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Pablo Molina

De Aristóteles a Inma Mayol

Que no nos vengan hablando estos aprendices de caudillo bananero de nuevas conquistas sociales y más derechos de ciudadanía. La principal conquista social y el derecho más importante es la propiedad privada. Sin él no hay libertad. Punto.

En el Neolítico, el ser humano comenzó a abandonar la vida nómada y se convirtió en un ser sedentario dedicado a cultivar la tierra y al cuidado del ganado, de forma que no ya no fue necesario trasladarse continuamente de un lugar a otro en busca de alimento al albur de las circunstancias.

No mucho después apareció la propiedad privada, que en contra de lo que opinan los retroprogres, no es un invento de la burguesía para extender sus privilegios a costa de la clase proletaria, sino una institución natural que surge como consecuencia del proceso de civilización. La existencia de la propiedad privada es lo que nos distingue de los animales irracionales y de los comunistas, que ya es bastante. Pero es que además, es lo que permite el desarrollo y el bienestar de las sociedades y la independencia y libertad de los individuos para perseguir los fines que cada uno se marca en la vida. Aristóteles, que con permiso de la parienta de Joan Saura tenía también una ligera noción de estas cosas, llegó a la conclusión de que la propiedad privada está indisolublemente unida a la naturaleza humana, pues si al hombre se le priva de ese derecho esencial, pierde su auténtica condición para convertirse en simple esclavo.

Pero diez mil años de respeto a la propiedad privada han llegado a su fin, al menos en lo que respecta a Cataluña, cuyos dirigentes políticos en lugar de defender las tradiciones que hacen posible la existencia de seres libres, se dedican a dinamitarlas desde la base para crear un orden social nuevo con el movimiento okupa como referente teórico.

La tercera teniente de alcalde de Barcelona, por ejemplo, no ve "tan grave" que se invada la propiedad ajena para darle un uso social alternativo. Pues oiga, lo es; porque el Estado es precisamente el que tiene que salvaguardar los derechos de los individuos, y no convertirse en el principal agente encargado de dinamitarlos como ocurre en Cataluña. Los ciudadanos, en un Estado de Derecho digno de ese nombre, tienen perfecta libertad para hacer el uso que les venga en gana con sus propiedades legítimamente adquiridas y el hecho de que esta facultad elemental esté supeditada al dictado de los gobernantes no es más que una forma de tiranía, además muy poco sofisticada. Ya no es que una mayoría dañe los derechos de una minoría, como suele ocurrir en las democracias, es que ahora se trata de una minoría encaramada al poder, que usa la fuerza coercitiva del Estado para acabar con un derecho básico comúnmente extendido.

Entre la Venezuela de Chávez y la Cataluña de Montilla sólo hay una diferencia de grado. Las nacionalizaciones, las expropiaciones y, en general, cualquier ataque del Estado a los derechos y libertades básicas de los ciudadanos es un retroceso de la civilización y un paso hacia el totalitarismo. Y que no nos vengan hablando estos aprendices de caudillo bananero de nuevas conquistas sociales y más derechos de ciudadanía. La principal conquista social y el derecho más importante es la propiedad privada. Sin él no hay libertad. Punto.

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