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Pablo Molina

El Scalextric

Lo que no voy a hacer nunca es pedirle la paz mundial a los Reyes Magos, como si fuera una miss ofreciendo sus primeras declaraciones tras recibir la corona o un ZP en la sede de la ONU.

Como cualquier niño de mi generación, la noche de reyes uno soñaba con recibir un Scalextric, al que me creía con derecho por mis esfuerzos en mostrar un buen comportamiento, si no durante todo el año, al menos sí durante la última media hora antes de acostarme esa mágica noche. Sus Majestades de Oriente no debían opinar lo mismo pues nunca recibí el famoso juguete, razón por la cual al día siguiente dedicaba la mañana a acordarme meticulosamente del árbol genealógico de los tres, sin dejarme ni una rama. Mas tarde descubrí que a las familias numerosas de los obreros del campo, los Reyes preferían dejarles regalos "más útiles" que el famoso circuito de minicoches. Las bufandas, los jerseys y los útiles de escritura siempre me parecieron una mariconada, impropia del regalo anual de tres señores con barba ¡que además eran magos! Mucho oro, incienso y mirra (mirra quien baila, volumen 2; disculpen el chiste pésimo pero si no lo escribo reviento), pero el puñetero scalextric no llegaba ni a tiros.

Quizás entonces surgieran en ese niño las primeras certezas que, andando el tiempo, me convertirían en un neoliberal de pro, porque eso de que una "autoridad central" decidiera cuales eran mis necesidades y se permitiera asignar recursos en base a su único criterio me parecía una canallada sin nombre.

Ya adulto, continúo con ese trauma infantil de no haber tenido un Scalextric en su momento procesal oportuno, y cada año, desde primeros de noviembre, empiezo a lanzar indirectas a los SS.MM. de oriente a través de sus procuradores locales. Los esfuerzos han sido hasta la fecha infructuosos, pero uno sigue manteniendo la ilusión, al menos hasta el día seis por la mañana. El único consuelo es pensar que sin scalextric la vida familiar será más tranquila, porque mi idea de acordonar el salón con alambre de espino para evitar que mis hijos lo tocaran estoy seguro de que dañaría algunas sensibilidades.

Lo que no voy a hacer nunca es pedirle la paz mundial a los Reyes Magos, como si fuera una miss ofreciendo sus primeras declaraciones tras recibir la corona o un ZP en la sede de la ONU. Además, el asunto de la paz planetaria (que diría la Calvo) entra en la jurisdicción exclusiva de nuestro ZP y su alianza de civilizaciones. Es curioso, pero ese pacifismo irredento que intenta camuflar una vocación incondicional a rendirse probablemente tenga su explicación también en alguna herida emocional sufrida durante la infancia. A éste tampoco le trajeron los reyes un scalextric; como si lo estuviera viendo.

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