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Pablo Molina

Pedir para que te den

Sólo nos queda por conocer en qué momento Rajoy aceptará esta realidad que tanto le incomoda.

El gran Mariano Rajoy todavía no tiene claro si le interesa solicitar su adhesión al plan de auxilio del BCE dado a conocer –a grandes rasgos– por su presidente, Mario Draghi. A España, dadas las circunstancias, parece claro que le beneficiaría garantizarse esta fuente indirecta de financiación –aportaciones directas "ni las hay ni las habrá", que diría el otro–, pero lo que importa aquí es lo que conviene al partido en el poder. La palabra rescate, sustantivo eliminado de la jerga política del gobierno, tiene unas implicaciones tan severas en el imaginario de una sociedad infantilizada como la nuestra, que muy bien podría fastidiar las esperanzas del PP en las dos importantes citas electorales que se avecinan, y aun en las europeas y las generales, más distantes en el tiempo.

Abonando este terreno de permanente indefinición, el gobierno trata de dilatar lo irremediable, a ver si en un rapto de generosidad las autoridades europeas deciden voluntariamente aliviar nuestras penurias; pero el tiempo pasa y no parece que la proverbial disciplina prusiana propenda a tal grado de generosidad sin que el beneficiario se retrate antes con una solicitud en toda regla.

Lo normal sería adecentar las finanzas públicas, eliminar los costosísimos organismos derrochadores, mejorar la fiscalidad de empresas y familias, y, finalmente, en caso de que esas reformas no fueran suficientes, solicitar la ayuda financiera de las instituciones continentales "con la frente alta y la mirada limpia". Pues no, señor. El proceso aquí se embarulla de tal manera que, tras unos recortes cosméticos en el área administrativa, se procede a subir los impuestos a todo el mundo, a ver si con estos gestos epidérmicos los responsables del BCE nos solicitan cortésmente permiso antes de enviarnos, como premio por lo bien que lo hacemos, un dineral.

Mas el malvado Draghi, impasible el ademán, insiste en que cualquier colaboración del BCE ha de venir precedida de una petición formal del rescatable; sólo entonces soltará la pasta... junto con un catálogo de exigencias, elaboradas de común acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, para que, como los niños, nuestros políticos sepan que el dinero cuesta mucho ganarlo y no se puede derrochar como han venido haciendo en los últimos tiempos.

Sólo nos queda por conocer en qué momento Rajoy aceptará esta realidad que tanto le incomoda. En sus manos estaba evitar el sofoco fumigando con napalm los nidales autonómicos, pero prefirió preservarlos aun a riesgo de convertirse en el presidente de un país rescatado. Nadie puede quejarse.

En España

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