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Jazz, barbacoas, deporte, sonrisas y una conexión inesperada con España: bienvenidos a Kansas City

Otra de las gigantescas salas de la Union Station de Kansas City.
Kansas City, una aventura americana

Con un jet lag que me había despertado unas horas antes, salí del hotel a dar mi primer paseo por Kansas City (Missouri) a una hora en la que la tranquila ciudad estaba aún más calma de lo habitual. Sólo un turista despistado, yo, y unos pocos indígenas andábamos por las espaciosas calles y casi al momento noté algo extraño: al cruzarse conmigo la gente no rehuía el contacto visual y, de hecho, me sonreía. Algunos incluso lanzaban un "hi" o un "good morning", otros hacían un gesto con la cabeza.

Quizá les parezca una tontería, pero esa hospitalidad desinteresada y espontánea fue lo primero que empezó a ganarme de la ciudad y, además, luego me la encontré en todos lados: el personal de restaurantes, tiendas o clubes de jazz lucía una sonrisa encantadora y estaba atento a que les pidieses algo; la gente por la calle no sólo saludaba, sino que se dejaba fotografiar siempre y te daba indicaciones exhaustivas si le preguntabas algo; los guías nos enseñaron los diferentes lugares que visitamos como si estuviesen recibiéndonos en su propio salón…

Otra América: la de verdad

Esa amable y simpática cercanía es parte de lo que hace de Kansas City un lugar muy interesante para los que llegamos desde la vieja Europa: estamos ante una versión muy auténtica de los Estados Unidos, ante la América de verdad con los americanos de verdad, que resulta que son encantadores.

Una americanidad, si me permiten la palabra, que también se nota en otras muchas cosas, por ejemplo en la extraña –por no decir inexistente– planificación urbanística, tan distinta de la idea que tenemos de una ciudad que hace que por momentos ni lo parezca: una zona central bastante pequeña está rodeada de núcleos que parecen colocados aleatoriamente y que tienen aspectos y caracteres completamente diferentes: aquí una zona de antiguas naves industriales junto al río; allá un barrio de pequeñas, coquetas y americanísimas casas de madera; un poco más al sur una zona de calles estrechas y casas con verja y porche de madera blanquísima…

Repartidos de forma un tanto caótica por muchos de esos lugares encontramos una serie de sitios que visitar y que nos van desvelando la naturaleza y el carácter de una ciudad que, eso sí, tiene que recorrerse en coche: las distancias son grandes y, por regla general, el trazado urbano tampoco invita al paseo.

¿Qué hace aquí una Giralda?

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Giralda de Kansas City | C.Jordá

Una excepción es el Country Club Plaza, la zona más extraña o fuera de lugar de Kansas City, creada por un empresario un siglo atrás y que recrea algo parecido a una ciudad que por momentos quiere ser española, a ratos mejicana y en según qué puntos algo así como nazarí.

El conjunto se corona con una Giralda que según anuncia un cartel es una réplica exacta de la sevillana, sólo que con la mitad de tamaño. Fruto de un hermanamiento entre ambas ciudades en los años 60 gracias al cual una de las calles más grandes de la capital andaluza es la Avenida de Kansas City.

Seguro que contado así se imaginan ustedes que el Country Club Plaza es una horterada y la verdad es que no. Tampoco les diré que sea una obra maestra de la arquitectura y el urbanismo, pero tiene encanto y una cierta inocencia que me hacía mirar todo con cariño, además de ser un área agradable con buenas tiendas, algo que muchos viajeros apreciarán.

Jazz en el museo… y en los clubs

Uno de los orgullos de Kansas City es ser una de las grandes ciudades del Jazz en los Estados Unidos, algo que al parecer viene de los años de la prohibición, y que se concreta en algún hito como que el gran Charlie Parker naciese allí y, más recientemente, en la existencia del American Jazz Museum, un recorrido muy interesante e interactivo por el jazz, sus técnicas, su historia y alguna de sus grandes figuras.

El museo es una de las visitas más recomendables de la ciudad, aunque no tanto como los muchos clubs que llenan las noches de música. Tuve la ocasión de visitar uno de los mejores, según me dijeron, el Green Lady Lounge, y he de decirles que era un local maravilloso: dos plantas de decoración intensa y atmósfera densa con bandas excelentes en ambas y música hasta altas horas de la noche en un día entre semana.

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Green Lady Lounge | C.Jordá

Todo, hasta el tapizado de rojo intenso de las paredes, contribuye a una experiencia fantástica, pero lo más importante es, por supuesto, la sobresaliente calidad de los músicos y de la música, que le harán disfrutar aunque no sea un gran aficionado.

Dos (¿tres?) grandes monumentos

No es Kansas City lugar de desbordantes maravillas arquitectónicas con dos excepciones: me gustó mucho el Museo y Memorial de la I Guerra Mundial, un monumento de estilo art decó con una gran columna y una explanada desde la que se tiene la mejor vista sobre el skyline de la ciudad.

Debajo del monumento está también el museo nacional americano sobre este conflicto, que yo no tuve la oportunidad de visitar pero que al parecer es muy interesante.

El segundo, que por cierto se ve muy bien desde el Memorial, es la impresionante Union Station. Creada a principios del siglo XX cuando los trenes eran la forma principal de moverse por el gran territorio de Estados Unidos, llegó a estar cerrada por el declive del tráfico ferroviario y hoy en día combina exposiciones, oficinas de alquiler, un museo de ciencia y, sobre todo, un edificio bellísimo y enorme, una auténtica catedral de ese tiempo en el que las estaciones de tren se convirtieron en los símbolos de los que las ciudades querían sentirse orgullosas.

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Union Station | C.Jordá

El tercer gran monumento quizá esté lejos de sus intereses, pero es sin duda uno de los lugares más importantes de Kansas City para los lugareños y también para la proyección nacional e internacional de la ciudad: el estadio del equipo local de fútbol americano, los Kansas City Chiefs.

Ganadores de tres de las últimas cinco Super Bowl, y finalistas en otra, si a este equipo le faltaba algo para convertirse en un fenómeno mundial ya lo tiene: uno de sus jugadores es pareja de la guapísima y famosísima Taylor Swift, así que visitar el Arrowhead Stadium es ya uno de los imprescindibles de Kansas City. Lo cierto es que el tour, que lleva desde el césped a la intimidad del vestuario, merece mucho la pena.

Capital de la barbacoa, pero no sólo

Aunque el artículo se me alargue un poco no puedo terminarlo sin hablar de un aspecto muy importante: la comida. Kansas City presume no sin bastante razón de ser la capital nacional de la barbacoa y uno de los lugares clave para disfrutarlas es Joe’s Kansas City BBQ. Para visitarlo hay que ir a la parte de la ciudad que está en el estado de Kansas y al llegar allí se descubre que se trata del restaurante de una gasolinera, lo que no resulta muy atractivo desde el punto de vista gastronómico.

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Joe's KC BBQ en su gasolinera | C.Jordá

Pero una vez que entramos se disipan todas las dudas: Joe’s es un local agradable y de una autenticidad que no puede por menos que encantar al viajero que busque algo más allá de las cadenas internacionales. La decoración, los grupos de indígenas disfrutando, el ambiente… y por supuesto, la comida en sí misma, son todo lo que se puede esperar de un restaurante de barbacoa americano. Es sencillamente perfecto.

Y, por supuesto, la barbacoa no es lo único: la ciudad está desarrollando también una escena de locales más convencionales, pero que no dejan de tener parte de esa inspiración local, por ejemplo en cocinas como la de Fox and Pearl, en las que se puede ver unas brasas.

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La cocina de Fox & Pearl | C.Jordá

Sitios como el propio Fox and Pearl, Blue bird bistro o Novel, que prestan mucha atención a crear un ambiente moderno y agradable, pero también a crear relaciones con productores cercanos que les proveen de alimentos de la zona que llegan a la mesa muy frescos, obviamente, tratados y presentados con esmero y con recetas que añaden cosas, pero dejan llegar con facilidad los sabores originales.

Que al fin y al cabo es lo que ocurre con Kansas City en si misma: no es tanto una cuestión de monumentos como de un conjunto de sabores sencillos que, juntos, resultan en un plato delicioso y, sobre todo, de sabor auténticamente americano.

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