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Larry Elder

Algo bueno de Obama

Me parece que el Estado es enorme, yo dejaría que la gente se quedara con su dinero, que ya buscará la mejor forma de salir del atolladero. Siempre lo hace.

– ­Di algo bueno de Obama.

Me planteaban este reto durante una fiesta que celebraba uno de los más acérrimos defensores del presidente electo. Como norma, en mi tiempo libre evito hablar de estos temas. Sería como acercarse a un médico en medio de un sarao y decirle: "Doctor, me duele la rodilla todas las mañanas, ¿a qué cree que puede deberse?". Pero bueno, el tipo parecía bastante bonachón, así que accedí:

– Vale, pues... Obama es agradable, tiene buenas intenciones y parece un buen padre y un marido fiel.
– ¿Eso es todo?, me replicó.
– Tú me pediste que dijera algo bueno y lo he hecho.
– ¿No te olvidas de algo?, siguió increpándome.
– Voy a entrar al trapo, ¿de qué?
– Bueno, olvidaste algo bastante obvio. Es un tipo extremadamente inteligente, ¿no crees?
– Yo distingo entre inteligencia y sabiduría, inteligencia y sentido común. Obama asistió a un centro de educación de élite y obtuvo las notas suficientes para ser presidente de la publicación de derecho y graduarse con matrícula de honor en Harvard. Pero...
– ¿Pero?, me replicó asombrado.
– Pero mi padre, que es republicano, de 93 años, que sólo estudió hasta octavo y que sólo pudo obtener el graduado escolar a los 30 y muchos, tiene más sabiduría y sentido común. Mi padre nunca pasó un minuto en la industria del automóvil y no se cree capacitado para dirigirla; Obama piensa que su Gobierno sí puede. Mi padre cree que si prestas o pides prestado dinero de forma irresponsable, no deberías ser rescatado a costa del contribuyente; Obama y muchos republicanos sí piensan así.
– ¡Se trata de ayudar a la gente!, dijo ya rabioso.
– Mi amigo, el economista Thomas Sowell, me explicó que siempre que el Gobierno quiera "hacer algo" hay que plantearse tres preguntas: 1) ¿Quién lo va a pagar?, 2) ¿Cuánto va a costar?, 3) ¿Va a funcionar? Con este breve análisis podemos concluir casi siempre si algo vale la pena o está mal enfocado. En el caso de los planes de rescate de Obama, ¿quién los va a pagar? Pues el contribuyente, ya sea con impuestos o con deuda pública (que implica impuestos futuros más elevados) o con inflación.
– ¿Y el coste?, me inquirió él.
– El pasado domingo por la mañana, Obama participó en Meet the press y adelantó que llevaría a cabo un programa de gasto masivo en infraestructuras, un New Deal II. ¿El coste? El presidente electo todavía no tenía los cálculos finales, pero hasta el momento, el dinero que se espera dedicar (en rescatar a los bancos, las aseguradoras, los deudores, los fondos de inversión y la industria del automóvil) supera con creces los siete u ocho billones de dólares. El secretario del Tesoro, Henry Paulson, propuso inicialmente gastar 700.000 millones de dólares para adquirir los activos tóxicos de la banca, pero apenas unas semanas más tarde, consideró que era una mejor idea adquirir acciones de los bancos. Vamos, en unos días, la premisa central del rescate (que era imprescindible adquirir los activos tóxicos para proporcionarles liquidez) fue descartada. Al fin y al cabo, Paulson nos dijo que necesitábamos inyectar ese dinero para desbloquear el crédito de los bancos, pero éstos lo que hicieron fue utilizarlo para sanear su balance o comprar otros bancos. Y ahora, Obama quiere poner a trabajar a la gente en la construcción de infraestructuras públicas; quiere modernizar las escuelas e invertir en tecnologías que creen "empleos verdes".
– ¿Y cómo sabes que todo eso no va a funcionar?
– Bueno, en medio de la Gran Depresión, el secretario del Tesoro de Roosevelt, Henry Morgenthau, declaró que: ‘Hemos intentado gastar dinero. Estamos gastando más de lo que habíamos gastado nunca y no funciona. No hemos cumplimos nuestras promesas. Tras ocho años en el Gobierno, estamos exactamente en la misma tasa de paro que cuando empezamos... pero con una deuda enorme de más’. Dicho de otra manera, que esto ya se ha intentado y muchos economistas sostienen que el gasto, junto al resto de intervenciones absurdas del Gobierno, prolongó y empeoró la Gran Depresión.
– Entonces, ¿qué deberíamos hacer?, me preguntaba ya atónito.
– Regreso a mi padre. Para que conste, él no lee ni el Wall Street Journal ni el Investor’s Business Daily ni la revista Forbes. Pero recientemente le planteé esa misma pregunta y me contestó: ‘Me parece que el Estado es enorme, yo dejaría que la gente se quedara con su dinero, que ya buscará la mejor forma de salir del atolladero. Siempre lo hace’. Pero ciertamente, Obama es un tipo agradable.

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