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José María Iñigo, un tímido que triunfó como comunicador

Con la desaparición del periodista perdemos a un personaje ligado a muchas vidas a lo largo de medio siglo.

Con la desaparición del periodista perdemos a un personaje ligado a muchas vidas a lo largo de medio siglo.
José María Iñigo y Uri Geller | Television

Allá por la segunda mitad de los tan traídos y llevados años 60 conocimos a un joven bigotudo, que vestía camisa color rosa y se paseaba por la Gran Vía madrileña con su llamativa presencia. En aquellos años, aunque transitaran turistas con estrafalaria indumentaria, no resultaba corriente un tipo así. Era el bilbaíno José María Íñigo Gómez, que llegaba desde Londres, en la época que estaba de moda lucir modos y modas de la capital británica –salidas de Carnaby Street- inspirado todo ello en Los Beatles, la psicodelia y toda la parafernalia que habían abrazado los jóvenes más "progres". Íñigo frecuentaba una cafetería madrileña de la calle de la Salud, donde nos reuníamos periodistas, cantantes, presentadores de radio y televisión. José María tenía cerca los estudios de Radio Madrid, donde había empezado a colaborar, primero desde la capital británica, como corresponsal de programas musicales, y luego ya asentado entre nosotros. Se hizo muy popular también con sus primeras apariciones televisivas, marcando estilo con la ropa que se traía de Inglaterra. Comentarista de discos en la revista "Mundo Joven", que dirigía Jesús Picatoste, era temido por sus a veces ácidas críticas. Cuando comenzó a emitirse "Estudio Abierto" en la Segunda Cadena (UHF, en su acepción técnica) se convirtió en toda una estrella de la televisión. Y hasta intervino en algunas películas, en su papel de "gurú" musical de las últimas tendencias surgidas en el mercado anglosajón. Sin embargo, aquel José María Íñigo que desataba comentarios controvertidos era en el fondo una persona tímida, introvertido, de no fácil trato.

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De familia modesta, y sin saber el modo de ayudar a los suyos, dio en aprenderse un tratado de lengua inglesa. Con tan pobre bagaje cultural, lleno de audacia, y a la edad de doce años decidió convertirse en guía turístico y de manera autodidacta se mezclaba entre los "guiris" que visitaban Bilbao mostrándoles los lugares más emblemáticos del Bocho con su rudimentario vocabulario. También se ayudaba económicamente como chico de los recados de una compañía de suministros eléctricos, donde le pagaban quinientas pesetas al mes. Continuaba por su cuenta aprendiendo más lecciones de inglés, atreviéndose a dar clases en una academia. Él mismo llegaría a reconocer que no tenía ni idea de la lengua de Shakespeare. Traducía tomos de cirugía y de otras materias. Sentíase rico y no le faltaba razón porque había meses que llegó a acumular veinte mil pesetas, importante cantidad para un chico que, a finales de los años 50 aún no había cumplido los dieciocho años.

Paso decisivo para su futuro fue cuando se ofreció en Radio Bilbao como locutor musical. Lo apodaban "Míster Ritmo". Desde allí saltó a la BBC de Londres, siempre con su audacia por bandera. Era 1965 y desde los estudios de aquel inmenso centro de radiodifusión consiguió que la cadena Ser emitiera sus crónicas sobre la actualidad musical del momento. Tampoco tenía mucha idea de las nuevas corrientes del pop pero se leía de cabo a rabo "Melody Maker" y "New Musical Express", dando el pego a los oyentes españoles. En esa época es cuando se dejó crecer un bigote con el que se hizo poco a poco muy conocido. Lo suyo ya tenía nombre: era "disc-jockey", término que nada tenía que ver con un jinete del hipódromo, pero que en el argot juvenil se entendía como programador de discos. Fue en 1966 cuando regresó a España y comenzó en Radio Madrid colaborando en "El Musiquero" y luego "El Gran Musical", donde relevó al creador de este programa, Tomás Martín Blanco. Entonces comenzó su imparable ascenso. Confesaría esto: "Me hice famoso. Y no sólo por mis conocimientos o por mi voz, sino por mi estilo agresivo". Tanto lo era que, comentando una novedad musical dijo textualmente: "Acaba de aparecer un disco de Julio Iglesias. ¿Por qué?". Venía a ser lo mismo que había hecho muchos años antes George Bernard Shaw criticando un estreno teatral.

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Viajaba mucho, siempre cargado con cámaras fotográficas, sin importarle comer, por ejemplo, carne de serpiente. O durmiendo toda una noche en un rincón de la Gran Pirámide de Keops. Y al volver a Madrid fue entrevistando en "Estudio Abierto" a toda clase de personajes, como el premio Nobel Solzhenitsyn y el avispado Uri Geller, cuyo número de doblar una cucharilla y unas llaves asombró a varios millones de telespectadores.

Se conocía poco o casi nada de la vida personal de José María Íñigo. Ni en las entrevistas que le hacían para las revistas de actualidad el interesado dejaba constancia de sus intimidades. Pero un día no tuvo más remedio que aceptar la presencia de reporteros a su alrededor. Fue cuando contrajo matrimonio con una pintora brasileña, Josette Nahmias, alta, atractiva, con quien tendría dos hijos. La boda se celebró en 1984. Entonces estaba de moda en Madrid una discoteca llamada "J.J.", sita en la plaza del Callao, centro de reunión de los personajes de la farándula, sobre todo los cantantes. A Íñigo, toda una celebridad en ese ambiente, le reservaban todas las noches un lugar privilegiado. Acudía con su esposa a menudo. Fuimos testigos de cómo se acercaban al bilbaíno para saludarlo amistosamente. Cantantes y directivos de casas de discos lo mimaban para que sus críticas fueran lo más positivas posibles. Aunque él gustaba sentirse independiente. Algún negocio aparte le hizo ganar un buen dinero, al fundar por ejemplo una agencia de recortes de prensa. También con el padre Antonio Aradillas montaría después una revista de turismo que le proporcionó asimismo excelentes dividendos y contactos importantes en el mundo de la navegación aérea. Tenía billetes gratis a su disposición, porque además de sus programas en España hubo una época en la que iba semanalmente a Puerto Rico, a presentar un programa idéntico a "Estudio Abierto".

Su matrimonio con Josette Nahmias naufragó de la noche a la mañana. Después conoció a otra belleza, Pilar Piniella, que había sido pareja del humorista Pedro Ruiz. Se casó con ella en segundas nupcias teniendo otros dos hijos. Y aunque eran asiduos invitados a fiestas de postín y aparecían regularmente en los semanarios del color, José María Íñigo continuaba siendo un ser lleno de timidez. Parecía arisco a primera vista, porque no sonreía mucho y además, hablaba con expresiones algo cortantes. Quienes lo conocimos desde su llegada a Madrid sabemos que era un modo de reaccionar ante gente ajena, llevado por su introversión. No, no era antipático, aunque a veces lo pareciera.

Con Pilar Piniella formó ya una pareja estable, siendo su mejor y más cercana colaboradora. No se le conocieron a Íñigo amores extramatrimoniales.Muy trabajador, tuvo sus épocas difíciles, cuando Televisión Española dejó de contratarlo. Pero volvió a resurgir como Ave Fénix, demostrando ser un comunicador especial, con dominio absoluto ante cualquier contingencia en programas cara al público, como "Directísimo", "Fantástico" y "Esta noche… Fiesta". Cualquier otro hubiera pasado un mal rato cuando Lola Flores perdió un pendiente de oro y brillantes en plena actuación. O la vez que Tony Leblanc le anunció que iba a realizar un número jamás visto, que consistió en pelar tranquilamente una manzana. No menos sorprendente fue la noche en la que Palomo Linares se enfrentó verbalmente a Paco Camino.

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En los últimos años, José María Íñigo superó baches en su trabajo. Tiempos en que tal vez las nuevas generaciones ignoraban quién había sido. Con modestia, aguantó esa mala época, pero poco a poco fue reapareciendo ante los micrófonos de Radio Nacional de España y otras cadenas de televisión. También participó en una de las temporadas de "Supervivientes": ya había perdido sus cabellos y mostraba una lustrosa calva. Eso sí: su bigote seguía siendo su mejor tarjeta de visita. En la televisión de Castilla-La Mancha estuvo una temporada, siempre recurriendo a su fórmula de "Estudio Abierto". Asimismo, ya superada aquella inicial ignorancia acerca del pop musical, colaboró con José Ramón Pardo en la edición de varias antologías discográficas, en una de las cuáles hasta llegó a grabar algunas piezas, con la mejor voluntad posible. Resulta penoso que se haya ido justo en vísperas de celebrarse el Festival de Eurovisión, en el que él venía siendo el presentador en "off" para los telespectadores españoles en los últimos años, sustituyendo a José Luis Uribarri.

Con la desaparición de José María Íñigo perdemos a un personaje ligado a muchas vidas a lo largo de medio siglo. Alguien que a través de la televisión se había colado en casa como alguien de la familia. Y en nuestra condición de periodista, el compañero que en una España llena de envidias y zancadillas, había conseguido algo difícil como ser superviviente de una profesión, de un tiempo que con él ya sólo es recuerdo.

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