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Pablo Molina

La incansable

El político de izquierdas cree que bastan sus ansias infinitas de paz y su deseo del mejoramiento social de los humildes para que todo funcione, pero el ser humano es bastante más complejo de lo que suponen nuestros gobernantes.

Nadie le puede negar a la vicepresidenta del gobierno una gran capacidad de trabajo, sobre todo si se la compara con la media de sus compañeros de gabinete, incluido el presidente Rodríguez. A fuerza de ir apagando fuegos –perdón por la metáfora– por toda España y parte del extranjero, lo de Fernández de la Vega en los últimos tiempos es una exhibición de rigor estajanovista. Así las cosas, el gobierno en pleno debería tomarse una excedencia hasta el final de la legislatura y dejar al frente del país únicamente a Fernández con un buen equipo de jefes de negociado, en régimen paritario naturalmente, o mejor "trinitario", por aquello de no discriminar al resto de opciones inguinales.

En su comparecencia parlamentaria, la vicepresidenta ha dicho varias decenas de veces que "el gobierno trabaja sin descanso". Supongo que no lo dirá por Jesús Caldera, cuya actividad ministerial en torno a la inmigración estos últimos meses no puede calificarse precisamente de febril. El responsable del desaguisado ni está ni, por lo visto, se le espera. Caldera sacó adelante la ley de regularización de inmigrantes que nos iba a convertir en la envidia de Europa y acto seguido se dispuso a gozar de un merecido descanso con la satisfacción del deber cumplido.

El problema de los socialistas es su dificultad para asumir la realidad. Como buenos burócratas partidarios de la utopía, creen que sus deseos impresos en el BOE bastan para que la sociedad se comporte como ellos quieren. El lema "papeles para todos", por ejemplo, quedó muy bien como eslogan en las algaradas de la izquierda cuando gobernaba Aznar, pero llevar este deseo a la práctica conlleva algunos riesgos. El político de izquierdas cree que bastan sus ansias infinitas de paz y su deseo del mejoramiento social de los humildes para que todo funcione, pero el ser humano es bastante más complejo de lo que suponen nuestros gobernantes. Así, sucede que, en lugar de venir ordenadamente, los inmigrantes de las zonas más depauperadas de África se lanzan sobre nuestras costas a vida o muerte, creyendo que el famoso "papeles para todos" no era una simple estrategia electoralista apoyada con entusiasmo por la farándula, que, por cierto, también se halla actualmente en paradero desconocido.

Está bien "trabajar sin descanso", sobre todo si es realmente cierto como es el caso de la vicepresidenta. Pero esa jaculatoria en realidad no resuelve nada, más allá de hacer a la protagonista acreedora de la preceptiva medalla al mérito del trabajo el día antes de su jubilación. Los cayucos siguen arribando a las costas canarias y los centros de acogida continúan desbordados, por más que Fernández prolongue su jornada laboral hasta las tantas. El problema no es la capacidad de trabajo, sino la de comprender que en situaciones delicadas no se puede actuar con demagogia. Pero, sobre todo, Doña María Teresa no se enfade. Está usted mucho más guapa cuando sonríe.

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