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José García Domínguez

Miseria selectiva

Aciago asunto en el que algo tiene que ver la inmersión obligatoria a la que son sometidos los hijos de los castellanoparlantes que, a diferencia del afortunado José Montilla, no pueden costear la matrícula del Colegio Alemán para su prole.

A caballo entre el sarcasmo, el humor negro y el puro masoquismo, el ejercicio de lengua castellana correspondiente a las pruebas de selectividad al que se acaban de someter todos los aspirantes a licenciado Vidriera de la provincia –mal que nos pese– de Barcelona ha versado sobre el vacío; o sea, sobre Nada y menos que nada. Pues, este año, los alumnos han sido empujados a escoger entre un fragmento de la novela de Carmen Laforet y cierto extracto de las conclusiones del último Informe Pisa referido a Cataluña. Así, la futura plantilla doméstica que habrá de incorporarse en septiembre a la fábrica de parados –Amando de Miguel dixit– acaba de ser examinada no sobre Calderón, Cervantes o Valle Inclán, sino sobre la perfidia infinita, sideral, cósmica, de sus propios evaluadores.

Y es que, según ese demoledor estudio internacional de evaluación pedagógica, los catalanes, que como es fama veníamos siendo la sal de la tierra y el ombligo del mundo, amén de los más mejores y, por descontado, los más listos de la clase, resulta que ya ocupamos el penúltimo puesto en el pelotón ibérico de los lerdos estructurales, apenas precedidos por la tercermundista Andalucía de Chaves, en las categorías de matemáticas, ciencias y comprensión lectora.

Aciago asunto en el que algo tiene que ver la inmersión obligatoria a la que son sometidos los hijos de los castellanoparlantes que, a diferencia del afortunado José Montilla, no pueden costear la matrícula del Colegio Alemán para su prole. A ese propósito, sépase, tal como se recoge en la última reedición de Lo que queda de España, que el 69 por ciento de nuestros escolares es capaz de redactar un texto de cien palabras en catalán incurriendo en menos de cinco faltas de ortografía, mientras que, en castellano, el porcentaje de "éxito" se desploma hasta el 35 por ciento.

Y que los resultados en acentuación son, respectivamente, del 27 y del 13 por ciento. Asimetría tan vergonzosa como reveladora que igual se repite cuando se analizan aspectos cualitativos, tales como el dominio del léxico básico, la coherencia y cohesión del discurso, la morfosintaxis o la comprensión oral y escrita. En todos y cada uno de esos capítulos, el resultado final del análisis deviene desoladoramente invariable: el conocimiento del español resulta muy inferior al de la lengua vernácula, puntuando los escolares locales claramente por debajo que sus compañeros del resto del Estao, que diría Montilla.

Pues, nada, a seguir con lo nuestro: Català über alles!

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