal, había ejercido de secretario de todos los próceres que pasaban por el ministerio. A él hubo de acudir, pues, el bisoño gobernante para averiguar qué habría de cierto en las habladurías sobre una nómina secreta de la Administración, el célebre "fondo de reptiles". Y la confidencia del prudente Rovira al curioso Maura se desarrolló tal como sigue:

– El día primero de cada mes, al tiempo de entregar al ministro su paga en cartera de piel de Rusia, le hago también entrega de los fondos secretos, que ascienden a setenta mil pesetas. El ministro mete esa cantidad en un cajón de su mesa y nada se vuelve a saber de su destino. Este ha sido el régimen invariable de siempre, salvo en los dos años que ocupó la cartera tu pobre padre. Apenas salió él del Gobierno, su sucesor volvió al sistema tradicional y hasta hoy así se ha practicado.

– Bien. Desde hoy volveremos al sistema de 1902. Tú me harás el favor de abrir una contabilidad y de hacerte cargo de esos fondos. No pagarás un céntimo de ellos sin orden escrita mía y con destino nominal.

Transcurrida una semana desde ese diálogo, y tras dar cuenta el probo Rovira de haber abierto la tal contabilidad, preguntó a don Miguel qué tenía pensado hacer con las soldadas de la legión de periodistas que, mensualmente, cobraba sus servicios a la patria "por Gobernación". Maura, que todo lo ignoraba sobre las interioridades de aquel negociado, le pidió entonces una lista exhaustiva con los nombres, no sólo de los felices agraciados, sino también de las cabeceras de los diarios en los que firmaban.

Dicho y hecho. "Al instante", escribe en 1945 desde el exilio, "pude comprobar que, salvo contadísimas excepciones, toda la prensa madrileña recibía cantidades en mano del ministro en persona, cada mes. No constaba en parte alguna la cifra que cada cual solía ingresar y en eso consistía por lo visto el 'secreto' de los fondos". Huelga decir que al ordenar Maura que se cerrase desde ya aquel suculento grifo, don Miguel logró lo inaudito: la santa alianza de todos, monárquicos y republicanos, contra su persona. Una feroz campaña de acoso y derribo que no cesaría hasta que su sustituto en el ministerio, Casares Quiroga, volvió a instaurar los usos de toda la vida.

O sea, los de ayer, hoy y mañana.

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