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Ketty Garat

El cuento de Rubalcaba y el lobo

Rubalcaba ha alarmado tantas veces con la llegada del lobo que ya casi nadie le escucha y, muchos menos, le creen. Por eso esta semana, se calló

 

Querido Pablo:

Ya dice el refranero que la paciencia es la madre de la ciencia. Y parece mentira que mi científico de cabecera, Rubalcaba, no asuma tan cierto aserto. El secretario general del PSOE hizo doblete el fin de semana pasado. Primero el sábado, con una intervención desorientada en la que aseveró –tras declarar Rajoy que "todo es falso, salvo alguna cosa"-, que el presidente "ha conducido a este país a una situación insostenible, imposible"; y segundo, el domingo. Como la primera le pilló con el pie cambiado –empezó con el derecho-, en la segunda soltó un doble gancho de izquierdas en forma de petición de dimisión, cuya inercia le ha precipitado hacia el fondo del cuadrilátero.

No te creas que no es consciente de que se pasó. El resto de la semana, en plena vorágine Bárcenas y placaje contra Ana Mato, no ha dicho ni mu. Día tras día en silencio mientras mandaba a sus adláteres a dar carnaza a los medios de comunicación que, como bien sabemos, huelen el miedo y adoran los errores y rectificaciones.

Ni Soraya Rodríguez el lunes, ni Eduardo Madina el martes, ni Elena Valenciano el jueves centraron el foco en la petición de dimisión oficializada por su líder Rubalcaba en Ferraz con toda la pompa y opereta. Lo que piden ahora son sólo explicaciones... Claro está que cuando a los tres se les preguntó por la dimisión de Rajoy, contestaban: "Respaldamos la petición que hizo nuestro secretario general". ¡Hombre, menos mal! Qué gran paradoja para un Rubalcaba que se lanza al monte por exigencias del guión y de los suyos....

Cuando pide pactos, le acusan de "oposición blandita"; cuando los niega, de oposición "de tierra quemada". O se pasa, o no llega. O sobrepasa los límites de velocidad, o frena en seco. Y ya no sólo sus adversarios se dan cuenta de que está desorientado. Porque empieza a cundir la sensación de que el cuento de Rubalcaba se escribe como el de Pedro: ha alarmado tantas veces con la llegada del lobo que ya casi nadie le escucha y, muchos menos, le creen. Por eso esta semana, se calló.

Como colofón se fue a Turín, pero después de eliminar el condicional de sus conjugaciones; de dar los hechos por ciertos; de pedir que se demuestre, en sede parlamentaria y no judicial, que el PP no mató a Kennedy. El líder de la oposición de España da motivos para pensar que no cree en la presunción de inocencia, pero sólo con sus contrarios. Rubalcaba se ha pasado tantos pueblos que su discurso ahora carece de consistencia. Y mientras calla, quien habla es el reaparecido Baltasar Garzón. Un antiguo amigo en las lides de Gürtel que considera que el Gobierno "debe ir a por la regeneración en vez de mirar para otro lado" y matar al mensajero. Curiosa la "credibilidad y consistencia" que le da Garzón a unos papeles de los que ya nadie habla. Ahora se centran en la ministra Mato y en su informe de la UDEF que, con facturas traspapeladas, firma un tal Manuel Morocho. Inspector condecorado por Zapatero, imputado por las escuchas ilegales de Gürtel, y que defendió en sede judicial esas órdenes de Garzón "para completar la investigación".

Como dice el Fiscal General del Estado, habrá que llegar "hasta el final" para saber si hay corrupción en el PP, pero sobre todo, quién es el lobo que mete el miedo, y el Pedro que anuncia su llegada.

Un beso.

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